
En el Perú, en los últimos años se habla cada vez más de la ansiedad como uno de los problemas de salud mental más frecuentes. El Ministerio de Salud (Minsa) y el Seguro Social de Salud (EsSalud) han advertido que los trastornos de ansiedad figuran entre las principales causas de consulta en los servicios de salud mental, junto con la depresión y el estrés crónico. Factores como la presión laboral, la inestabilidad económica, los problemas familiares y las secuelas emocionales de la pandemia de la covid-19 han contribuido a que más personas experimenten síntomas relacionados con la ansiedad.
Sin embargo, es importante aclarar que no toda ansiedad es un trastorno mental. La ansiedad también puede presentarse como una respuesta normal del organismo ante situaciones de peligro, incertidumbre o cambio. En este contexto, suele surgir una confusión frecuente entre ansiedad y angustia, términos que muchas veces se usan como sinónimos, aunque no significan exactamente lo mismo. Conocer sus diferencias permite comprender mejor lo que sentimos y saber cuándo es necesario buscar ayuda profesional.
La ansiedad
La ansiedad es una respuesta natural del cuerpo y la mente frente a una amenaza real o percibida. Se trata de un mecanismo de defensa que nos prepara para actuar, estar alertas y reaccionar ante situaciones que consideramos peligrosas o desafiantes. Por ejemplo, sentir ansiedad antes de un examen, una entrevista de trabajo o una decisión importante es completamente normal.
A nivel físico, la ansiedad puede manifestarse con palpitaciones, sudoración, respiración acelerada, tensión muscular o molestias gastrointestinales. En el plano emocional y mental, se expresa como preocupación, nerviosismo, miedo anticipatorio o dificultad para concentrarse. Cuando estos síntomas son leves y temporales, forman parte de la vida cotidiana y no representan un problema de salud.

El problema surge cuando la ansiedad es intensa, persistente y aparece sin una causa clara o en situaciones que no representan un peligro real. En estos casos, puede interferir con las actividades diarias y convertirse en un trastorno de ansiedad. Según el Minsa y EsSalud, estos trastornos requieren evaluación y tratamiento profesional para evitar que se agraven y afecten la calidad de vida.
La angustia
La angustia es una experiencia emocional más profunda y difusa que la ansiedad. Se caracteriza por una sensación intensa de malestar, opresión o sufrimiento emocional, que muchas veces resulta difícil de explicar con palabras. A diferencia de la ansiedad, la angustia no siempre está asociada a una situación concreta o identificable.
Quienes experimentan angustia suelen describir una sensación de vacío, desesperanza, ahogo o presión en el pecho. Puede estar acompañada de llanto, tristeza profunda, miedo intenso o una sensación de pérdida de control. En algunos casos, la angustia se manifiesta de forma repentina y abrumadora, generando una fuerte necesidad de alivio inmediato.
La angustia suele estar más vinculada a conflictos emocionales internos, experiencias traumáticas, duelos, crisis personales o situaciones de sufrimiento prolongado. Aunque no siempre constituye un trastorno mental en sí mismo, puede ser un síntoma de problemas psicológicos más complejos, como la depresión o los trastornos de ansiedad.
Diferencia entre la ansiedad y la angustia

La principal diferencia entre ansiedad y angustia radica en su origen y en la forma en que se experimentan. La ansiedad suele tener un componente anticipatorio y está relacionada con el miedo a lo que podría ocurrir en el futuro. Es una respuesta orientada a la acción, que prepara al cuerpo para enfrentar una posible amenaza.
En cambio, la angustia se vive como un malestar más interno y existencial, muchas veces sin una causa concreta. Mientras la ansiedad tiende a estar asociada a pensamientos de preocupación y alerta, la angustia se experimenta como una sensación de sufrimiento emocional intenso, difícil de controlar y explicar.
Otra diferencia importante es la duración y la intensidad. La ansiedad normal suele ser pasajera y disminuir cuando la situación estresante desaparece. La angustia, en cambio, puede prolongarse en el tiempo y generar una sensación constante de malestar si no se aborda adecuadamente.
También difieren en su impacto emocional. La ansiedad está más relacionada con el nerviosismo y la inquietud, mientras que la angustia se asocia con la desesperación, el miedo profundo y la sensación de estar sobrepasado emocionalmente.
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