Campaña y coronavirus: el Gobierno hace una apuesta riesgosa frente a sus propios temores por la variante Delta

El Presidente busca generar expectativas sanitarias y económicas. Aprovecha un cuadro de cierta baja de contagios. El registro de casos es igualmente preocupante. Y la perspectiva de una escalada sigue presente. Lo sabe la Casa Rosada pero el mensaje es otro

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Alberto Fernández suma anuncios. Junto a Martín Guzmán fue el turno de los planes para compras en cuotas
Alberto Fernández suma anuncios. Junto a Martín Guzmán fue el turno de los planes para compras en cuotas

El país transita un momento de cierta descompresión en la pandemia, aunque con cifras altas: descenso de casos, más vacunas -aún con ritmo insuficiente-, manejable ocupación de camas de terapia intensiva. De todos modos, el impresionante registro nacional de contagios y muertes demandaría prudencia, por su dramatismo y por algunas advertencias que deja. Y el futuro cercano resulta preocupante, por la variante Delta. Esto último genera temores en el Gobierno, según se deja trascender, aunque no se expresa en el mensaje oficial. Alberto Fernández anunció flexibilizaciones y afirmó como punto de partida de campaña un discurso con eje en la promoción de optimismo. Contradictorio y riesgoso.

La letra presidencial terminó de exponer el nuevo elemento que pesa en el abordaje de las medidas frente al coronavirus. A las consideraciones sanitarias se agregó -después de su descalificación inicial- la evaluación económica y social. Siempre, como en todo, fue determinante la decisión política. Ahora, gravita sin disimulo el factor electoral.

Más allá de las palabras, el cuadro real es pintado por dos pinceladas básicas de gestión: la estrategia y administración de las restricciones, y el plan de vacunación. Las cifras indican bastante más que consecuencias inevitables de la pandemia. Argentina acaba de superar los 5 millones de contagios y las 107 mil muertes. Por eso, asoma de mínima imprudente achicar el foco en la línea decreciente de estos días. El fantasma, admitido en reserva en medios oficiales y destacado como consenso entre expertos, es la circulación comunitaria de la variante Delta.

Esa alarma está encendida por la experiencia mundial y por la detección de casos en Córdoba, provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Salta y la Capital. La propagación social o la escalada es difícil de prever por distintas razones, aunque se difunde que podría ocurrir hacia fines de mes. “Es incierto”, prefieren decir fuentes más cautas sobre cuántos días o semanas, pero agregan sin vueltas: “Es inevitable”.

El Gobierno aplica un mecanismo repetido frente a los costos de algunas de sus políticas. Los presenta como un efecto ajeno a su responsabilidad y difunde las primeras respuestas como un éxito global. Acaba de ocurrir con el plan de vacunación. La combinación de Sputnik V con otras vacunas como segunda dosis fue presentado como un logro en sí mismo, sin referencia siquiera implícita al origen del problema a resolver. Casi un avance en soberanía científica, según se llegó a exagerar.

Santiago Cafiero y Carla Vizzotti. Tuvieron a su cargo las precisiones sobre las nuevas flexibilizaciones
Santiago Cafiero y Carla Vizzotti. Tuvieron a su cargo las precisiones sobre las nuevas flexibilizaciones

Ese, el de la segunda dosis -es decir, completar el esquema de vacunación-, es un dato central en la perspectiva de una nueva escalada del virus. El grueso de los vacunados que esperan el componente número 2 de la Sputnik V -y que deben optar formalmente entre aguardar la versión rusa o recibir Moderna o AstraZeneca- son adultos mayores y personas con factores de riesgo, según surge de los registros oficiales de cada distrito.

La incertidumbre y la inquietud por la circulación de la variante Delta plantean una carrera para la vacunación y, a la vez, abren un interrogante sobre restricciones y flexibilizaciones. El origen del último pico de contagios, según repiten epidemiólogos y destacaban antes los funcionarios, es ubicado en la movilidad de Semana Santa. Pocos prefieren recordar que el problema, ya entonces, era el déficit de vacunación.

Pero el mensaje presidencial, como es habitual en los discursos de campaña, borra matices y parece atado al supuesto motivacional. En las vísperas del anuncio que flexibiliza las restricciones -y en muchos casos, registra la realidad-, Alberto Fernández exponía una letra basada en el optimismo, sanitario y económico. “Cada vez falta menos”, dijo, sobre la vuelta a cierta normalidad. “Está a pocos metros”, alentó sobre la salida.

En el escritorio de campaña se señala la necesidad de generar esperanza en materia económica. Se buscaría atender dos elementos que surgen de la mayoría de las encuestas, incluso las que resultan confiables para el oficialismo. Los distintos aspectos de la crisis siguen encabezando, en conjunto, el rubro de preocupaciones. Y a la vez, es fuerte el escepticismo sobre una mejora individual y general en el corto plazo.

En otras palabras, no se trata sólo de los números de la economía, sino además de las expectativas. Esa necesidad y la foto antes que la película de la pandemia motorizaron el mensaje y los anuncios del Presidente. Los temores sobre la variante Delta subsisten, por detrás del discurso y las medidas de coyuntura. Eso hace que sea contradictorio, a la vez que preocupante. Y riesgoso, aun en la mirada reducida de la campaña.

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