
Hay muchos dirigentes que se cuidan al hablar, que dan rodeos para decir algo, que se cuidan en extremo para evitarse problemas. No es el caso de Antonio Cassia, el titular de la Federación de Sindicatos Unidos Petroleros e Hidrocarburíferos (SUPeH), que agrupa al personal de YPF. A los 82 años, con 60 de trabajo en la empresa estatal y 49 en el sindicato, este dirigente que sucedió al legendario Diego Ibáñez cree que los gremios deben negociar de manera menos dogmática con tal de preservar las fuentes de trabajo y contribuir a que lleguen inversiones.
De por sí, “Coco” Cassia lo acaba de hacer: luego de tres meses de tratativas, acordó con YPF una reducción del 30% en los costos de pymes que son proveedoras de la empresa y que están integradas por ex trabajadores. Sin despidos, aclara durante la entrevista con Infobae, “y con costos más baratos, más productividad, mayor eficiencia”.
Así como su discurso se aparta del estereotipo del sindicalista argentino, y se emparienta con el de un directivo empresarial, también se aleja del que utilizan algunos dirigentes que hacen un culto de lo políticamente correcto: no vacila en calificar de “papelón” al acto organizado en la CGT por el 17 de octubre “cuando tenemos 4 millones de trabajadores en la calle y sin laburo” o en criticar a Alberto Fernández por su gestión en el área energética: “Te hablan del Plan Gas, se ponen los cascos, se sacan una foto… ¿y los fondos de dónde salen? No engañemos a la gente así. Tenemos Vaca Muerta, pero si no lográs las inversiones tanto nacionales como internacionales no lo vas a poder explotar”.

Incluso traslada al plano ideológico sus cuestionamientos al considerar que “algunos en el kirchnerismo tienen el pensamiento y el ideal de los Montoneros” y advertir que “para que vengan inversiones tenemos que cambiar la cultura que tenemos, no podemos cambiar las reglas del juego cada dos por tres”. “Te imaginás que si un inversor ve lo que está pasando en la Argentina, que están avasallando la propiedad privada, ¿quién se va a arriesgar a venir acá?”, sostiene.
-¿En qué consiste el acuerdo al que llegó con YPF para bajar los costos de la empresa?
-Tenemos cerca de 10 mil trabajadores que después de la privatización de YPF, en el año 90, crearon pequeños emprendimientos para brindar un servicio a la empresa. Con el paso del tiempo fueron avanzando, los pusimos en un capítulo dentro del convenio y ahora ya tienen uno propio y una cámara nacional para que se manejen mejor. El problema es que YPF hoy no tiene caja y la empresa quería saber como podíamos hacer, sin tocar a ninguno de los trabajadores, para bajar los costos. Así conformamos una comisión tripartita y estuvimos tres meses discutiendo hasta que llegamos, de común acuerdo, a reducir los costos en un 30%. ¿Cómo se hizo? Cambiando y unificando algunos emprendimientos, dándoles la posibilidad través de la cámara de tener costos más baratos, más productividad, mayor eficiencia.
-¿Se redujeron los salarios?
-No, los salarios no se tocan. La forma de los trabajos. Gente que cumplía una función y podía pasar a hacer otra. Todos los que ya estaban jubilados se fueron. Reacomodamos todo y limpiamos un poco los emprendimientos. Como sucede en todos lados, lo primero que había hecho alguno fue ponerse una oficina a todo trapo, con secretaria. Nosotros los ayudamos a ordenarse, los capacitamos y ahora pueden competir con cualquier proveedor que venga del sector privado.
-Aun así, ¿mejoró la situación de la empresa?
-Son momentos difíciles también para YPF. Hay mucha culpa de las políticas que se han venido aplicando en el área energética y de los cambios permanentes de funcionarios y de secretarios de Energía: cada uno viene con una idea nueva. A eso hay sumarle la deuda que tiene el Estado con YPF, que es de alrededor de 1000 millones de dólares, y la poca venta de combustible a raíz de la pandemia. Entonces llegó un momento en el pobre (Sergio) Affronti (CEO de YPF) se quedó sin caja. Por eso empezamos a ver de qué manera, sin echar gente, se podía poner foco en lo más productivo y prepararnos para que el día en que termine la cuarentena podamos estar en condiciones de reactivar la industria.

-¿Están dispuestos a modificar el convenio colectivo, como se insinúa en otras actividades dentro de las mesas sectoriales que impulsa el Gobierno para reactivar algunos sectores, como el metalmecánico?
-No se trata de modificar convenios. Hace 60 años que estoy en YPF y conozco del tema: uno ve la situación internacional y estamos muy pero muy preocupados por el futuro de la actividad. Mientras no haya una política de Estado, donde no cambien las reglas de juego por más que cambie el gobierno, y asegures estabilidad política y seguridad jurídica, los inversores no van a venir, ya nos conocen. Más con el despelote que tenemos acá todos los días con la propiedad privada.
-¿Cree que son señales complicadas las que da la Argentina?
-En el mundo se conoce todo lo que pasa en un segundo. ¿Quién va a venir? Y si acá no hay inversiones, olvidate. No sé por qué le dan tan poca bola a la energía si es casi la columna vertebral de la economía.
-¿Cree que este gobierno no le da importancia al sector?
-No sólo este gobierno. Hace rato que no le dan bola a la energía. Te pongo un ejemplo: estoy de acuerdo en que haya un ministro de Turismo y Deportes, pero ¿cómo no va a haber un ministro de Energía, que es mucho más importante?
-¿Lo pudo hablar con el Presidente?
-No lo he hablado. En YPF tenemos un CEO buenísimo, muy capacitado, pero no tiene el acompañamiento político... Te hablan del Plan Gas, se ponen los cascos, se sacan una foto… ¿y los fondos de dónde salen? No engañemos a la gente así. Tenemos Vaca Muerta, pero si no lográs las inversiones tanto nacionales como internacionales no lo vas a poder explotar.

-Alberto Fernández hizo anuncios en Vaca Muerta.
-Sí, van y se sacan una foto. Son puro anuncios. Esto se reactiva con inversiones. Y para que vengan tenemos que cambiar la cultura que tenemos.
-¿En qué sentido?
-Que no estemos cambiando las reglas del juego cada dos por tres. Te imaginás que si un inversor ve lo que está pasando en la Argentina, que están avasallando la propiedad privada, ¿quién se va a arriesgar a venir acá? Es lamentable. Tenemos que hablar menos y concretar más. Porque todo el mundo habla de Vaca Muerta, somos los millonarios, pero si no vienen inversiones, el día que explotemos Vaca Muerta el petróleo no va a existir más.
-El Presidente lo tiene que saber.
-Me imagino que sí, pero están muy absorbidos por la interna.
-¿Con qué sector del sindicalismo está alineado?
-Estoy con la confederación de gremios energéticos, de la que soy el presidente, y en la CGT. Soy peronista.

-¿Pero no adhiere a ninguna corriente interna?
-No, querido, no puede ser que hayamos hecho ese papelón del Día de la Lealtad cuando tenemos 4 millones de trabajadores en la calle y sin laburo. Calentémonos por eso. Es el mejor homenaje a la lealtad. Tampoco comparto que a ese acto hayan ido los mismos que se negaron a hacerle un homenaje a Rucci. Es juntar el aceite con el vinagre.
-¿Por qué cree que se negaron a hacer el homenaje?
-Porque a Rucci lo mataron los Montoneros.
-Pero los Montoneros ya no existen.
-¡No me digas! (se ríe) ¿Vos creés?
-Como organización, no existe.
-Pero el pensamiento y el ideal lo tienen. No todos, pero algunos sí.
-¿Se refiere al kirchnerismo?
-Seguro.
-La CGT renovará autoridades en 2021. Hoy existen dos candidatos a liderarla, Héctor Daer y Pablo Moyano. ¿A quién apoyaría?
-Pablo Moyano no está a la altura, representa a un sector. Daer es el más coherente. Soy proclive a que haya un solo secretario general. En una CGT de semejante importancia no podés crear un monstruo de tres cabezas. Tiene que haber un solo líder y elegir a la mejor gente, que sea potable, creíble, que le dé prestigio el movimiento obrero porque está bastante desprestigiado. Gente que cuando la convoca se siente en una mesa y lo que diga sea justo y no joda.

-¿Qué tipo de relación debe tener la CGT con el Gobierno?
-La CGT tiene que apoyar un gobierno constitucional, pero también ser crítico y exigir las cosas que se tienen que exigir. Tiene que ser consecuente, pero no obsecuente. De ningún gobierno. De nadie. Hay que ser respetuoso y cuando el pueblo se pronuncia, ¡listo! Pero no tenés que ir a aplaudir y decir “sí, sí, sí”. Las cosas hay que decirlas.
-Usted admitió que el sindicalismo está desprestigiado. ¿Qué debería hacer para recuperar el prestigio?
-Representar bien a los trabajadores y hacer valer el pensamiento de la CGT. No soy partidario de hacer paros: tenemos que tener propuestas claras y debatir, no sentarnos para una foto. Dentro de todo, el movimiento obrero se ha portado bastante bien porque ha tratado de ser consciente, pero hay prioridades que tenemos que poner sobre la mesa.
-¿Por ejemplo?
-Defender las fuentes de trabajo o buscar en qué condiciones podemos traer inversiones. O como este gesto que logramos en YPF de bajar los costos. Entonces el tipo que viene para invertir dice: “Mirá, acá no hay un sindicato de locos”.
-Algunas de esas cuestiones que usted plantea son difíciles de digerir para muchos de sus colegas.
-Pero hay que hacerlo. ¿Qué quieren, que el día de mañana estemos todo en la calle, con una YPF fundida? Si le pido de todo a una empresa, le hago un paro y todo lo demás, está bien, pero si se va del país, ¿qué hacemos?
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