Coronavirus y crisis: Martín Guzmán y Carla Vizzotti son jugados por el Gobierno en el tablero de la campaña

Exponen la apuesta del oficialismo en las áreas más sensibles, pero a la vez expresan sus temores y debilidades. El ministro de Economía busca mostrar sustento político interno para reconstruir la imagen. Y la encargada de Salud intenta amortiguar las cifras de contagios y muertes

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Martín Guzmán, con mayor exposición pública. Después de tensiones internas, entró en modo campaña
Martín Guzmán, con mayor exposición pública. Después de tensiones internas, entró en modo campaña

Receta tradicional del poder, los resultados de las urnas definirán la suerte de muchos integrantes del Gobierno, pero el tramo crucial de esa historia comenzó a ser escrita en estas horas: Martín Guzmán y Carla Vizzotti son los primeros dos funcionarios -los de las áreas más sensibles- jugados por el Gobierno en el tablero de la campaña. El ministro de Economía fue impulsado a levantar el perfil público –y comenzó a hacerlo-, después de la dura etapa de desgaste doméstico a manos del kirchnerismo duro. Y la ministra de Salud ocupa decididamente el lugar central, hasta ahora compartido a pesar del cargo, frente a la pandemia. Anoche mismo, anunció más vacunas chinas y las renovadas restricciones por extensión del DNU.

Eso último constituye cierta novedad seguramente no sólo formal. Y va en línea con el trascendido sobre la actividad presidencial prevista para el domingo. Alberto Fernández encabezará una ceremonia de homenaje a las víctimas del coronavirus, cuando las cifras de muertes superaron los 90 mil casos. Una manera también de rebobinar frente a discursos, incluso del Presidente y más aún de Cristina Fernández de Kirchner, que parecen desatender cuando no disimular la gravedad del cuadro y su extensión social.

Por supuesto, el camino electoral que va definiendo el oficialismo mantiene una viga fundamental que es la disputa frontal y la polarización con Juntos por el Cambio. Alberto Fernández y Axel Kicillof lo expresan abiertamente –compiten en dureza-, con el objetivo no declarado pero evidente de no dejar espacio para terceras fuerzas, en especial de un color y en un distrito: una oferta de peronismo clásico, en la provincia de Buenos Aires. Miran con malestar a Florencio Randazzo y también a Roberto Lavagna, luego de liquidar puentes que lo acercaban a Olivos.

El esquema por momentos trasciende Buenos Aires y no siempre como se espera. El Presidente estuvo ayer en Córdoba, donde compartió un par de actos con Juan Schiaretti. Allí, volvió a la carga contra Mauricio Macri, lo cual aplicó mal al caso de la Fábrica Argentina de Aviones. Pero en rigor, no asoman en la provincia coincidencias con el PJ local. El gobernador apuesta fuerte la pelea por la renovación de senadores nacionales, en competencia con JxC y también con el kirchnerismo. Ayer mismo, se dejaba trascender desde su gabinete alguna señal para ratificar la diferenciación con el gobierno nacional, en temas tales como la exportación de carnes y la ley de biocombustibles.

Lo central, de todos modos, siguen siendo el coronavirus y la economía. En el caso de la pandemia, las restricciones y la vacunación, el Gobierno teme fundamentalmente por la escalada de contagios y muertes, sobre todo ante la perspectiva de lo que se define como tercera ola y la variante Delta. Sobre ese terreno se proyecta la cuestión de la segunda dosis. Se trata de un problema sanitario y además político, porque repone el debate sobre los problemas de administración del complejo cuadro generado por el coronavirus. Y porque eso a su vez pone en discusión la idea de la vacunación como pilar principal de la campaña oficialista.

Vizzotti fue la encargada, naturalmente, de ensayar algunos de las primeras respuestas a ese desafío, acrecentado por la entrada de lleno al invierno y la temida variante del virus. Por ejemplo, la frase sobre aquello de que las vacunas “no se vencen”, en alusión a las demoras de la segunda dosis más allá de las doce semanas desde la primera. Y también la perspectiva, en estudio, de combinar marcas para completar el esquema de vacunación.

Carla Vizzotti, al anunciar ayer un contrato por vacunas chinas y confirmar las nuevas restricciones
Carla Vizzotti, al anunciar ayer un contrato por vacunas chinas y confirmar las nuevas restricciones

Algo inadvertido pasó una referencia directa a las cifras más dramáticas. “No tiene relación la cantidad de muertos con el retraso en el plan de vacunación”, dijo esta semana, además de adjudicar ese retraso exclusivamente al muy complejo marco internacional. Más impactante había sido el intento de CFK, que para descargar responsabilidades remitió el alto registro de muertes a que mucha gente no se vacunó por temor.

Habrá que ver si el oficialismo logra ajustar su discurso, pero la tentación de la campaña es en sí mismo un riesgo, también para la oposición, porque es una cuestión sensible que reclamaría al menos prudencia. Con márgenes diferentes puede entrar en juego la economía y el primer paso, mientras se espera que las cifras acompañen, es ordenar el discurso y tratar de revertir el daño al ministro del rubro.

Guzmán ha aumentado visiblemente el nivel de exposición. Necesita exhibir sustento político, solidez programática –algo en discusión bastante antes del reclamo externo- y sobre todo, en la coyuntura de campaña, resultados concretos. En este último plano, más allá de datos parciales de mejora en algunas actividades y de las expectativas para el último cuatrimestre, está claro que el oficialismo en sus distintas vertientes dio por clausurado el tiempo de presentar al Presupuesto como plan a respetar.

Los dos últimos mensajes en esa línea tienen que ver con los ingresos. Las paritarias han vuelto al primer plano: se discuten y avanzan acuerdos por encima del 40 por ciento, algo previsible cuando algunos sindicatos de peso cerraban trato formal alrededor de 30 puntos, como reclamaba Economía, pero con cláusula de revisión. Y en esa línea, Sergio Massa se encargó de informar que habrá en septiembre un ajuste del piso para el pago de Ganancias por nivel de salarios, para evitar una nueva poda.

En cuanto a la solidez del programa –y en rigor, la falta de un programa explícito-, el ministro buscó minimizar otros planes de la historia económica contemporánea del país. En esa bolsa, incluyó la Convertibilidad, a su juicio sólo un plan de estabilización cambiaria. Curioso, después de críticas y estudios sobre la profundidad y alcances de aquel ciclo. Y más llamativo aún, si se consideran los cuestionamientos como ejemplo neoliberal en el contexto internacional de los 90.

El ministro repitió algo que asoma como la línea fundamental de sus apariciones públicas. Sostuvo que el Gobierno tiene una “estratégica económica” que se sostiene sobre una base política firme. Y señaló a Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Sergio Massa, Máximo Kirchner y Axel Kicillof. Una enumeración larga y significativa por la extensión. Algo que se explica en términos de interna, para dar por superado el daño sufrido, quizá su primera entrega de campaña.

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