
Las primeras imágenes del nuevo tablero bonaerense muestran un juego extraño para el propio peronismo con el peronismo en el poder. Axel Kicillof sigue en la línea expuesta con la integración de su gabinete y la negociación de poder en la Legislatura: lo hace sin demasiada atención a los jefes territoriales del PJ. Su referencia es Cristina Fernández de Kirchner. Y las tratativas obligadas son con María Eugenia Vidal y los operadores políticos de Juntos por el Cambio. Así, salió la ley de emergencia provincial, que por obra opositora arrimará fondos a los intendentes. Así vienen las tratativas y las pulseadas por la ley fiscal y por el reparto de cargos en varios organismos y en el Banco Provincia. Demasiado para conformarse con el lugar de plateístas.
Con el foco nacional puesto en la ley de múltiples emergencias lograda por Alberto Fernández para ajustar las cuentas y encarar con esa base la negociación de la deuda, la emergencia y la prórroga del Presupuesto provinciales pasaron algo inadvertidas, pero expusieron mucho en sentido político. Este componente –el de las negociaciones y tironeos con Juntos por el Cambio- también está presente en la previa de la ley impositiva que ya viene –intentarán aprobarla entre mañana y pasado- y que seguramente tendrá más impacto concreto en los bolsillos de los bonaerenses.
La relación de fuerzas en la Legislatura provincial es un dato político central, diferente del Congreso nacional. En La Plata, el nuevo oficialismo tiene margen para manejarse con cierta comodidad en Diputados, pero está en clara minoría en el Senado: de los 46 asientos, 20 son propios y 26 son ocupados por la oposición de Juntos por el Cambio, que logró mantenerse sin fisuras al menos “hasta ahora”, según se encargan de destacar sus jefes.

Pero hay otro dato político significativo en esa relación: Vidal intervino personalmente en esta primera tanda de negociaciones, por la emergencia, y en diálogo con su sucesor. La ex gobernadora buscaría mostrar así y de entrada que no se repliega a segundos planos. Todo el proceso tuvo en papeles destacados al nuevo jefe de Gabinete, Carlos Bianco, y a su antecesor, Federico Salvai, además de operadores de las dos cámaras.
Los intendentes peronistas ven lo que ocurre con inquietud. Es una sensación que viene de arrastre y fue notoria en el proceso de integración del equipo de Kicillof, en línea directa con CFK, y un poco menos en la Legislatura, con mayor despliegue de Máxino Kirchner y algunos puentes con el PJ territorial. El gobernador se rodeó de hombres de su núcleo –además del jefe de gabinete, la secretaría General, Hacienda y Producción- y sumó representantes directos de CFK (Seguridad y Justicia, más visiblemente). Después, se aseguró lugares de control en el entramado legislativo.
En medio de las conversaciones por la emergencia y el Presupuesto prorrogado –con el agregado del paquete de impuestos que se viene entre las fiestas-, desde las cercanías de intendentes del Gran Buenos Aires había circulado cierto malestar por las señales de centralización de los fondos para obras en los municipios. Curioso: algo de flujo de fondos para el 2020 terminó siendo garantizado por la oposición entre los puntos del acuerdo legislativo.
Kicillof logró la emergencia, con poderes avalados por la Legislatura, aunque limitados a un año con posibilidades de extenderlos a dos. Fue parte del trato cerrado con la oposición. Tendrá así espacio para manejarse en medio de la crisis: revisar y rescindir contratos de obra pública, renegociar deuda y tomar crédito, entre otros puntos.
A cambio, cedió finalmente un fondo de infraestructura por unos 2.000 millones de pesos que irán a los municipios de manera directa y sólo para obras: serán repartidos en función de los índices ya establecidos de coparticipación. Un reclamo de Juntos por el Cambio pensado para atender las necesidades de sus intendentes y cohesionar el frente interno. En esa misma línea se anotan las pulseadas por cargos en el Banco Provincia y organismos de control.
En estas movidas cruzadas, varios intendentes del peronismo bonaerense mantienen puentes tendidos con Alberto Fernández. Es un canal que nadie con sentido común descuidaría, aunque nada se repite como en la anterior etapa del kirchnerismo. El sistema “radial” de relaciones de poder –es decir, no necesariamente orgánico- debe adaptarse a otra realidad. Kicillof cultiva naturalmente su relación con el Presidente, pero su referente es CFK. Ese es un dato sensible para los jefes locales: la gobernación tiene así un sustento del que carecía en otras épocas, no se la podría pasar por alto sin costos. También lo anotaría la vice, Verónica Magario, de buen vínculo con varios gobernadores.

Las especulaciones no se agotan en la coyuntura. Y como siempre, muchas veces de manera poco sensata, se mueven fichas en un imaginario de largo plazo. También allí se proyectan incertidumbres sobre el poder bonaerense. Giros de la política: el tema en cuestión es la ley que, con impulso de Sergio Massa y Cambiemos, impide las reelecciones indefinidas en los cargos electivos de la Provincia, empezando por los intendentes.
Esa guillotina sobre la continuidad eterna en el poder territorial debería caer en 2023, porque sólo están permitidos dos mandatos, el primero contado desde 2015. Afecta a algunos integrantes de Juntos por el Cambio –no sólo a Gustavo Posse en San Isidro, sino a varios en el interior provincial- pero sobre todo a intendentes peronistas del GBA, muchos del PJ más tradicional (Alejandro Granados, de Ezeiza, y Martín Insaurralde, de Lomas de Zamora, por ejemplo) y algunos ultrakirchneristas (Jorge Ferraresi, de Avellaneda, en primera línea).
En el peronismo, se especulaba con una ofensiva para derogar la ley una vez instalados de nuevo en el poder provincial. Desde la debutante oposición dicen que jamás darían los votos para eso: una bandera de la ex gobernadora contra los “barones” del GBA. Y las dudas recaen en el juego de Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner: el kirchnerismo duro podría abrir una temprana interna para disputar la sucesión en decisivas intendencias, especialmente de la Tercera Sección Electoral.
Acaba de empezar la nueva gestión bonaerense. ¿Puede pensarse en semejante convergencia táctica a futuro entre Kicillof y Vidal, puntual y para destronar intendentes dentro de cuatro años? Nadie tiene una respuesta tajante. Y eso mismo ya dice algo en política.
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