La activista vegana que les da una nueva vida a gallinas, vacas, chanchos, caballos y perros

En el Día Mundial del Veganismo, Infobae habló con Roxana Barrionuevo, una mujer que encabeza salvatajes de animales. Su experiencia y como hizo para convertirse en una de las rescatistas más reconocida de Argentina

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Roxana Barrionuevo dejó de comer animales hace 22 años: durante 10 años fue vegetariana y desde hace 12 es vegana. En este tiempo se convirtió en una de las rescatistas más reconocidas del país
Roxana Barrionuevo dejó de comer animales hace 22 años: durante 10 años fue vegetariana y desde hace 12 es vegana. En este tiempo se convirtió en una de las rescatistas más reconocidas del país

En la casa de la infancia de Roxana Barrionuevo, en Buenos Aires, amaban a los perros, gatos y caballos. Su mamá rescató a muchos de los que fueron parte de la familia, pero pese a ello, se comían a diario a otras especies animales.

En mi casa si no había ‘carne’, no había comida”, cuenta y aclara que no suele usar el termino carne “porque despersonaliza la realidad de consumir un animal que no quería morir”. Pero así fue criada. “Con esa disociación entre los animales que amamos y los que nos comemos, porque uno no piensa y te enseñan a no ver, a naturalizar la violencia que ejercemos sobre los demás animales al punto de no conectar que el mismo sufrimiento que siente el perro amado lo sienten todos los animales que llegan al plato. Nos preparan para ser ciegos a esa realidad”, asegura la mujer de 52 años que de pronto recuerda cómo y cuándo todo lo que creía establecido cambió para siempre.

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Un viaje en colectivo, una computadora y una decisión para toda la vida

Iba camino a la facultad cuando al lado del colectivo se paró un camión con vacas. Se detuvo en ellas y las miró como jamás antes lo había hecho: “Quedamos casi a la misma altura, las miré a los ojos y no hizo falta nada mas, no fue necesario una explicación, solo me hundí en esas mirada y como nunca antes en mi vida, sentí muchísima tristeza y resignación. Tenía unos veinte años, veintipico, y recuerdo que apenas llegué a mi casa, conté lo que pasó. ‘¡No quiero más comer animales!’, dije. Mi mamá no sabia qué darme, en ese momento no había información, así que luego de pasar días comiendo ensalada y puré, tuve que volver a comer animales, pero ya no era lo mismo. Algo en mi había despertado y no iba a parar de crecer… Con el tiempo aprendí a cocinar vegetariano y un mundo nuevo se abrió frente a mi. Fueron diez años en los que todavía consumía lácteos, por desconocimiento de lo que pasaba en esa industria, pero cuando tuve mi primera computadora comencé a ver documentales sobre los tambos y las granjas, empecé a leer sobre veganismo y ahí finalmente todo se conectó. Dije ¡basta!, pero definitivamente. Ya no quise formar parte de aquella violencia y sufrimiento. Me hice vegana”.

Roxana Barrionuevo es una de las activistas que rescató unas dos mil gallinas de una planta avícola que las había abandonado sin agua ni comida y les dio una nueva vida
Roxana Barrionuevo es una de las activistas que rescató unas dos mil gallinas de una planta avícola que las había abandonado sin agua ni comida y les dio una nueva vida

Para mi, ser vegana es mucho más que no comer animales. Es una clara posición política no partidaria contra el abuso y la explotación de los demás animales; es una idea, una convicción contra la injusticia y la opresión. Esa idea llevada a la acción es el hecho de no participar con nuestro consumo a esas practicas, no usar animales en ningún ámbito, es poder tener una mirada más allá de los animales con los que nos rodeamos habitualmente y que entendemos que sienten y sufren, y darles la misma consideración moral a todos los demás animales”, define cómo vive y siente al veganismo desde hace 12 años.

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Emocionada vuelve a aquellas primeras miradas a los ojos de unas vacas y de los miles de animales que siguieron. “El shock que se siente cuando se comienza a ver con los ojos de la empatía es enorme, el darse cuenta de todo lo que antes no se vio, de todas las preguntas que no nos hicimos es tan grande que el primer deseo es contárselo a todo el mundo porque, al menos yo, sentí que el daño que causamos es tan grande que no alcanza con el cambio individual (aunque ese sea el primer paso) sino que se necesita más. Así me hice activista”.

Ese camino lo inició colaborando en campañas de diferentes agrupaciones aunque admite que siempre se consideró independiente. “Me di cuenta que el activismo tampoco alcanzaba y me volví rescatista. Esto no es algo que uno planea como una carrera en la facultad, esto aparece cuando la empatía inunda el corazón, cuando pasás por el lado de un animal indefenso que nadie más ve y sabés que si parás y lo ayudás eso marca la diferencia entre su vida y su muerte”.

En el mayor rescate de animales hasta 2016. Unas dos mil gallinas pudieron vivir una nueva vida
En el mayor rescate de animales hasta 2016. Unas dos mil gallinas pudieron vivir una nueva vida

Ya en ese camino, unos días antes de la Navidad de 2016, recibió un llamado de alerta que cambió aún más su vida. “Nos avisaron que había millones de gallinas agonizando por el cierre de una planta de Cresta Roja, donde habían pasado semanas sin agua, ni comida. Inmediatamente, con otros compañeros y ONG’s organizamos el que fue hasta ese momento, el mayor rescate de animales en Argentina: más de dos mil gallinas fueron rescatadas del más absoluto abandono, en medio de un calor abrasador”, recuerda.

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Para la técnica máster en uñas y que también se destaca en las redes sociales por su trabajo que refleja en el perfil @manosdehadasoficial, participar del rescate de un animal es algo que todas las personas pueden hacer. “Si pudieran ver el sufrimiento tal como lo veo cada vez que me involucro en un rescate, estoy segura de que muchos cambiarían sus hábitos. Uno no hace un curso para ser rescatista, no, solo se acciona; por eso, cualquiera puede comprometerse y tratar de ayudar”, asegura y aclara que su vida es similar a la de cualquier otra persona.

“Yo tengo mi trabajo, un marido, un hijo y una vida como cualquiera. No es que no hago nada y solo me dedico a rescatar animales como si fuera mi una actividad. Tengo que trabajar como cualquier persona para comer, por eso cuando muchas veces leo en las redes la frase ‘¡Que alguien haga algo!’, en referencia a un animal herido o golpeado, pienso: ¡Vos sos alguien! ¡Comprometete! Ayudá y si después hace falta, pedí ayuda que hay una cadena de gente que está atenta para ayudarse, pero en la urgencia estás vos que pasaste por ahí o que sentís los gritos y los golpes”, alienta a que otros se animen.

"Liberá a tus esclavos", pide la remera de Roxana en uno de los últimos activismos del que fue parte
"Liberá a tus esclavos", pide la remera de Roxana en uno de los últimos activismos del que fue parte

En ese sentido, sigue: “Todo el esfuerzo, el cansancio, el agotamiento emocional que implica involucrarse en casos durísimos valen la pena cuando ves a ese animal recuperado, libre ¡y feliz! Esa mirada que ya no muestran miedos y demuestran esperanza porque pasaron a ser seres tratados como individuos y no como cosas. Y eso, ¡vale todo!”.

El veganismo como posición política

Hay quienes dicen que no hay decisión más política que aquella que determina qué ingresa al propio plato, y bajo ese concepto es que también nació el veganismo como movimiento y con esa palabra, allá por 1944. Esto se afianzó el 1 de noviembre de ese año cuando se creó la Vegan Society en Inglaterra. Días después, salió el primer periódico para informar sobre el veganismo, The Vegan News.

La etimología de la palabra “veganismo” proviene del término inglés vegan, que a su vez deriva de vegetarian (utilizando las tres primeras y las dos últimas letras) a fin de diferenciarse de quienes no consumían carnes, pero sí productos lácteos. El término obedeció a la convicción del considerado “padre” del movimiento, Donald Watson.

"Todos somos animales", dice el cartel que la activista muestra al público mientras habla detrás del megáfono
"Todos somos animales", dice el cartel que la activista muestra al público mientras habla detrás del megáfono

Pese a la ya larga historia, se sigue considerando al veganismo como “una moda” o, peor, como una simple dieta ajena a los derechos de quienes en realidad defiende. “No podemos pretender un mundo mejor y sin violencia si no comenzamos por dejar de formar parte de la cadena de explotación y violencia más grande que existe: la explotación animal. Esta está en la industria cárnica, en los laboratorios, en los zoológicos y en acuarios, etc. Cada día hay más información, más opciones y menos excusas para entender que todos valoramos nuestra libertad y nuestros intereses de vivir y no ser explotados. No se trata de irse a vivir a la montaña a ordeñar almendras -bromea-, todo lo contrario: cada día desde tu lugar podés sumar tu granito de arena para que éste mundo sea un lugar donde los animales sean considerados y respetados”.

En ese sentido, compara: “Esa idea de superioridad que en teoría nos avala y nos hace avasallar los derechos de los demás animales, es la misma idea que ha traído las masacres más grandes en la historia de la humanidad, es la misma que avalaba la esclavitud humana y el sexismo”.

Asimismo, se refiere a los mitos en torno del veganismo: “Todos están alentados por el mismo sistema que basa sus negocios en la explotación animal y que no tiene ningún interés en que esto se termine, pero la realidad no se puede tapar, cada vez más gente se vuelve consciente y empática, y exige productos sin animales. Este es un movimiento imparable que tiene un argumento muy fuerte: asesinar está mal. Es un llamamiento a ponerse en el lugar del otro y no hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran. Y estos cambios, como todos los de la historia, lo generan las minorías que luchan, que alzan su voz contra las acciones injustas”.

Desde ese lado, habla también de los derechos de los animales. “Ellos no tienen organismos que defiendan sus derechos, sobre todo los que son vistos como objetos de consumo. Solo hay planificaciones de bienestar animal que no es más que buscar la mejor forma de asesinarlos y explotarlos. ¡Eso tiene que terminar!”, exige.

Roxana junto con una de las chachas que rescató
Roxana junto con una de las chachas que rescató

En su camino, Roxana unió a su causa madre las necesidades de su trabajo. “Ahora, los productos con los que trabajo están certificados como cruelty free y apto vegano. Y lograr algo similar lo puede hacer cualquiera hablando en la escuela, en la colonia, en el entorno y mostrando que se puede vivir de otra manera, que la gente entienda que lo vegano no es privativo sino que es liberador. El activismo se lleva a cabo de muchas formas no es solo una pancarta y un megáfono en la calle”, asegura.

Actualmente, junto con algunas organizaciones que velan por los derechos de los animales, participa de un gran rescate de animales de distintas especies. “Por cuestiones legales no puedo dar mucha información, pero que seguramente será el que siente precedentes a nivel rescate, organización y también legal”, anticipa.

Para ella, “hacernos veganos es lo mínimo que podemos hacer por los demás animales”. “Podemos sentir que nuestro placer no puede valer más que sus vidas, siempre podemos apostar a generar el menor daño posible, tenemos esa responsabilidad. Me esperanzo pensando en que las futuras generaciones vienen con otra conciencia, el cambio es inexorable y debemos hacerlo, debés hacerlo. Si no sos vos, quién; si no es ahora, cuándo. Te invito a ser parte del cambio”, finaliza.

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