Firmes en sus posturas, Javier Milei y Victoria Villarruel se resignan a convivir en una relación tirante

Se mantienen las diferencias de criterio en la cúpula del Ejecutivo. En la Casa Rosada creen que la necesidad de avanzar en cambios estructurales es superior al resguardo de “las formas”, mientras la vice defiende “la institucionalidad”

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Javier Milei y Victoria Villarruel
Javier Milei y Victoria Villarruel

Javier Milei y Victoria Villarruel no tienen planeado sacarse una foto o participar en una actividad juntos esta semana. Los gestos de acercamiento son innecesarios, aseguran en la Casa Rosada y el Senado, porque no sirven para solucionar las diferencias de criterio fundamentales que los separan, y que consideran irreductibles. Por otra parte, a ambos líderes libertarios no les importa fingir que la relación está intacta. En cambio, se disponen a convivir en una relación tirante, que aflorará cada vez que la agenda política del Ejecutivo dependa de la gestión de la Presidencia del Senado. Por ejemplo, si la nueva versión de la ley Bases, vital para el Gobierno, supera la prueba en el recinto de Diputados y pasa a la siguiente instancia.

El viernes por la tarde, cuando ya se habían puesto paños fríos en la discusión, cerca del primer mandatario aún masticaban bronca por el impulso que le dio la vice al tratamiento del DNU de desregulación. Y seguían convencidos, reacios a escuchar cualquier explicación, de que Villarruel tenía margen para evitar la sesión del jueves. Además, estaban seguros de que la mayor parte de la base libertaria los acompañaba en el rechazo a la “sobreactuación institucional”, como describieron la perspectiva de la Casa Rosada sobre el video que publicó ella en plena debacle del decreto.

Es que, suspicaces, en Gobierno tomaron nota especialmente del tramo donde Villarruel defendió la “institucionalidad”, e insistieron en que están muy lejos de acordar con esa guía para la acción política. “Para nosotros las formas no importan si ponen en riesgo el contenido de las políticas”, resumió la mirada del Presidente uno de sus asesores más cercanos.

De todas formas, y a pesar de que el pico de la disputa del jueves pareció dejar al Gobierno al borde de una crisis institucional, se mostraron despreocupados. “La relación es la misma hace dos años, hay tensión pero no pasa nada. Se verá cómo actúa de ahora en más”, dijo un funcionario. Y deslizó, aunque insistentemente, con una teoría sobre el comportamiento de Villarruel: “Quizá se sintió preocupada por las amenazas de denuncias penales que recibió”.

Francos salió a aplacar la
Francos salió a aplacar la discusión entre Villarruel y Milei

Mientras se extendía, en la dirigencia propia y ajena, la hipótesis de que Villarruel actuó por venganza por los supuestos ninguneos de Milei -una versión que en Balcarce 50 nunca negaron-, en los despachos afines al de la vice se indignaron, pero se resistían a pensar que proviniera del propio Milei. En cambio, atribuían esas versiones a su entorno, aunque sin nombrar específicamente a alguno de los miembros de la mesa chica del Presidente. Que, como es público, está constituida por la secretaria general, Karina Milei, el asesor Santiago Caputo y, en segundo plano, el vocero Manuel Adorni. “Nadie sabe quién escribe esos comunicados”, dijeron.

Y redoblaron la apuesta, al contraargumentar, con un razonamiento contrafáctico, que la caída del DNU no se debió a que Villarruel se prestara al pedido de convocar a la sesión, sino al efecto que provocó entre los dialoguistas el texto que publicó la virtual “Oficina del Presidente Electo” la noche anterior al debate, con fuertísimos dardos pero sin destinatarios concretos. “Ese comunicado nos costó una estrategia”, decretó un miembro del equipo de la vicepresidenta.

En el Senado incluso señalaron que Villarruel “tenía avanzado” el trato para que se aprobara el DNU, y que la negociación se empantanó por la reacción “desmedida” y “ambigua” de la Casa de Gobierno. “El comunicado se leyó en Labor Parlamentaria, donde estábamos puliendo los números. Y tiró para abajo las ideas y consensos que estábamos trabajando”, aseguraron. “No se sabía a quién estaba dirigida, y hubo senadores que lo tomaron mal. Eso nos perjudicó. Las ambigüedades llevan a estas cosas”, se quejaron.

Cerca de la abogada no sólo sostienen, firmes, que no tenía otra salida por la presión de los otros partidos, sino que los pedidos para sesionar provenían del propio círculo de Milei. “También eran nuestros, del Gabinete. No podés tener el Senado cerrado, hay muchos temas para tratar”, lanzaron. Y recordaron, en una chicana, que llegaron al poder con la promesa de “hacer trabajar a la clase política”, mientras están frenados, por ejemplo, los pliegos para nombrar embajadores y jueces.

Quizá fue por ese consenso paralelo que las críticas contra Villarruel no se extendieron más allá del polémico comunicado en X. Que Adorni y el propio Milei salieran rápidamente a negar el conflicto y atribuirlo, como si cupiera, a invenciones periodísticas. Y que arreciaran los rumores de que el ministro político, Guillermo Francos, se comunicó con Villarruel el mismo jueves para tranquilizarla, después de negar públicamente las teorías que indicaban una traición de su parte. Incluso, de parte del diputado José Luis Espert, llamado “el profe” por el jefe de Estado, que, recién incorporado a LLA, deslizó que le generaban “dudas” las motivaciones de la vice.

La espuma del conflicto interno bajó, al menos en público, y los pases de factura pasaron a correr nuevamente por canales subterráneos. El foco de la agenda durante las próximas semanas probablemente estará centrado en la Cámara de Diputados, por lo que no se esperan nuevos chispazos entre los líderes del Ejecutivo. Sin embargo, la tensión está latente. Es llamativo cómo en distintas oficinas del Ejecutivo y del Senado directamente hablaban, al final de esta semana, de “ellos” y “nosotros”. Referencias que remiten inevitablemente al antecedente de la pelea constante entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner que socavó desde los cimientos la gestión del Frente de Todos durante sus últimos tres años.

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