"Queridos hermanos y hermanas: hoy nos hemos reunido en este… Aeroclub ¡ja ja ja!": así inició, entre risas, el cura el casamiento tan particular de Mariana y Roberto.
Roberto Buonocore (44) es abogado y Mariana López (43), médica. Ella es de Laprida, en provincia de Buenos Aires, y él de Mar del Plata. Los dos son, además, pilotos comerciales, fanáticos de la aeronáutica y recorren el país con festivales de acrobacia. En uno de esos shows se conocieron, se enamoraron y este año tomaron la decisión de casarse.
Como la pasión por los aviones los unió en la ciudad balnearia y selló su amor -la casa que comparten, cuentan, está llena de decoración alusiva- decidieron que su casamiento no podía desligarse de esa cuestión.
Es por eso que hace dos semanas celebraron una "aeroboda" en el Aeroclub de Mar del Plata: llegaron a la celebración por el aire, cada uno en una avioneta, realizando acrobacias y figuras en el cielo en medio de un hermoso atardecer. Luego, tuvieron la ceremonia religiosa y un brindis en el hangar donde guardan su avión.
Para lograr esa fiesta tan atípica, sin embargo, debieron dejar de lado algunas de las tradiciones de los casamientos. Para empezar, Roberto tuvo que ver a la novia antes de la ceremonia, porque los dos tuvieron que esconderse de los invitados en la confitería del Aeroclub antes de su vuelo.
"Nos sacaban fotos porque era muy raro ver dos aviones de acrobacia en la plataforma y dos novios, de esmoquin y vestido, a punto de volar. Normalmente volamos con trajes antiflama pero incluso el piloto que llevó a Mariana también estaba de traje", cuenta Roberto a Infobae. "Era bastante extraña toda la imagen".
Así fue que Roberto, en un Jack 55M ruso, y Mariana, en un Extra 330 LC (llevada por Sergio Mariñas, un piloto amigo), volaron por el cielo para dar inicio a su casamiento mientras un tenor cantaba para los invitados y daba el marco perfecto al cielo anaranjado donde la pareja dibujó diferentes figuras.
"Como es nuestra actividad acrobática, siempre dependemos del clima. Si bien estaba todo saliendo a la perfección, el pronóstico nos daba que iba a llover justo en el horario de la ceremonia. Si venía una tormenta con piedras teníamos que desarmar todo y meter los aviones de amigos que habían puesto detrás del altar para iluminar la ceremonia", explica él. "Hasta el último segundo estuvimos con ese tema meteorológico".
Como les pasa siempre en los festivales, dicen, estar pendientes de tantas cosas a veces no deja lugar para relajarse. El día de su boda hasta tuvieron que adelantar el despegue para escaparle a la lluvia. Sin embargo, cuando los dos rodaron frente a los invitados y se despegaron del suelo mientras caía el sol, ambos pudieron disfrutarlo.
"Más allá de que era nuestro casamiento, yo tenía que pensar en el avión y en el vuelo hasta tanto bajáramos y terminara la parte acrobática", dice Roberto. "Hicimos un vuelo crepuscular con nubes de tormenta a la izquierda y el cielo despejado a la derecha. Se generó un entorno bastante romántico".
"Fue el mejor vuelo de mi vida, creo yo. Lo disfruté muchísimo a pesar de la meteorología y de todo lo que hay que tener en cuenta. Fue increíble ver abajo a toda la gente. Los amigos, la familia, esperándonos, saludando y disfrutándolo como nosotros. Fue realmente espectacular", agrega Mariana.
Es que desde el aire, donde siempre que vuelan ven un pedazo de pasto vacío, ese día la imagen era muy distinta. "Ahora veíamos todas las sillas acomodadas, la alfombra roja, los candiles y esa medialuna que hicimos en el fondo del altar con aviones muy significativos para nosotros. Era emotivo saber que todo estaba por nosotros y para nosotros. Disfrutamos mucho el vuelo", concuerda Roberto con su flamante esposa.
Cuando aterrizaron, los 300 invitados de la ceremonia -que llegaron desde Ushuaia, Mendoza, Corrientes, Córdoba, Santa Fe, Carlos Casares, Tandil y hasta de Estados Unidos y Brasil para acompañar a sus amigos- vieron a los dos aviones en formación, que se acercaron al hangar para hacer un trompo y levantar humo en señal de saludo. Pararon los motores, se abrieron las cabinas y los novios salieron para saludar.
Mariana desapareció entonces de la vista de la gente para poder hacer su entrada y dar inicio a la parte religiosa de la boda. "Yo estaba en altar con mi madre, Beatriz, y Mariana estaba adentro del hangar con su papá, Miguel", recuerda Roberto. "El portón que tiene el hangar, que es muy grande y levadizo, estaba armado con toda una cuestión escenográfica. Mariana apareció caminando por la alfombra entre el humo en un contraluz que va a ser difícil que yo me lo pueda olvidar y se unió a nosotros".
"Fue la boda soñada. Entrar con mi papá para mí fue importante porque soy la mayor de tres mujeres, y mi hija llevó los anillos hasta el altar", añade Mariana.
Tras una ceremonia de bendición de la unión civil -porque Roberto es divorciado- la tormenta que tanto temían esperó hasta el momento final para largarse. "¿Ya la puedo besar?", preguntó ansioso Roberto antes de un show de fuegos artificiales que coronó la unión. Para disfrutar del brindis, sin embargo, todos los dueños de los aviones debieron correr para resguardar sus aeronaves de la lluvia.
Luego llegó la fiesta en un balneario de la ciudad y la luna de miel en la Polinesia francesa, que también tuvo su dosis aeronáutica porque viajaron junto a otras dos parejas de pilotos.
"Lo que más rescato de todo fue que fue una celebración llena de buena energía. Creo que si lo hubiese soñado no podría haber sido mejor", se alegra Mariana. "A la gente de la iluminación y del sonido se les mojó todo, la alfombra también estaba empapada, pero pudimos cumplir nuestro sueño que era casarnos en ese entorno completamente aeronáutico", reafirma Roberto.
Fotos: Gonzalo Tachini
Video: Fernando D'Angelo
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