Mauro Viale: el relator intuitivo, el periodista apasionado, el hombre de familia

Creador de un estilo único, armó su propio modelo y se convirtió en una marca registrada en la profesión que amó hasta sus últimos días. Hoy cumpliría 75 años

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Mauro Viale, una vida ligada al periodismo
Mauro Viale, una vida ligada al periodismo

Al pibe flaco y alto que patea el barrio de La Paternal y que apodan Jirafa, en un arranque no del todo original, nada le resulto fácil en la vida. Herencia directa de sus padres, que llegaron de Polonia huyendo del nazismo para hacerse como podían la Argentina. De su padre zapatero, a quien la muerte sorprendió demasiado pronto y empujó a su madre de los quehaceres de la casa a enfrentar el destino de sus tres hijos. Vivían en una casa chorizo en la calle Gavilán, una barriada laburante y futbolera que terminó de armar su modelo. La calle, la pelota, la curiosidad, el sacrificio fueron algunas características que forjaron la historia de Mauro Viale, que construyó su historia en cada uno de sus pasos, que fue adorado, imitado, criticado, pero nunca pasó inadvertido y que partió a los 73 años, cuando todavía le quedaba mucho por hacer.

El relator intuitivo

Vecino de Carlos Salvador Bilardo, nacido el 28 de agosto de 1975 y criado a cuadras de la cancha de Argentinos Juniors, el fútbol fue su puerta de acceso al periodismo. Estudió en la Escuela del Círculo de Periodistas Deportivos, en la misma camada que Marcelo Araujo y Fernando Niembro, con un objetivo claro que compartía con los estudiantes de la época: trabajar con José María Muñoz en La Oral Deportiva. Golpeó una y otra vez las puertas del mítico programa de Radio Rivadavia hasta que escuchó el inconfundible vozarrón del Gordo con una propuesta para una cobertura. “¿Te animás?”.

Mauro Viale en la cancha de Ferro, una postal del fútbol ochentoso
Mauro Viale en la cancha de Ferro, una postal del fútbol ochentoso

La pregunta fue casi una imposición y Mauro, que todavía era Mauricio Goldfarb, se subió al tren del que no se iba a bajar más. Le aconsejaron cambiarse el nombre y tomó el Mauro con el que lo llamaban los amigos y el Viale de una de las calles del barrio. Se hizo un lugar en un programa que compartió con luminarias de todos los tiempos, como Antonio Carrizo o Cacho Fontana y el paso a la televisión fue natural. Fue una de las voces del Mundial ‘78 y con el cambio de década, su popularidad iba a alcanzar límites insospechados.

Viale siguió en el periodismo deportivo durante más de veinte años, aunque pronto se dio cuenta que no lo satisfacía del todo. Su sueño era incursionar en la gráfica. Leía con voracidad a Julio Cortázar y se formó en los talleres de Abelardo Castillo, pero la televisión lo absorbió. La relación entre la pelota y la pantalla empezaba a masificarse y tuvo que inventar un estilo para esa nueva experiencia. ¿Cómo contarle al futbolero lo que sus propios ojos ya veían? Tenía que afrontar una lucha desigual contra la magia de la radio, con su musicalidad irresistible y sus licencias poéticas, y algún que otro truco sucio disfrazado de peligro de gol.

El nacimiento de "Muevo yo, Mauro", el sello de Mauro Viale en el relato deportivo

Como si fuera un enganche de los que ya no quedan, Mauro pergeñó un un relato acompasado, dominado por la parsimonia pero acelerando cuando fuera necesario, y con los silencios como aliados. Su voz inmortalizó el fútbol a todo color de los primeros ‘80, una etapa inolvidable recordada por los pasos de Diego Maradona por Boca y Mario Kempes por River, la batalla ideológica y futbolera entre Independiente y Estudiantes, los primeros títulos de Ferro Carrril Oeste y Argentinos Juniors. Allí forjó una dupla con Enrique Macaya Márquez que se consolidó definitivamente en 1985 con Fútbol de Primera. El ciclo de Torneos y Competencias marcó una era de la pelota e introdujo acaso su gran transgresión durante el paso por el periodismo deportivo.

El programa se emitía desde las 22, con el resumen del partido más importante de la jornada y algunos goles del resto de la fecha. Su pregunta “¿Quién mueve?” recaía en los centrodelanteros top de la época, como Enzo Francescoli, Jorge Rinaldi o Walter Perazzo, el encargado de inaugurarlo en un clásico de San Lorenzo contra Huracán. La frase nació como un gag, que incluía un diálogo telefónico con el futbolista, la intervención del árbitro y la protesta de los rivales, mientras el aparato, a disco, claro, se retiraba del césped de la Bombonera por sus propios medios. Fue una muletilla irresistible que se instaló en el lenguaje popular y se repite hasta hoy en algún picado nostálgico antes de dar el puntapié inicial.

Diego Maradona y Mauro Viale, una relación signada por los medios

El otro gran hito de Viale fue el Mundial ‘86, en dupla con Oscar Gañete Blasco, como testigo presencial de la gesta de la selección en el Azteca comandada por su vecino de la calle Gavilán. Vio a Diego Maradona con el puño de Dios en alto y eludir ingleses como si fueran postes, y recordó a ese gurrumín enrulado que había cobijado como cebollita en la época de los Torneos Evita. Su vida y la de Diego se iban a cruzar muchas otras veces y durante los ‘90 regalaron históricos momentos de la televisión. Pero faltaba para eso.

Un día el programa cambió de canal y de relator. Y en medio de rumores y versiones, él explicó su salida con honestidad brutal: “El día que me aburrí dije basta”, resumió para explicar lo que para muchos era inexplicable: bajarse del relato deportivo y de Fútbol de Primera, que comenzaba una era de expansión que iba a comandar su compañero de banco en el Círculo y amigo de la vida. La sensación de extrañeza, y de vacío, le duró un domingo. Ese día entendió que no iba a cambiar una tarde de sol en familia por más superclásico o final del mundo que hubiera por ahí. El hastío con el fútbol lo iba a reparar con la pasión que heredó su hijo Jonatan, jugando en la plaza o volviendo a la cancha para ver a River. Pero sin tener nada que ver con el periodismo deportivo.

El periodista apasionado

En 1989 Fútbol de Primera dejó ATC para pasar a Canal 9 y fue el fin de Mauro en el periodismo deportivo. Se quedó en la pantalla estatal, donde condujo la mañana con un estilo inquieto y diferente al que solía presentar la señal pública. Así, empezaba a dar forma a Mediodía con Mauro, el proyecto con el que desembarcó en América en 1995 para marcar una era en la forma de hacer periodismo y terminar de diseñar un perfil en una profesión en la que ya llevaba veinte años.

La histórica pelea de Mauro Viale y Alberto Samid en un estudio de televisión

Por ese entonces, Guillermo Coppola había sido detenido en una causa por drogas por la que fue sobreseído y que finalizó con el juez, su secretario y los investigadores condenados. Con semejante guiño de la realidad, Mauro realizó un seguimiento minucioso y exagerado de un hecho que conmocionó al país y tuvo en la pantalla chica un desarrollo paralelo y excitante al judicial.

Del caso se habló en los cafés, los trabajos, las casas y en ello tuvo que mucho que ver Mediodía con Mauro, por donde desfilaron distintas personas vinculadas al caso, incluido el famoso “jarrón”. Llegó a marcar 30 puntos de rating, algo extraordinario para ese horario y esa pantalla, y sacó a escena todos sus recursos para constituirse en un hombre orquesta: conductor, entrevistador, productor, mediador. Le puso el cuerpo a todo, también a las críticas, y estableció un código tácito con su público: “Digan de mí lo que quieran y yo le digo a cualquiera lo que se me canta”.

El paso de Mauro Viale por Polémica en el Bar

Viale hizo del canal de Palermo su casa y salvo breves interrupciones, llevó adelante sus trabajos más recordados. Creó Impacto a las 12, donde tuvo su histórica pelea con Alberto Samid, Mauro 360°, Los especiales de Mauro y Mauro la pura verdad, que lideró durante ocho años hasta su repentina partida. Por su estilo único e irrepetible, por el peso específico de su nombre, por más creatividad que hubiera alrededor siempre era El programa de Mauro. Y con solo sintonizarlo, el televidente sabía con lo que se iba a encontrar.

También supo jugar en equipo y formateó el debate frontal y al fleje al frente de Indomables y llevó al máximo su rol de provocador en Polémica en el Bar, un programa hecho a su medida. Sin dejar de ser Mauro Viale, sus últimos años estuvieron ligados al género informativo y no dejó de trabajar ni en la etapa más cerrada del aislamiento. Fue un ferviente divulgador de las noticias del coronavirus y de la importancia de extremar los cuidados. Murió el 11 de abril de 2021, dos días después de salir al aire por última vez. Como lo resumió su maestro y colega Ernesto Cherquis Bialo, “a Mauro Viale lo mató el enemigo al que intentó combatir.

El hombre de familia

Vecina del barrio de La Paternal, Leonor Schwadron aceptó la invitación para ir al cine sin saber el vuelco inesperado que iba a dar su vida de adolescente. Fue en plan barra de amigos, pero se flechó al instante con un flaco alto y seductor y al rato ya no habían más amigos, ni más película, ni nada más. Él le pidió el teléfono, arreglaron para salir y no se separaron más. “Mauro se olvidó de todo. Fue amor a primera vista”, contó el amigo que ofició de celestino. Entre noviazgo y matrimonio, estuvieron juntos durante 53 años, hasta la temprana partida de Mauro, y formaron una familia indestructible, con dos hijos, cuatro nietos y un sinfín de anécdotas y kilómetros recorridos.

Mauro Viale y Leonor Schwadron
Mauro Viale y Leonor Schwadron

Después de casarse, la pareja se mudó a Villa Crespo y con los años llegaron sus hijos Ivanna y Jonatan. Y a pesar de que Leonor rumbeó para la Psicología, y con el tiempo desarrolló una importante carrera como divulgadora, en esa casa se respiraba periodismo. Y eso no siempre era una buena noticia. Los chicos sufrían esos domingos que sabían que papá no estaba para el almuerzo familiar o para ir a jugar a la plaza. Otras veces, estaba presente de cuerpo, pero su cabeza trabajaba 24 x 7 en el oficio que lo apasionaba. Pero la admiración fue más fuerte, y los caminos se encontraron.

Leonor integra la Asociación Psicoanalítica Argentina, y se especializó en maternidad, parto y puerperio. Su faceta de analista se combinó a la perfección con el costado periodístico de su marido, y juntos hicieron Viale vs Viale, un programa donde la licenciada explicaba conceptos teóricos de algunos casos reales en un mano a mano con Mauro. También fueron compañeros en Mauro, la pura verdad, él como conductor, ella como columnista especializada. En cualquier caso, hacían su trabajo con la seriedad que los caracterizaba pero también daban muestras gratis de su relación de entrecasa, con chicanas, guiños y complicidades. Lo que sí guardaban para su intimidad, era la pasión amorosa -que a Mauro le daba pudor reconocer en público- y el estatus de abuelos babosos, esa cualidad que destacaban Ivanna -madre de Aarón y Luca- y Jonatan, papá de Rafael y Romeo. Esos nietos con los que Mauro aprendió a decir “te amo” y que se quedó con ganas de disfrutar más tiempo.

Leonor Viale hablando de su esposo Mauro

Ivanna siguió los pasos de su mamá y se recibió de psicóloga, aunque no tardó en trabajar como productora de su padre y con el tiempo llevó adelante su programa de radio y encaró su propio camino, con dos modelos y referentes bien a mano para seguir. Apasionado por el fútbol desde siempre, Jonatan no vivió la etapa de su padre en Fútbol de Primera, pero su curiosidad lo llevó a visitarlo muchas veces a sus programas de actualidad. Mientras tanto, recibía agresiones de otros chicos por ser el hijo de, eso que hoy conocemos como bullying, y que lo llevó a algunas peleas.El secundario no era fácil. Algún empujón, alguna joda de más... no está bueno, no hay que hacerlo. En un momento tocaban el honor de mi viejo y me volvía loco”, contó el periodista.

Aunque admiraba a su padre en silencio, Jonatan no quería saber nada con la profesión y profirió un interés por la tecnología que no se creyó ni él. Su pasión por la historia lo llevó a la carrera de Ciencias Políticas, hasta que su voracidad por estar informado, las ganas de decir las cosas y la admiración explícita o velada por Mauro, lo condujeron inexorablemente al periodismo. “Creo que combatí contra el hecho de ser periodista. No quería serlo, porque siempre decía que mi viejo no tenía vida y yo no quería eso para mí, contó cuando ya era una de las promesas de su generación, y se destacaba en Intratables y en Radio La Red. Y reconocía que trabaja como periodista 24x7.

Tres generaciones: Mauro, Jonatan y Romeo
Tres generaciones: Mauro, Jonatan y Romeo

“Nunca me dijo que quería ser periodista. Él empezó a trabajar en una radio chiquita haciendo un programa periodístico”, reveló Mauro, destacando con orgullo que su hijo hizo su propio camino en los medios. Y con quien se permitió enfrentarse en debates ideológicos y de estilo, sin que eso afecte los lazos sanguíneos. Por el contrario. Porque si algo no se hubiera perdonado este hombre que de joven pateaba las calles del barrio y se convirtió en un self made man, era que sus hijos no progresaran progresar de otra manera que no fuera en base a su esfuerzo y talento. Eso que les enseñó en el hacer y en el silencio, y que se transformó en su mejor legado.

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