Parí a los 27 años. Una noche de tormenta, antes de la fecha que la ciencia había previsto. Fui la primera del grupo de amigas, de primas y conocidas. Durante meses esperé con miedo el dolor del parto. Un parto que finalmente no fue una gran experiencia. En una clínica muy paqueta, me ataron para que el médico hiciera lo suyo sin percances. El mismo médico que en algún momento del pujo se montó sobre mi panza para obligar al niño a bajar, hasta que lo sacó del canal con las tenazas más grandes que vi.
Los recuerdos de aquello que mucho tiempo después reconocí como violencias se entreveran en mi memoria con una conversación eterna con la partera. Cuando vuelvo al parto todavía siento que escucho el parloteo de fondo. Durante toda la noche la partera me habló. Encadenaba temas, hacía preguntas una detrás de otra. Por ejemplo, quiso saber por qué llamaría a mi hijo Ernesto. Se reía y me invitaba a reír imaginando al crío patilludo y con barba. Chicaneaba con cariño, intentando que las palabras me llevaran lejos de la intensidad de mi cuerpo dolido que trabajaba para dar vida.
Los relatos de partos circulan. Narraciones sobre los orígenes que se transmiten, que se comparten entre generaciones. Las historias las nombran: según el país o la época serán parteras, matronas, comadronas, midwives, obstétricas o licenciadas. Se nombran porque están ahí, formando parte de las historia, aunque hayan sido históricamente excluidas.
“Se desconoce cuáles son las incumbencias actuales que otorga el título de licenciada o licenciado en Obstetricia. Entonces se menosprecia la profesión, denigrándola y encasillándola como técnicas de colaboración. Cuando en realidad es una carrera de grado universitario que, en las legislaciones provinciales actualizadas, se reconoce como profesión autónoma para ejercer en todo el ámbito de la salud sexual y reproductiva y en todas las etapas del ciclo de vida de las mujeres”, dice fuerte y claro Alicia Cillo, presidenta del Colegio de Obstétricas de la Provincia de Buenos Aires.
Datos que hablan, inversiones que urgen
Mejorar la salud materna y neonatal es una de las agendas inconclusas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y sigue siendo un área de alta prioridad en la era de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En línea, la Estrategia mundial para la salud de la mujer, el niño y el adolescente (2016-2030), presentada por el Secretario General de las Naciones Unidas, destaca la importancia de la salud y el bienestar de todas las mujeres, niños y adolescentes, incluido el acceso a intervenciones esenciales y una fuerza laboral sanitaria eficaz. Específicamente, se entiende como un índice crítico de progreso la “proporción de partos atendidos por personal calificado”.
Estos ejes dan cuenta de cómo fue aumentando en la última década la toma de conciencia sobre el rol y la capacidad de las parteras para contribuir a la agenda global.
Así, la Organización Mundial de la Salud insiste en recomendar los modelos continuos de atención impulsados por parteras y parteros para los cuidados prenatales, del trabajo de parto y del parto. Y en 2014, la partería se reconoció en el Plan Estratégico 2014-2017 del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) como un indicador clave de la salud materna. En el plan 2018-2021 fue parte fundamental también.
Mariana Isasi, oficial de enlace del UNFPA en Argentina, comparte con Infobae algunos números: “Existen sobradas evidencias que muestran que cuando las obstétricas son incluidas con un rol relevante en las políticas de la salud sexual y salud reproductiva se logra avanzar en metas difíciles como son la reducción del embarazo no intencional en la adolescencia o el acceso a la anticoncepción post parto y post aborto. Se considera que las obstétricas tienen la capacidad de brindar el 87% de los servicios esenciales de salud sexual, reproductiva, materna y neonatal que necesitan las mujeres y los recién nacidos en cualquier entorno. Además, pueden prevenir el 83% de las muertes maternas, los mortinatos y las muertes neonatales”.
Otros datos incluidos en el informe sobre el Estado de las Parteras en el Mundo, que UNFPA publicó en el marco del Día Internacional de la Matrona, señalan que una cobertura universal de las intervenciones de partería para 2035 salvaría, aproximadamente, 4.3 millones de vidas por año.
Ley con olor a naftalina
Pero mientras el mundo reorganiza prioridades y protagonismos, a contramano el ejercicio profesional de la obstetricia en Argentina se enmarca en una ley que tiene… 54 años.
En 1967, y con el visto bueno del presidente de facto Juan Carlos Onganía, se aprobó la Ley Nacional 17132 que define a las obstétricas como meras “colaboradoras de la medicina” y solo hace referencia a la atención del embarazo, parto y puerperio.
Desde el área de Ginecología y Obstetricia de la Dirección de Salud Perinatal y Niñez del Ministerio de Salud de la Nación, Carolina Nigri explica cómo interfiere la vigencia de una legislación obsoleta: “Según la ley que regula nuestro ejercicio profesional a nivel nacional somos colaboradoras del médico, por lo tanto estaríamos restringidas a desarrollar con libertad nuestro accionar. Pero las y los licenciados/as en Obstetricia poseemos conocimientos científicos que nos permiten realizar con total autonomía las incumbencias que nos otorga el título de grado académico, y que las universidades expiden desde hace casi 20 años”.
Existen 14 universidades públicas y privadas que dictan la carrera en el país, acreditadas ante la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU). Es una formación superior de entre cuatro y cinco años, a los que se suman las residencias y las prácticas hospitalarias.
“Las habilidades y destrezas que se desarrollan durante la formación de grado en su mayoría no condicen con el desempeño profesional esperado. En la Universidad de Buenos Aires, las alumnas y alumnos de la Licenciatura en Obstetricia cursan 44 asignaturas, realizan prácticas con simuladores y prácticas hospitalarias asistidas en centros de salud desde el primer año de la carrera. Pero es durante esas prácticas que conectan con que no van a poder trabajar bajo las competencias en las que se formaron. Se desilusionan por el sometimiento a los médicos y la dependencia de sus firmas para indicar hierro, ácido fólico o una simple vacuna. Entonces desestiman el estudio y abandonan. En la UBA, abandona el 50% de las alumnas que ingresan a la carrera”, detalla a Infobae Claudia Negri, a cargo de la Sección de Obstétricas del Hospital de Agudos José María Ramos Mejía y directora de la Licenciatura en Obstetricia de la Universidad de Buenos Aires.
Un proyecto que pide pista
En 2019, la Cámara de Diputados aprobó por amplia mayoría ─167 votos a favor, tres abstenciones y una oposición─ el proyecto de ley “Ejercicio Profesional de las/os Licenciadas/os en Obstetricia”, con el objetivo de actualizar y sincerar las funciones que las y los profesionales en obstetricia cumplen en los equipos de salud.
Fue la séptima presentación en los últimos 14 años. Pero el proceso se trabó en el Senado. Desde mayo de 2019 el expediente espera dictamen de las Comisiones de Salud y de Legislación General. A fines de 2021 perderá estado parlamentario… y habrá que volver a empezar.
Para Isasi, el contexto de pandemia reconfirma la urgencia: “Los recursos humanos vinculados con la salud se encuentran colapsados, por eso sería fundamental contar con las obstétricas atendiendo a las mujeres, las adolescentes, niñas y niños con todos los saberes para los cuales han sido formadas. En Argentina, la mayoría de las mujeres y personas gestantes siguen usando métodos anticonceptivos de corta duración ─pastillas, inyectables mensuales o preservativos─, lo cual obliga a ir con cierta regularidad a la farmacia o al centro de salud. Las obstétricas han colaborado en otros países para que, a través de la consejería de calidad, más personas conozcan los beneficios de métodos de larga duración como el implante o el DIU, y puedan optar por ellos”.
El texto del proyecto cuenta con el apoyo de organizaciones representativas del sector, como la Asociación Argentina de Perinatología, Asociación Civil de Carreras de Licenciaturas en Obstetricia de la República Argentina, Consejo Superior del Colegio de Obstétricas de la Provincia de Buenos Aires, Federación de Obstétricas de la República Argentina, Federación Argentina de Medicina General, y la Confederación Internacional de Matronas (ICM, por sus siglas en inglés).
Con un enfoque social preventivo, se establece que las y los profesionales obstétricas/os podrán asesorar e indicar, colocar y retirar métodos anticonceptivos, prescribir medicamentos de uso obstétrico, solicitar estudios de laboratorio y por imágenes, indicar las vacunas recomendadas según la edad y durante el embarazo, pesquisar las infecciones de transmisión sexual y el cáncer de cuello uterino para la derivación oportuna a especialistas, atender embarazos de bajo riesgo durante toda la gestación y promover la lactancia materna, entre otras facultades.
“Nuestra profesión respeta y hace cumplir los derechos humanos de las personas usuarias desde una perspectiva de géneros. Si se aprueba la ley se verán garantizados estos derechos, sobre todo los que tienen que ver con la salud sexual y reproductiva muchas veces vulnerados. Las licenciadas en Obstetricia somos la ‘voz de las mujeres y de otros géneros’”, declara orgullosa Cillo.
En Reino Unido, Canadá y Chile, las midwives y matronas debidamente entrenadas se constituyen en personal calificado para la colocación y remoción de DIUs e implantes sub-dérmicos. Y en Suecia las obstétricas proporcionan la mayor parte de estos servicios.
Cillo también explica cómo una regulación nacional de las competencias aportaría a disminuir inequidades regionales: “Hoy, en el primer nivel de atención de muchos centros de salud, las personas usuarias se encuentran penando hasta que un médico suscribe la receta que indicó un profesional en Obstetricia”.
Como nunca antes, el escenario global de crisis de salud actualiza el rol fundamental de agentes sanitarios especializados y la importancia de revalorizar sus tareas. Como nunca antes, apremia que el Senado se haga eco de un reclamo conjunto y avance en la sanción de una ley marco que permitirá resarcir una enorme deuda con el colectivo de profesionales en obstetricia.
No viví un gran parto. Quizás por eso, fue mi único parto. Pero con seguridad, fue una gran conversación.
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