
La Organización Mundial de la Salud (OMS) identifica al Alzheimer como el tipo de demencia más frecuente, ya que abarca entre el 60% y el 70% de los diagnósticos. Aunque la enfermedad aún no cuenta con una cura, la investigación científica continúa desarrollando nuevas alternativas y estrategias para beneficiar a quienes la padecen.
La posibilidad de detectar el Alzheimer antes de que los síntomas sean evidentes ha avanzado con la identificación de la TSPO como biomarcador temprano de neuroinflamación. Se trata de una proteína cuya expresión aumenta en el cerebro de pacientes con Alzheimer. Este hallazgo, resultado de un estudio liderado por Tomás R. Guilarte y su equipo en la Facultad de Salud Pública y Trabajo Social Robert Stempel de FIU, abre la puerta a un diagnóstico precoz y a la esperanza de tratamientos personalizados que puedan retrasar el avance de la enfermedad.
La TSPO (proteína translocadora de 18 kDa) está presente en niveles muy bajos en el cerebro en condiciones normales. Sin embargo, cuando se altera el equilibrio cerebral, como ocurre en la neuroinflamación asociada al Alzheimer, sus niveles aumentan de manera significativa. Esta proteína puede visualizarse mediante tomografía por emisión de positrones (PET), donde las áreas afectadas muestran un tono rojo anaranjado intenso, lo que permite rastrear la inflamación cerebral incluso antes de que se manifiesten los primeros signos de deterioro cognitivo.

El estudio se centró en modelos animales, específicamente en ratones transgénicos 5XFAD, y en muestras humanas de casos de Alzheimer de inicio temprano con la mutación PSEN1-E280A. Los investigadores observaron que el aumento de TSPO en el cerebro coincidía con la aparición inicial de pequeñas placas amiloides en el subículo, una región clave del hipocampo relacionada con la memoria y el aprendizaje.
Este incremento se detectó a los 1,5 meses de edad en los ratones, mucho antes de que se evidenciaran déficits cognitivos, que en las hembras aparecieron a los siete meses y en los machos a los doce meses.

El análisis detallado reveló que la elevación de TSPO estaba impulsada principalmente por la expansión de la microglía activada, especialmente aquella en contacto directo con las placas amiloides. Aunque los astrocitos también mostraron signos de activación, no se observó un aumento significativo de TSPO en estas células, según detallaron los investigadores.
La confirmación de estos resultados en tejido cerebral humano post mortem de casos con la mutación PSEN1-E280A refuerza la relevancia del hallazgo, ya que se detectó un patrón similar de incremento de TSPO asociado a la microglía en contacto con las placas.

La implicación de este descubrimiento es relevante: la TSPO podría convertirse en una herramienta clave para identificar la neuroinflamación en las etapas más tempranas del Alzheimer, lo que permitiría intervenir antes de que el daño cerebral sea irreversible.
Guilarte destacó: “La neuroinflamación es un evento muy temprano en el Alzheimer que influye en su aparición”. Según el investigador, si se logra utilizar la TSPO para detectar la enfermedad en sus fases iniciales, se podría ralentizar la progresión o retrasar los síntomas entre cinco y seis años, lo que supondría una mejora en la calidad de vida de los pacientes.
No obstante, el estudio presenta ciertas limitaciones. La investigación se basó en modelos animales y en un número reducido de muestras humanas, todas de casos genéticos de inicio temprano y de varones. Por ello, los autores reconocen la necesidad de ampliar el análisis a poblaciones más diversas y a otros tipos de Alzheimer, como el de inicio tardío. Martínez-Pérez, integrante del equipo, ya ha iniciado una nueva fase de investigación con muestras de cerebro humano de casos de inicio tardío, con el objetivo de validar y extender estos resultados.

El contexto de la enfermedad de Alzheimer añade urgencia a estos avances. La patología comienza décadas antes de que los síntomas sean evidentes, y los tratamientos actuales no han logrado eliminar las placas amiloides ni detener la progresión de la enfermedad.
La percepción generalizada de que el Alzheimer es una consecuencia inevitable del envejecimiento dificulta el diagnóstico temprano. Martínez-Pérez señaló: “Uno de los mayores problemas del Alzheimer es que la gente lo percibe como una enfermedad del envejecimiento, y eso influye en el momento del diagnóstico”. La identificación de biomarcadores como la TSPO podría cambiar este paradigma, permitiendo a los médicos contar con herramientas más precisas para ofrecer tratamientos personalizados.
El reto de tratar el Alzheimer radica en su complejidad y en la necesidad de abordar múltiples aspectos de la enfermedad de forma simultánea. La TSPO, al reflejar la activación de la microglía en contacto con las placas amiloides, no solo facilita el diagnóstico precoz, sino que también se perfila como una posible diana terapéutica. El uso de ligandos de alta afinidad para la TSPO podría contribuir a reducir la neuroinflamación y limitar la propagación de las fibrillas amiloides a otras regiones cerebrales.

Con estos avances, los investigadores aspiran a que la detección y la intervención tempranas permitan ofrecer nuevas oportunidades a quienes enfrentan el Alzheimer en sus primeras etapas.
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