
Cada 24 de julio, destaca como una fecha poco conocida, pero clave para la salud pública: el Día Mundial del Autocuidado. La iniciativa, promovida por la Federación Global del Autocuidado, pone el foco en los hábitos cotidianos que pueden ayudar a prevenir enfermedades no transmisibles y aliviar la presión sobre los sistemas sanitarios.
A diferencia de campañas centradas en diagnósticos o tratamientos, este enfoque prioriza la acción personal diaria: cómo se come, cuánto se descansa, qué se hace para mantenerse activo o cómo se responde ante un malestar leve. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades crónicas no transmisibles —como la diabetes tipo 2, las cardiovasculares, algunas formas de cáncer y patologías respiratorias— representan la principal causa de mortalidad global. La mayoría de estos cuadros comparten un origen silencioso: estilos de vida poco saludables sostenidos en el tiempo.
“El autocuidado no es un concepto nuevo, pero en los últimos años ganó centralidad. No alcanza con no estar enfermo; se trata de construir bienestar físico, mental y emocional desde lo cotidiano”, explican desde la Cámara Argentina de Especialidades de Medicinales de Venta Libre (CAPEMVeL), una de las entidades que adhieren a la jornada de concientización.
Cambiar conductas, una decisión personal y colectiva

El llamado al autocuidado no se limita a una consigna. Implica decisiones prácticas: adoptar una alimentación equilibrada, mantener la actividad física regular, evitar el tabaco, moderar el consumo de alcohol, realizar controles médicos periódicos y utilizar con criterio los medicamentos disponibles sin receta.
En ese punto, la médica Jimena Worcel, directora médica de CAPEMVeL, establece una distinción clave: “Es importante diferenciar la automedicación responsable, como el uso acotado de un medicamento de venta libre para tratar una molestia menor, de la autoprescripción, que ocurre cuando alguien accede a un fármaco recetado sin indicación médica. Esta última práctica conlleva riesgos elevados, incluyendo interacciones peligrosas con otros medicamentos o errores en la dosificación”.
La prevención también avanza sobre el terreno digital. Una disposición reciente de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) permite incorporar códigos QR en los envases de medicamentos. Estos códigos brindan acceso directo, desde el celular, al prospecto actualizado del producto. “Es una innovación que mejora la trazabilidad de la información. Leer el prospecto, entender para qué sirve un medicamento y cómo se usa correctamente también es parte del autocuidado. Pero si los síntomas persisten, siempre hay que consultar al médico. Nada reemplaza al criterio clínico”, señala Worcel.
Entre el frío y los virus: hábitos que marcan la diferencia

En invierno, los cuadros gripales y respiratorios ganan protagonismo, especialmente en contextos de encierro y escasa ventilación. Para muchas personas, estas afecciones representan simples molestias. Sin embargo, su propagación puede evitarse con gestos mínimos: ventilar los ambientes, no sobrecalefaccionar, usar abrigo adecuado y quedarse en casa ante síntomas evidentes.
“La pandemia dejó una enseñanza muy clara, pero no siempre se sostiene en el tiempo. El cuidado de uno mismo también es cuidar a los demás. Son decisiones pequeñas que evitan contagios y protegen a las poblaciones vulnerables”, remarca Worcel.
En paralelo, desde la Federación Global del Autocuidado insisten en que los comportamientos preventivos no deben considerarse soluciones mágicas, sino prácticas sostenidas. “El autocuidado basado en evidencia es una vía prometedora para garantizar sistemas de salud sostenibles. Promueve la alfabetización en salud, la toma de decisiones informadas y una gestión más eficiente de los recursos”, subrayan desde la entidad, bajo el lema “Self-care is healthcare” (El autocuidado es atención médica).
Las claves para incorporar el autocuidado en lo cotidiano

Aunque los mensajes sobre bienestar suelen parecer abstractos o idealistas, algunos gestos diarios pueden marcar una diferencia real. Estas son diez recomendaciones elaboradas por CAPEMVeL para incorporar el autocuidado a la rutina:
- Escuchar al cuerpo: síntomas persistentes como dolor, acidez o insomnio no deben ignorarse.
- Consultar a tiempo: evitar que el malestar se agrave consultando al profesional cuando corresponde.
- Revisar la alimentación: incluir frutas, verduras, agua y reducir productos ultraprocesados.
- Moverse más: caminar al menos 30 minutos diarios o interrumpir el sedentarismo con pausas activas.
- Dormir bien: el descanso adecuado fortalece las defensas y mejora el ánimo.
- Ventilar los espacios: renovar el aire es clave, sobre todo en temporada invernal.
- Organizar el botiquín: chequear vencimientos y mantener los elementos básicos en buen estado.
- Leer los prospectos: comprender cómo usar un medicamento, especialmente con la ayuda de códigos QR.
- Evitar la automedicación excesiva: utilizar los productos de venta libre con criterio y los recetados solo bajo indicación médica.
- Cuidarse y cuidar al entorno: si aparecen síntomas, limitar el contacto con otras personas.

“La información es fundamental, pero no alcanza sin una actitud activa. Incorporar hábitos saludables no depende solo de una decisión individual: también requiere del acompañamiento familiar y social”, concluye Worcel.
En un escenario donde las enfermedades prevenibles siguen en aumento, el autocuidado no es un lujo ni una tendencia pasajera. Es una estrategia de salud pública que comienza en casa, con gestos cotidianos.
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