El atentado olvidado de Montoneros: la bomba vietnamita que mató a 15 personas en un microcine y la historia del empleado traidor

Ocurrió el 15 de diciembre de 1976, hace hoy 49 años, en pleno centro porteño. Un fuerte explosivo dejó un impresionante tendal de muertos y heridos, mientras se desarrollaba una conferencia en una dependencia del Ministerio de Defensa

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El hecho fue tapa de
El hecho fue tapa de los diarios del día siguiente, como en este caso el del diario Clarín

Esa mañana, Ada Alicia Fantoni se había puesto un vestido nuevo, que según relató hace tiempo en una conferencia, era muy lindo. Así había ido a trabajar a la Subsecretaría de Planeamiento del Ministerio de Defensa, que funcionaba en un edificio en la calle Bartolomé Mitre 1471, en la ciudad de Buenos Aires.

Era la tarde del 15 de diciembre de 1976 y ocupaba una butaca en el microcine, en el tercer piso, donde el coronel ingeniero Carullo dictaba una conferencia sobre seguridad a empleados civiles y a militares de esa repartición del gobierno.

Minutos después de las 19 horas se desató el infierno cuando detonó una bomba que los especialistas describieron entonces como del tipo vietnamita, donde una potente carga de trotyl expulsó para todos lados una lluvia de proyectiles, clavos y trozos de metales, provocando un vendaval de muertos, quemados, heridos y mutilados.

José Luis Dios era empleado
José Luis Dios era empleado en esa dependencia de Defensa. Fue el que colocó el artefacto explosivo

Ada no tiene en claro quien la liberó de los escombros que la cubrían. Le quitó una silla con la que la joven se había enredado y la sacó del lugar. Tenía el vestido hecho jirones.

El lugar quedó totalmente destrozado y la onda expansiva afectó al piso inferior y a locales vecinos. Montoneros se adjudicó el hecho.

En ese año se habían registrado cuatro atentados que guardaban similitudes entre ellos. El primero fue el 2 de junio cuando por casualidad fue descubierto un artefacto explosivo oculto entre plantas frente a una formación de jóvenes aspirantes a la Escuela de Mecánica de la Armada. Un grupo de especialistas desactivó el explosivo.

La segunda detonó en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal el 2 de julio, dejando 23 muertos y ciento diez heridos. El tercero fue el 12 de septiembre cuando explotó una potente bomba con metales, clavos y bulones, impregnados de materia fecal, oculta en un auto cuando pasaba un colectivo con policías que venían de hacer adicionales en un partido de fútbol. Hubo nueve policías y dos civiles muertos en Rosario. Y el cuarto ocurrió ese fatídico miércoles 15 de diciembre.

Estado en el que quedó
Estado en el que quedó el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal, en la que se usó una bomba similar a la que estalló en el microcine

Las bombas usadas en esos atentados incluían clavos y trozos de metal y se activaban mediante temporizadores o por control remoto. Y en todos los casos hubo un traidor.

En las filas de atrás del auditorio se ubicó José Luis Dios, un empleado de 29 años, de profesión sociólogo. Era un hombre retraído, de pocas palabras, que hacía ocho años que trabajaba allí. Nadie imaginaba que, con quien compartían el almuerzo, un café o esas charlas triviales entre compañeros de trabajo, era un oficial montonero, cuyo nombre de guerra era “Gerónimo”. Como era una dependencia del Ministerio de Defensa, había un control en la entrada, y esta persona se la ingenió para ingresar, en distintas etapas y con paciencia, los componentes del explosivo.

En una entrevista posterior, el terrorista explicó que el atentado se realizó porque en esa conferencia se iba a tratar tácticas para la represión al movimiento obrero, y que además participaban varios militares estadounidenses.

El lugar quedó destruido, y
El lugar quedó destruido, y los heridos fueron derivados a distintos centros asistenciales

En el transcurso de la conferencia dejó la bomba debajo de su silla, lo que explica que muchos de los asistentes terminaron seriamente heridos en sus piernas. A los minutos de haberse retirado, se produjo una violentísima explosión. La fricción del aire provocó gravísimas quemaduras a los asistentes y provocó la destrucción del lugar. El montacargas del edificio quedó sepultado por los escombros y una nube de polvo no dejaba ver nada en la calle.

Enseguida, hombres y mujeres salieron del microcine con sus ropas destrozadas, con visibles signos de quemaduras y algunos con fracturas expuestas. Se mezclaban con un par de transeúntes que también fueron heridos.

Otros, con amputaciones violentas de algunos de sus miembros; graves quemaduras de piel y de las vías respiratorias, además de cortes y laceraciones, debieron ser auxiliados por los bomberos.

El comunicado sobre el atentado,
El comunicado sobre el atentado, publicado en la revista Evita Montonera, en el número 17 de 1977

El coronel ingeniero militar Andrés Fernández Cendoya es hijo del oficial retirado del mismo nombre y explicó a Infobae que el recuerdo que tiene de su padre en el hospital, que estaba lúcido, es que tenía su piel completamente negra, de la que sólo destacaban sus ojos.

Los heridos fueron trasladados a diferentes hospitales, como el Churruca, el Rawson, el Militar, el Instituto del Quemado y al Sanatorio Charcas. A los más graves, como el caso de Fernández Cendoya, los internaron en el Churruca. Cendoya, luego de una lenta agonía, murió 12 días después del atentado, el 27 de diciembre. Al día siguiente cumplía 55 años.

También fallecieron el coronel Alberto Mutto y el mayor Leónidas Ziehl, ambos de Ejército. En tanto, el vicecomodoro Reinaldo Gouarderes murió el 25 de diciembre. También de la Fuerza Aérea era el mayor Alberto Luchessi. De la Marina, murieron los capitanes de corbeta Julio Esquivel y Oscar Poggi. También perdieron la vida los primeros alférez Augusto Páez Torres y César Alvoni, ambos de Gendarmería.

Juana M. de Amorín Cardozo, Juana Elena Dacunha de Aballay, Luis Macagno, César Eluani, Osvaldo Tavares y Enrique Peme eran empleados civiles que perdieron la vida allí.

Marcela es la hija del vicecomodoro Reinaldo Gouarderes, que entonces estaba retirado. Se trataba de un experimentado piloto de caza con 22 mil horas de vuelo, un apasionado de la aviación y de su trabajo. En 1975, un amigo lo había convocado para que se sumase al equipo de trabajo en la subsecretaría.

Ese día a su familia le llamó la atención que estuviera retrasado. Tenía el hábito de regresar a las ocho de la noche, y dos horas después, mediante un llamado telefónico, se enteraron de la peor noticia. Tenía el cuarenta por ciento del cuerpo quemado y fue internado en el Argerich.

Durante su agonía de diez días, pedía una y otra vez que apagasen las luces, que le molestaban, pero la habitación estaba completamente a oscuras.

Su viuda, Elba Giménez, de 44 años y con cinco hijos para criar, se incorporó a Famus (Familiares y amigos muertos por la subversión), y organizó misas y charlas para recordar a su marido.

Marcela recuerda que su padre siempre fue muy presente y contenedor y que juntos leían las historietas que se publicaban en las revistas Tony y D’Artagnan. Ahora, la mujer brega para que se escuche la voz de las víctimas y para que haya una memoria completa. Siendo chica -ella tenía diez años cuando fue el atentado- recordaba que en el frente del edificio habían colocado una placa de bronce enorme con los nombres de las víctimas y que cuando gobernó el kirchnerismo fue retirada. Marcela supone que lo mismo ocurrió en otras dependencias oficiales.

Fernández Cendoya contó que la operación fue planeada por el aparato de inteligencia de Montoneros, encabezado por Rodolfo Walsh, y que José Luis Dios pertenecía al Pelotón de Combate “Norma Arrostito”. También aseguró que el terrorista fue premiado por la organización siendo nombrado secretario de prensa y propaganda de la Columna Norte. En sus orígenes había militado en la Juventud de Trabajadores Peronistas en Lomas de Zamora y fue abatido el 9 de septiembre de 1977 en un enfrentamiento con la policía frente al Club San Andrés, en la localidad del mismo nombre.

El militar alertó que, a pesar de haber muerto en un tiroteo, el Parque de la Memoria homenajea al responsable del terrible atentado que hizo que para los sobrevivientes y los familiares de las víctimas la vida ya no volviese a ser la misma.