Quién fue el militar, funcionario y político que nunca hizo “sarasa”

Popularizado en el argot porteño como sinónimo de hablar sin decir nada, Saturnino Lorenzo Saraza fue un porteño que votó por la destitución de Cisneros, peleó con Manuel Belgrano y hasta se las vio feas cuando había sido acusado de colaborar con los españoles.

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Para la Real Academia Española, “sarasa” refiere a hombre afeminado; para la Academia Argentina de Letras es hacer polvo. Un pueblo del partido bonaerense de Colón lleva ese nombre, en honor al apellido de la madre de su fundador, y dos calles y una escuela se denominan así.

Pero en esta oportunidad, nos quedaremos con uno de los Saraza -con “z” o a veces lo encontramos con doble “s”- que hizo más historia en el país (porque también los hubo en el extranjero).

Saturnino José Lorenzo Saraza Martínez Tirado venía de una familia acomodada de Buenos Aires. Su padre español había llegado al Río de la Plata alrededor de 1755. Nació el 12 de agosto de 1760 y a los 30 años se casó con María de Herrero y Cossio. Su primer empleo fue como miembro del Real Consulado de Comercio, una institución que regulaba el comercio, que dependía directamente de la corona española y cuyo secretario era entonces el joven Manuel Belgrano que recién había regresado de Europa donde se había formado en leyes.

Como muchos de los vecinos, comenzó su carrera militar en 1806 con las invasiones inglesas. Según la Academia Nacional de la Historia, cuando Santiago Liniers lo creó en septiembre de ese año, pasó a integrar la Legión de Patricios Voluntarios Urbanos de Buenos Aires, que se convertiría en el Regimiento de Patricios. En esa unidad fue ascendido a capitán.

Saturnino Lorenzo Saraza, protagonista de una  parte de la historia. Su apellido se asocia con un sentido contrario a lo que fue su vida (Gentileza sanjuanalmundo.com)
Saturnino Lorenzo Saraza, protagonista de una parte de la historia. Su apellido se asocia con un sentido contrario a lo que fue su vida (Gentileza sanjuanalmundo.com)

En su condición de vecino propietario y calificado, participó del cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, y votó por la destitución del virrey Cisneros, acompañando el voto del jefe de su regimiento: “Que se conforma igualmente con el voto del Sr. D. Cornelio Saavedra, y que el caballero Síndico Procurador General tenga voto decisivo”, se lee en las actas.

En el ejército de Manuel Belgrano que realizó la campaña al Paraguay, integró la cuarta división con el grado de teniente coronel. Peleó en los combates de Paraguarí el 19 de enero de 1811 y en el de Tacuarí el 9 de marzo de ese mismo año. En éste último, fue tomado prisionero junto a otros 195 hombres y canjeado al año siguiente luego de gestiones ante el virrey español de la Banda Oriental, Francisco Javier De Elío.

En 1812, fue nombrado teniente gobernador, donde se ocupó de dictar reglamentos sobre la explotación de minas, realizó el primer censo, ordenó las cuentas, mejoró los caminos y durante su mandato su viejo jefe de Patricios, Cornelio Saavedra fue un huésped obligado cuando fue desterrado de Buenos Aires. En septiembre de 1813, a un grupo de vecinos, encabezados por Francisco Narciso de Laprida a oponerse a su gestión y lo acusara de conspirar con los españoles. Sin contar con apoyo político, a duras penas pudo dejar la provincia mientras que se le sustanció un proceso que determinó su inocencia. Fue repuesto en el cargo al que finalmente renunció en enero de 1814.

En el medio había vuelto a casarse, con María Felipa Moyano.

Durante un tiempo, fue miembro del cabildo de Mendoza. Una ciática que arrastraba desde la época en que batallaba con Belgrano lo hizo rechazar el ofrecimiento del cargo de teniente gobernador de La Rioja y pidió permiso para residir en la ciudad de Buenos Aires, donde vivió ajustadamente gracias a una pensión militar. Falleció el 26 de septiembre de 1835.

Desde 1904 hay una calle en la ciudad de Buenos Aires que lleva su nombre; en San Juan una escuela y una calle también recuerdan a quien nunca se imaginaría que su apellido quedaría asociado con el sanateo al que muchos nos tienen acostumbrados. Y eso sí que no es verso.

Fuentes: Academia Nacional de la Historia; Actas Capitulares de mayo de 1810; Diccionario Real Academia Española

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