Entendiendo el fenómeno Bullrich

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(Foto: Adrian Escandar)
(Foto: Adrian Escandar)

El desencanto no es patrimonio argentino. Se vio en Gran Bretaña, en Italia, en Estados Unidos, en Brasil. Más últimamente en Andalucía, donde perdió el PSOE, que gobernó la Junta desde hace tres décadas, en una elección que -por si fuera poco- le dio 12 escaños al ultraderechista Vox. Emmanuel Macron es, en sí mismo, un producto del desencanto. Los partidos tradicionales se desplomaron en Francia y En Marche! logró mayoría propia en la Asamblea Nacional. Sin embargo, un año y medio después, su imagen está por el suelo y las políticas de ajuste para llevar a la economía francesa por la senda de la competitividad están poniendo en jaque su propia supervivencia.

Pero ver en directo, por televisión, las movilizaciones callejeras sobre Champs Elysees es una experiencia extraña para los argentinos. Estamos acostumbrados a que esos desmadres se produzcan frente a la plaza del Congreso o en las zonas aledañas al Ministerio de Desarrollo Social, no en el más sofisticado primer mundo. Aunque Francia, desde la Revolución Francesa, resuelve sus conflictos internos en la calle, como corresponde a su carácter latino.

El pueblo francés que baja a la calle a hacerse escuchar es una épica instalada en la política y en la imaginación, en el arte y el poder, algo impensado en la lógica sajona. Pensemos en la Comuna de París, en las feroces protestas obreras reprimidas por Georges Clemeneau, en el Mayo del 68, en las huelgas de los empleados estatales de 1995, en la quema de autos de fines del 2010. Aunque la persistencia de estas protestas de los sábados, que hace pensar que se trata de movilizaciones de gente que no quiere perder un día de trabajo, no resulta fácil de comprender.

De este lado del mundo  discutimos si las fuerzas de seguridad pueden utilizar armas de fuego cuando está en riesgo la vida del oficial o de terceros, dejando bien en claro que no es una reglamentación para aplicar en movilizaciones callejeras, donde el uso de armas letales está prohibido. Los fantasmas del pasado vuelven una y otra vez y a la policía le tenemos miedo por incapaces o corruptas, no por aplicar la ley.

En Francia, una policía preparada para el ataque de terroristas que atacan población civil indefensa o, en todo caso, anarquistas globalifóbicos, no sabe cómo enfrentarse a lo que parecen ciudadanos comunes que viven en ciudades del interior, que protestan porque les suben los impuestos para hacer políticas contra el cambio climático mientras se los bajan a los más ricos.

Las calles de París arden, mientras en Argentina se intenta legitimar un sistema de seguridad que genere confianza en los ciudadanos, a pesar de la participación de muchas de las fuerzas en la represión ilegal de los años 70 y de la corrupción que se instaló en forma sistémica cuando llegó la democracia.

(Foto: REUTERS/Stephane Mahe)
(Foto: REUTERS/Stephane Mahe)

En el Ministerio de Seguridad se dieron cuenta de que algo había que hacer cuando en diciembre del 2017, en la primer jornada de debate de la reforma provisional, cientos de policías de la Ciudad preferían ser apaleados por la turba que enfrentarlos con tácticas disuasivas firmes. El terror no era a las armas precarias de los violentos, sino a la justicia porteña, habitual cuestionadora de las fuerzas de seguridad.

La Dirección de Asuntos Jurídicos consultó a los departamentos jurídicos de las distintas fuerzas y ahí se encontraron con una gran dispersión de protocolos de actuación y muchos casos de policías acusados de homicidio cuando lo que habían hecho era repeler agresiones o evitar ilícitos. Así fue que se armaron dos grupos de trabajo, uno para redactar un protocolo unificado y otro para atender los casos judiciales.

Ya se ha dicho, pero se ve que no alcanza. A partir de la creación del nuevo reglamento general, se derogó el protocolo que había en Gendarmería Nacional, que exigía que para abrir fuego, los efectivos tenían que esperar a que les dispararan, el de Prefectura Naval, que también decía que solo podían abrir fuego después de que disparen sobre ellos, o el de Policía Federal, cuya normativa incluso explicitaba que ni aún frente a la fuga se justificaba el uso de armas de fuego.

"Las fuerzas de seguridad estaban condenadas a huir o a esconderse, de lo que se trata ahora es de cambiar el paradigma de la protección de los ciudadanos, de ningún modo promover el gatillo fácil, que sería el más claro fracaso de nuestra política y algo que de ningún modo vamos a permitir", asegura una alta fuente del área.

La ministra Patricia Bullrich en una reunión de prensa previa al G20. (Patricio Murphy)
La ministra Patricia Bullrich en una reunión de prensa previa al G20. (Patricio Murphy)

En el trabajo comparativo que realizó el Ministerio de Seguridad con los países vecinos,  Estados Unidos y Europa la diferencia con la normativa que existía en nuestro país es notable. En todos esos países es autorizado el uso legítimo de las armas de fuego. En algunos casos el uso supera las autorizaciones argentinas, como el de Italia (donde se autoriza en casos en que una persona no colabore con el oficial) o el de Reino Unido (donde está permitido el disparo en la cabeza que incapacite de inmediato ante un caso de riesgo inmediato en la defensa de vida de un tercero).

La policía de Francia cambió su legislación hace solo dos años. Antes de los ataques yihadistas no podían usar armas de fuego ante el peligro de vida propio o de terceros, pero tras los atentados se flexibilizó la normativa y se extendió a casos insólitos, como la posibilidad de que un conductor de automóvil se rebele contra la autoridad. Hay que recordar que hubo atentados contra población civil de parte de automovilistas y camioneros. El terrorismo parece controlado, sin embargo, la nueva legislación poco está sirviendo ante las protestas de los "chalecos amarillos", ya que no pone en riesgo la vida de terceros.

Se impone repetir lo ya dicho aquí. Las fuerzas de seguridad federales no están autorizadas a usar armas letales en manifestaciones, algo que está explícitamente prohibido en la Argentina y que así continuará, a pesar de los temores que existen en grupos opositores al Gobierno.

Patricia Bullrich está convencida de que en estos tres años trabajó para tener fuerzas de seguridad profesionales, capacitadas, entrenadas y enfocadas en proteger a la comunidad, más que nada de los que menos tienen y los que más necesitan de un Estado presente.

El éxito en el operativo del G20 es una demostración de lo que pudo hacer hasta ahora. Por cierto, todavía es mucho lo que tiene para hacer en un área que estuvo sometida al imperio de la anarquía. Mientras tanto, algo se puede dar por seguro: la Ministra no tiene el menor interés en ser candidata a vicepresidenta. Aspira a seguir donde está, si Mauricio Macri es reelegido, algo que todavía está por verse.