A Roald Dahl, autor de la novela Charlie y la fábrica de chocolate, jamás le gustó la primera adaptación de su libro protagonizada por Gene Wilder en 1971. Él rechazaba la idea de que el protagonista de la historia sea el pobre niño insulso en lugar de su desquiciado pastelero. Su desprecio fue tal, que cualquier otra persona que intentase producir un remake de la obra tendría que pasar por su cadáver. Y así fue, ya que solo hasta 15 años después de su muerte se estrenó una nueva y maníaca versión con Johnny Depp a la cabeza en la homónima película de 2005. Y aunque se salvó de la crítica del escritor, esta vez el desprecio vino por parte del público mayor, a quienes la visión febril de Tim Burton no les resultó convincente, figurándoles más un Saw infantil con cancioncitas dulzonas que a un film apropiado para niños.
¿Estaría Dahl contento al saber que finalmente el chocolatero es el foco de un tercer largometraje inspirado en este universo? Difícil de responder, ya que el recién estrenado Wonka, con Timothée Chalamet en el rol principal, propone un cambio en la trama original para explorar su juventud, una donde su cordura aún no pende de un hilo y mantiene un actitud más bien risueña, optimista y encantadora.

Los orígenes del genio confitero
Con esa premisa, se anticipa que el comestible infierno de Dante al que denominará “fábrica de chocolate” en su adultez, aquí no tiene lugar. En cambio, conocemos a un joven huérfano casi tan menesteroso como Charlie, pero con peor suerte. Él llega hasta unas idílicas galerías ubicadas en Londres donde los mejores confiteros de cacao poseen sus exclusivas tiendas. Su idea es convertirse en uno de los competidores y ganarse al mercado con sus alocados inventos, los cuales pueden incluir leche de jirafa, plumas de flamenco y una extensa lista que bien podrían ser parte de algún recetario de brujería.
Sin embargo, su problema principal es el mismo que cometen la gran mayoría de los emprendedores, ofrecer productos buenos, bonitos y baratos. No para los compradores, que quedan encantados de inmediato, sino para los líderes del oligopolio de chocolate, unos empresarios que actúan como un cártel, eliminando cualquier nuevo negociante del camino.

Incluir una organización criminal es un contraste severo para el tono ligero prometido, pero su inclusión funciona perfectamente a través de una metáfora, donde la moneda de cambio para efectuar los sobornos es el codiciado líquido marrón. Así, funcionarios adictos al dulce, desde agentes de seguridad hasta líderes de la Iglesia, son corrompidos y recompensados con cantidades ingentes de bombones, víctimas de su propia gula.
Por otro lado, mientras Wonka intenta sortear las trabas del capitalismo, es capturado y esclavizado en la lavandería de un hospedaje donde conoce a otros desafortunados como él, quienes pronto se convierten en sus socios y su mayor apoyo emocional. En este grupo destaca Noodle (Calah Lane), una niña que bordea los 14 años y se vuelve en su mayor aliada gracias a su ingenio.

La relación entre ambos es puramente platónica, siendo una de las pocas veces en el cine comercial donde presenciamos la amistad genuina entre un hombre joven y una preadolescente. El recuerdo de la sexualización cinematográfica de Natalie Portman a sus 11 años en El perfecto asesino o Brooke Shields a los 14 años en La laguna azul crea tensión en las escenas donde los personajes se toman de la mano o realizan visitas nocturnas a la habitación del otro, pero la interpretación de Chalamet despeja cualquier traumática reminiscencia gracias a su interpretación vulnerable y cándida.
El actor, considerado un nuevo galán para Hollywood tras su exitoso trabajo en Duna, Llámame por tu nombre y Mujercitas, crea un Willy Wonka con una personalidad evoca a un único personaje: Paddington. No es una comparación caprichosa, ya que Paul King dirige ambas producciones donde imprime el encanto de las locaciones de Inglaterra y una distintiva fantasía de ensueño.

Debates resurgidos
El estreno de la película revive las recientes controversias que rodean al fallecido escritor por pasados comentarios considerados antisemitas, misóginos y racistas. De hecho, en un inicio, los Oompa-Loompas fueron retratados bajo una perspectiva colonialista como pigmeos africanos, donde son sujetos de prueba y trabajan prácticamente en condiciones esclavistas. La edición fue modificada tras el reclamo del National Association for the Advancement of Colored People. Posteriormente, también se supo que se evaluó un Charlie Bucket afrodescendiente, aunque no prosiguió por el debate de crear un “héroe negro”.
Siguiendo esta idea, la inclusión de Lane como coprotagonista resulta tan revolucionaria como la dupla que forma con Chalamet. Lamentablemente, no se puede dejar de señalar la oportunidad perdida de evidenciar el inicio de la degradación mental del mago, dando un empuje a su posible secuela. Por lo pronto, queda como un perfecto título para la época festiva, donde las familias podrán disfrutar de esta historia destinada a convertirse en un clásico moderno para los más jóvenes.

Wonka llegará a las salas de cine en América Latina el jueves 7 de diciembre.
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