Cuando Pablo Rovedatti decidió que su vida necesitaba un giro radical, no solo vendió sus negocios, su auto y su camioneta. También decidió trasladar su propia casa al lugar de sus sueños; a unos 500 kilómetros de distancia de Lehmann, el pueblo santafesino donde se crió. Esa drástica decisión la tomó luego de una serie de reveses financieros, frustraciones laborales y una necesidad urgente de reencontrarse con una forma de vida más simple.
Antes de la mudanza, Pablo tenía una carpintería con locales también en Rafaela y Sunchales. Producía y vendía muebles, sillas y sillones. Su negocio creció durante algunos años, incluso gracias a programas como el plan Ahora 12, que incentivaron el consumo en cuotas. Pero la expansión trajo consigo dificultades.
“Me fundí trabajando. Me fue mal con la mueblería, con los bancos, con el sistema”, explicó a Infobae. La AFIP le impuso una multa millonaria por excederse en las facturaciones, lo que derivó en embargos y el cierre de sus cuentas.

“Nos cortaron las piernas”, resumió Pablo al reconocer que estuvo mal asesorado en materia impositiva. Y tras años intentando sostener el negocio en medio de crisis económicas y cambios normativos, decidió cerrarlo por completo.
La idea de mudarse venía flotando hace tiempo, pero parecía “algo soñado, totalmente desproporcionado a la realidad”, dijo. Sin embargo, tras la pandemia comprendió que no estaba satisfecho. “Cerré porque no estaba haciendo lo que me gustaba. Le dedicaba todo el tiempo al trabajo y nada a vivir”, remarcó.
La semilla del cambio germinó con videos inspiracionales sobre nuevas formas de vida. Junto a su esposa miraban contenidos sobre construcciones modulares y vida en la montaña. Pero la señal de dar el paso decisivo surgió cuando descubrieron Villa Yacanto, en el Valle de Calamuchita, durante las vacaciones de 2022. “Nos enamoró a todos. A mí me pegó dos piñas en la pera. Dije: ‘yo me quiero venir’”, contó.

Sin terreno ni certeza de futuro, Pablo decidió empezar por la casa. La construyó en un galpón, con estructura de acero, revestida en fibrocemento por fuera y durlock por dentro. Tenía en mente las casas de una empresa cordobesa, pero los precios eran inaccesibles. En cambio, optó por hacerla él mismo.
Armó tres módulos -cada uno de 6 por 3 metros- y los completó en tres meses y medio. “La vivienda pesa más de ocho toneladas y media y la armé en tiempo récord”, se enorgulleció. Al finalizarla, se enfrentó al desafío de encontrar un terreno en Villa Yacanto. El que le había gustado a toda la familia estaba a dos kilómetros del pueblo, en medio de la montaña.
Lo que no tuvo en cuenta antes de comprarlo es que cuando quiso armar su casa modular en ese en lote se encontró con que los camioneros le dijeron que era imposible acceder con toda carga hasta ese lugar debido al peso, las dificultades del camino y la topografía. Fue entonces cuando recurrió, desesperado, al vendedor del terreno. “Che, loco, mirá, me está pasando esto”, se sinceró. Y el hombre, sorprendido por la urgencia y el contexto, le prestó un lote en el pueblo para que pudiera dejar provisoriamente allí la vivienda.

La casa modular fue cargada en dos camiones desde Lehmann, y enviada a Córdoba en agosto de 2022. “Salimos a las 4 de la mañana y llegamos a la noche. Montar la estructura en el centro fue un despiole. El municipio se acercó y me dijo: ’Esto no se puede hacer así‘. Tuve que presentar los planos, que ya tenía porque me traje la casa con permisos de Vialidad Nacional, para poder hacer todo legalmente”, explicó.
Posteriormente, en diciembre de 2022, Pablo trasladó la casa por segunda vez, esta vez a su lote definitivo en el barrio Villa Vinito, dentro de Yacanto. La mudanza se realizó el 24 de diciembre, justo antes de la Navidad, y coincidió con su cumpleaños número 46.
Pero la alegría duró poco al comprobar que el nuevo terreno que había comprado estaba dentro de un pantano, por lo que debió rellenarlo, hacer estudios de suelo y elevar la casa un metro para evitar inundaciones.
La primera noche en su nuevo hogar fue extrema: llovieron 120 milímetros en 43 minutos. “Estábamos en una isla del Pacífico. No sabíamos si reír o llorar. Pero la casa resistió. Era un pantano de verdad”, recordó.

Durante meses, Pablo trabajó para convertir ese terreno en un lugar habitable. “Rellenamos con 81 camiones de tierra y escombros, y elevamos la casa un metro. El agua seguía pasando, pero al menos ya no nos invadía”, remarcó.
Pablo instaló los módulos de su casa de modo tal que el espacio interior se sintiera amplio. Puso uno por delante, y dos por detrás. “Nada que ver con un contenedor. Acá tenés casi tres metros de altura interior. Eso cambia todo”, afirmó. Uno de los dormitorios tiene 3,5 x 3 metros, el baño 1,80 x 1,80 y otro dormitorio, el de sus hijos, mide 5,40 x 3 metros. “Todo está optimizado para aprovechar el espacio. La cocina comedor es grande, cómoda. Lo único que traje conmigo al principio fue la estructura. Todo lo demás lo fui armando acá”, enfatizó.
Con el tiempo agregó un deck, una parrilla, una pequeña pileta, una salamandra para calefaccionar en invierno, y una huerta donde cosecha tomates, calabazas, zapallos, rúcula, albahaca y frutillas.
Por el momento, Pablo reside solo en Yacanto de Calamuchita. La mudanza de su mujer y sus cuatro hijos aún no pudo concretarse debido a compromisos educativos, laborales y logísticos que los retienen en Santa Fe.

Su esposa y su hijo menor, Vittorio, de 8 años, todavía viven en la casa familiar de Lehmann. “Estamos en un período de transición. Fue todo tan rápido y abrupto que todavía no logramos resolver a tiempo todos los aspectos necesarios para vivir juntos”, precisó.
Milena, de 23 años, estudia Medicina y vive en Córdoba Capital; Tomás, de 19, ya tiene su propio espacio; y Gino, de 17, está por terminar el colegio. “Todavía andamos como cada uno por su lado”, reconoció. Así que desde la llegada de Pablo a Yacanto, su familia alterna estadías y vacaciones en la nueva casa, mientras preparan el alquiler de su vivienda en Lehmann.
En las sierras cordobesas Pablo reconvirtió su oficio. Ahora fabrica casas modulares y realiza también construcciones tradicionales. “Lo que aprendí fue trabajando. Hablé con ingenieros, fui a fábricas en Córdoba y Mendoza, hice cursos, me interioricé”, explicó. Su propia casa se volvió su carta de presentación y su sustento. Para ello creó Diseño R Constructora.

En paralelo, junto a su esposa proyectan otros emprendimientos, como un pequeño negocio de viandas, cría de gallinas ponedoras y venta de huevos, cuando ella finalmente se instale en el pueblo cordobés.
“Esta locura tuvo muchas trabas. Pero yo creo que el que sueña en grande tiene que estar dispuesto a dejarlo todo”, reflexionó. Después de años de desgaste económico y búsqueda personal, Pablo está a solo un mes de lograr su objetivo: que su familia viva en la casa que construyó con sus propias manos y que transportó más de 500 kilómetros para reinventar su vida desde el barro y la montaña.
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