
Un trader estadounidense prendió la mecha. “No se alarmen por las guerras comerciales, el impacto bajista a largo plazo es lo que deben considerar, y en eso más que las actuales tarifas de Trump cuentan las medidas que está tomando China respecto de su producción agrícola. El punto es que busca potenciarla mientras el crecimiento de su población se desacelera, al tiempo que su gente envejece. Es un cheque al portador en el sentido que vamos hacia una menor demanda de alimentos en el caso del gran cliente de todos”.
Por lo pronto Beijing pretende 50 millones de toneladas adicionales en materia de granos para 2030; los especialistas consideran que es un cambio estructural que va más allá de una reacción en medio de un entrevero comercial. Es cierto, en parte es culpa de Donald Trump, que despertó al gigante dormido durante su primera presidencia, pero también es el resultado de las tribulaciones que tolera la economía de un país que ya no crece a tasas chinas.
Y en este camino, Beijing planea crear nuevas variedades de trigo, maíz, soja y colza utilizando herramientas vinculadas con la biotecnología, ciencia que durante mucho tiempo cuestionó. La información indica que el gobierno chino ha publicado directrices para generar nuevos materiales mediante herramientas de edición genética. El plan estratégico, que abarca el periodo hasta 2028, apunta al establecimiento de fuentes de semillas “independientes y controlables” para obtener trigo y maíz de gran resistencia y rendimiento, junto con variedades de soja y colza de rindes potenciados y alto contenido de aceite.

No es ya un secreto que China quiere reducir su dependencia de las importaciones de granos. De hecho, el primer bimestre del año en curso marca una caída del 96% en las compras externas de trigo y del 97% para el maíz. Pero la gran obsesión es aumentar la producción interna de otros cultivos esenciales como la soja, en un intento por terminar de enterrar las importaciones que llegan desde Estados Unidos.
Desde luego, esta segunda presidencia de Trump, en la que duplicó las tarifas que aplica sobre los productos chinos, no ha hecho sino potenciar la convicción de las autoridades del gigante asiático respecto de profundizar la política de producción de alimentos y deshacerse de las compras externas en el largo plazo.
Lejos quedaron los tiempos en que los chinos viajaban a Estados Unidos, visitaban los lotes de soja en proceso de maduración, tenían un almuerzo de camaradería y luego firmaban un abultado compromiso con el país de las barras y las estrellas por muchos millones de toneladas de la oleaginosa. Eso murió con la primera guerra comercial a partir de 2018.

También quedaron lejos los tiempos en que funcionarios asiáticos dejaban entrever que la compra de granos fronteras afuera era no mucho más que un vuelto para una potencia exportadora como China, sembrando la sensación de que cualquiera fuera el precio de los granos la venta estaba asegurada.
Ahora el nuevo documento del gobierno chino se compromete a la investigación y el desarrollo de tecnologías precisas de edición genética, que estarán protegidas por derechos de propiedad intelectual independientes. También apunta a mejorar las técnicas de cultivo. Además, la iniciativa incluye programas de cría de ganado de alto rendimiento, así como cerdos con capacidades reproductivas y tasas de conversión alimenticia mejoradas, y pollos de engorde resistentes a las enfermedades, según indica Reuters.
El Documento Central N° 1, así se denomina al plan en marcha, tiene en sus considerandos que China enfrenta un equilibrio ajustado entre la oferta y la demanda de granos. Y advierte que los esfuerzos relacionados con la producción solo pueden fortalecerse, jamás relajarse, tal y como indicó un funcionario de la Oficina del Comité Central de Asuntos Financieros y Económicos.

En este paper se describen las prioridades para profundizar las reformas en la agricultura y ganadería. Abarca seis áreas concretas: garantizar el suministro de cereales y otros productos agrícolas importantes, consolidar los logros en la erradicación de la pobreza, desarrollar las industrias locales, impulsar la construcción rural, mejorar el sistema de gobernanza rural y optimizar el esquema de asignación de recursos rurales, según la Agencia de Noticias Xinhua.
En los últimos años, condiciones climáticas extremas han ocurrido con una frecuencia y gravedad crecientes, lo que ha generado mayor incertidumbre. “Debemos centrarnos en lograr una buena cosecha y resistir los desastres, anticiparnos a las dificultades y establecer un mayor margen de seguridad”, arengan las autoridades chinas.
Con mano firme, se exige evitar altibajos en la producción agrícola debido a la negligencia o la desidia. Como contraparte, el gobierno promete medidas para aumentar el rendimiento por unidad de superficie, estabilizar el área total de tierra cultivable e introducir más tecnologías en la producción agrícola. Por primera vez, el Documento Central N.° 1 pone de relieve el valor de técnicas como la biotecnología, el uso de drones, la inteligencia artificial y la tecnología digital, entre otras.

En 2024, la producción del país alcanzó un récord de algo más de 700 millones de toneladas de granos, un aumento anual del 1,6 %, según Xinhua. Como se indicó, ahora el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales de China se propone aumentar la producción de granos en 50 millones de toneladas extra para 2030, lo que representaría un incremento del 7 % con respecto a lo obtenido en 2024.
La decisión está tomada, mal que les pese a todos los países exportadores de granos y carnes que encuentran en China a un cliente excluyente. La advertencia de aquel trader de Chicago cobrará más y más sentido con el correr de la década. Conviene estar preparado.
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