
La historia del Perú no solo se escribe en los libros oficiales ni en los grandes discursos políticos. También se construye desde las decisiones privadas, los negocios familiares y las ambiciones que marcaron una época. Desde esta perspectiva, ‘El tren de la codicia’, la novela histórica de Elizabeth Ingunza Montero, invita a reconsiderar la Guerra del Pacífico a través de un ángulo poco explorado: los ferrocarriles salitreros y las fortunas que surgieron y se extinguieron antes, durante y después del conflicto.
La novela, compuesta por dos tomos, narra la trayectoria de la familia Montero y su apuesta por proyectos empresariales diseñados para asegurar ganancias y una vida acomodada durante uno de los periodos de mayor prosperidad en el Perú. En este contexto, desfilan figuras históricas relevantes, incluidos los expresidentes Ramón Castilla, Mario Ignacio Prado Ochoa, José Balta y Montero y Augusto B. Leguía, junto a personajes emblemáticos de la época, como Fermín Tanguis, quien desarrolló la semilla de algodón que rescató a la industria algodonera nacional.
Lejos de idealizar a sus protagonistas, la autora presenta personajes complejos, con virtudes y contradicciones, cuyas decisiones se conectan directamente con los acontecimientos previos a la guerra entre Chile y los aliados Perú y Bolivia, un conflicto que dejó al país profundamente afectado en lo económico y social.
“Es mi primera novela y está ambientada en el antes, el durante y el después de la Guerra del Pacífico, pero toca un tema que no se aborda normalmente cuando se habla de este episodio histórico: la historia de los ferrocarriles salitreros”, explica Ingunza Montero en entrevista con Infobae Perú. Para ella, conocer la historia es fundamental: “Si el libro informa y entretiene, ha cumplido su cometido”.
Aunque se trata de una novela histórica, la autora asegura que el rigor documental es uno de sus pilares. “Una novela histórica tiene que tener una pequeña cuota de ficción para unir los hechos, pero creo que tengo un 90% de acierto. Todo está documentado: archivos, diarios, cartas y documentos internos de las empresas”, señala.
Durante su investigación, uno de los aspectos que más sorprendió a Elizabeth Ingunza Montero fue la magnitud del dinero movilizado en la era del guano y el salitre, denominada como la “prosperidad falaz”. “Una línea ferroviaria en el Perú fue la más rentable del mundo, generando anualmente una ganancia de 3 millones de libras esterlinas. En aquel tiempo, esa suma era considerable. Para dimensionarlo, el Independencia y el Huáscar, los primeros buques blindados de la Marina de Guerra del Perú, costaron juntos poco más de 100 mil libras”, relató.
Sobre los personajes

La investigación llevó a Elizabeth Ingunza Montero a reconsiderar la imagen de Juan Manuel Montero, personaje central de la novela. El análisis de cartas y documentos reveló una evolución profunda en su carácter: de estar orientado principalmente a los negocios y la acumulación de riqueza, comenzó a valorar cada vez más los aspectos humanos y espirituales.
“Dicen que los muertos no hablan, pero de alguna manera, con sus obras y con lo que dejan escrito, se comunican con nosotros y nos cuentan mucho”, menciona.
La novela también profundiza en figuras polémicas como Enrique Meiggs, empresario clave en el desarrollo ferroviario, a quien la autora retrata como un hombre brillante, pero guiado principalmente por sus propios intereses. “Era muy inteligente y sagaz, pero pensaba más en sus negocios que en el país”, afirma.
‘El tren de la codicia’ tiene además un componente íntimo: los protagonistas forman parte de la propia historia familiar de la autora. Ingunza Montero, bisnieta de Juan Manuel Montero, cuenta que contactó a distintos descendientes, quienes respaldaron la publicación y aportaron documentación adicional. “He querido ser lo más real posible, sin endiosar a nadie, solo contando la historia como sucedió”.
Lo que comenzó como un proyecto familiar terminó convirtiéndose en un éxito editorial para la autora. Tras una primera edición autofinanciada que se agotó rápidamente, el libro tuvo nuevos tirajes con Crisol, Planeta y una edición especial en España, ampliada y corregida con más documentos históricos.
Más allá del relato empresarial y político, la obra deja una reflexión vigente: aprender de los errores del pasado y valorar el rol de la familia por encima de la ambición desmedida. “Un pueblo sin historia es un pueblo sin memoria”, advierte la autora. Y en esa memoria, 'El tren de la codicia’ encuentra su mayor valor: recordarnos que el progreso, cuando se mueve solo por codicia, también puede conducir a la ruina.
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