¿Viva Perón? De la utopía del sueño populista a la cruda realidad de un gobierno que no deja error sin cometer

Algunos pícaros viven del recuerdo melancólico del difunto General mientras las viejas verdades del peronismo quedaron sepultadas por el relato cristinista

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Cristina Kirchner en el acto de la UOM en Pilar (Luciano González)
Cristina Kirchner en el acto de la UOM en Pilar (Luciano González)

Un querido amigo y colega, autopercibido cristinista, días pasados se despidió, luego de compartir un café, con un ¡Viva Perón! Inmediatamente traté de recordar la fecha del fallecimiento del General, cayendo en la cuenta de que ya habían pasado casi cinco décadas. Tanto, que importa analizar nuevamente si lo que, en vida, fueron sus postulados para la posteridad hoy siguen vigentes y qué significan. Vivimos en un mundo muy distinto al de ese entonces. Perón falleció el 1 de julio de 1974. Estamos a dos años de cumplir cinco décadas de su partida. Tres veces Presidente de la Nación, el fundador del peronismo es sin duda, uno de los personajes más controvertidos de nuestra historia moderna, bajo cuyo nombre unos pocos vivos siguen usufructuando la melancolía de lo que pudo ser (y no fue).

En síntesis recordemos que la llegada de Perón al poder sucede a poco de concluir la Segunda Guerra Mundial, con Europa postrada económicamente, Estados Unidos era un claro líder de occidente. Argentina se encontraba por primera vez en su historia como acreedor de los países centrales, a consecuencia de las exportaciones de carnes y granos a las naciones en guerra. El principal deudor era el Reino Unido. El gobierno peronista optó por utilizar sus créditos para adquirir empresas de servicios públicos de capital británico como los ferrocarriles. En septiembre de 1946, Perón impulsó el tratado Miranda-Eddy, donde al capital británico, se le reconocía una inversión de $2.000 millones, asegurándole una ganancia mínima del 4% anual, y la exención ilimitada de aranceles de importación.

La opulencia económica de la Argentina se mantuvo apalancada por el mercado que se había conformado a consecuencia de la baja de las importaciones provenientes de los países en guerra. Perón impuso una política que incluía la efectivización de nuevos derechos sociales, como períodos de vacaciones y descanso, planes de vivienda, inversiones en salud y educación. Conquistas sociales que fueron capitalizadas por el General. Las estatizaciones de los servicios públicos, como los ferrocarriles británicos, fueron anunciados como conquistas de soberanía e independencia económica. Sin perjuicio de lo cual el contexto mundial en poco tiempo dejó de ser favorable ya que los Estados Unidos mediante el Plan Marshall, comenzó a ubicar sus excedentes agrícolas en Europa limitando el acceso al mercado de la producción argentina. A partir de 1950, la situación económica comienza a empeorar debiéndose sancionar medidas de tinte ortodoxo, como el ajuste del gasto público. Perón, quien había dicho que “se cortaría las manos” antes que endeudar a la Nación comprometiendo su independencia económica, contrajo finalmente un préstamo con el Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos y firmó contratos de explotación petrolífera con compañías extranjeras.

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¿El peronismo de hoy tiene algo que ver con el de 1950? No tiene nada que ver, se parece más a un club de vivos que siguen usufructuando la melancolía. Como vimos, las condiciones del “mundo” que facilitaron el surgimiento del movimiento peronista como motorizador social han cambiado sustancialmente. Vivimos en un mundo diferente. Ni la pandemia de 2020, ni la guerra a consecuencia de la invasión rusa a Ucrania tuvieron (aún) las mismas consecuencias que tuvo la Segunda Guerra Mundial. Perón, con su ya conocida habilidad política y dialéctica, consiguió lo que solo un puñado de líderes consiguen, instalarse como la voz del pueblo. Si saltamos 70 años en el tiempo no es necesario hacer un gran esfuerzo intelectual para ver que muy poco o nada queda de las ideas originales del peronismo.

Juan Domingo Perón
Juan Domingo Perón

Todo ha cambiado desde 1950 a la fecha. Si solo consideramos los avances tecnológicos y las modificaciones en toda la estructura del comercio internacional, nos adentramos en un “universo” amplificado al de hace siete décadas, donde por ejemplo el “home office” no era una posibilidad, a lo que debemos agregar que la situación actual del país también dista, y mucho, de lo que éramos. La impericia sostenida en el tiempo por la gran mayoría de nuestros dirigentes políticos, y sobre todo por quienes tuvieron la responsabilidad de dirigir los destinos de la Nación, ha causado estragos. Hoy somos un país peor, complejo por demás. Con una parte importante del territorio nacional cooptado por el narcotráfico (frente la inacción cada vez más inentendible del Estado), el sistema educativo nacional degradado a un nivel antes impensado y la estructura estatal engordada por la política partidaria a niveles de obesidad mórbida, el futuro luce complicado y oscuro.

CFK (a diferencia de Perón) es la líder más derrotada de la historia del peronismo. En plena debacle, aún se las ingenia para sostener su relato, básicamente repitiendo los postulados del difunto general, frente la crisis de su propio gobierno que no deja error sin cometer, mientras Alberto Fernández, fiel a su estilo, se subió al avión para irse de paseo por varios días y su vocera vomita el odio por los muertos de la “derecha” sin siquiera un tuit de repudio de la Vicepresidenta. Los principales economistas ya están hablando de un segundo semestre de 2023 “catastrófico” y un dólar “blue” de setecientos pesos. Todos los indicadores están en rojo. Importar se ha convertido en una odisea, donde ya se escucha que en la “triple frontera” hay un sistema paralelo. Con este escenario, hablar de la identidad del peronismo actual, es una ironía. Cristina hace malabares dialécticos entre el feroz ajuste que su gobierno está llevando adelante, y el rol de opositora de su propia fuerza política. Trata por todos los medios de no quedar asociada a la gestión. Lo manda a Máximo a chicanear al Presidente y a sus ministros. Funcionales a eso, algunos entran en la trampa, peleándose con el hijo “presidencial” y advirtiendo que La Cámpora no está en la gestión del día a día. Con Máximo liderando, están a la cabeza de ese club de vivos que usufructúan la melancolía del General Perón cooptando, como garrapatas, las cajas del Estado.

Máximo Kirchner en Mar del Plata
Máximo Kirchner en Mar del Plata

Con la Industria castigada por la falta de dólares, a consecuencia de la escasez de reservas y la sequía en el campo que socava la generación de divisas de ese sector, empiezan a sonar todas las alarmas de los indicadores económicos. La hiperinflación está a la vuelta de la esquina, esperando una devaluación (ya sea controlada por el Estado o por el mercado y a la buena de Dios). De la primera presidencia de CFK en adelante la debacle argentina se agravó. Poco o nada queda de los viejos postulados del peronismo. Con el agravante de que hemos perdido el norte de la institucionalidad. Hoy el enemigo principal de CFK es la Corte Suprema. Horadar su credibilidad le resulta vital para conseguir un “halo” de justificación frente a posibles condenas por actos de corrupción en las causas que está siendo juzgada. Busca en la victimización su salvoconducto social frente a posibles condenas.

Las viejas verdades del peronismo de “Perón” nada tienen que ver con el “Peronismo” de CFK. Sus postulados de poco sirven frente a un mundo que ha superado esas discusiones demodé. Es tanto como discutir si un celular de hoy es mejor que un teléfono fijo de la época de ENTEL (o comparar a La Cámpora con la Juventud Peronista). En el gobierno “peronista” de 2022 tenemos más pobres que antes, el Banco Central casi sin reservas, la deuda en pesos subió a niveles astronómicos, la inflación ronda el 100% anual con múltiples “tipos” de dólar, mientras los laburantes siguen rascando el fondo de la olla para llegar a fin de mes. El movimiento obrero ya no es lo que era. Perdió, y mucho, frente a los sectores de la economía informal y los movimientos sociales. ¿La nueva voz del pueblo? Se auto fagocitaron. CFK claramente no es Perón, ni es la estadista que una vez pensó. Su fracaso actual la ha sumergido en el patíbulo de la decadencia.

La única identidad entre el peronismo de Perón y el de la Cristina populista es el impostado anclaje popular que esta última intenta llevar adelante, mientras sus acólitos cantan “vamos a volver”, olvidándose de que son ellos mismos quienes están gobernando. El próximo 17 de noviembre, única oradora en La Plata, la “presidenta” intentará una vez más emular a Perón reiterando un relato del pasado que no tiene presente ni futuro, al mismo tiempo que sigue jugando con las instituciones por Twitter con videos producidos al mejor estilo de Hollywood, haciendo de la victimización su nuevo negocio.

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