La corrupción en la vida real no es un cuento de conspiración; es la licitación fantasma que se lleva millones, el puente que colapsa antes de inaugurarse o el hospital que se queda sin camas mientras se inauguran estadios pomposos. Es el funcionario que promete progreso en campaña y luego firma contratos turbios tras puertas cerradas. Cada retraso en una obra pública y cada falta de insumos en una escuela son capítulos de una historia escrita con mentiras y sellada con impunidad.
Pero la corrupción no es un problema contemporáneo; es una sombra que ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Ya en antiguas civilizaciones, como el Egipto faraónico o el Imperio romano, existen registros de sobornos, fraudes y abusos de poder. La historia está salpicada de conspiraciones palaciegas, contratos secretos y traiciones políticas que demuestran que la ambición desmedida y la corrupción son tan antiguas como el propio poder.
Más de un autor ha abordado este mal endémico que parece incrustado en el tejido de la sociedad, como una enfermedad crónica que se tolera mientras no mate, pero que lentamente consume la esperanza de un futuro justo. Por ejemplo, en el libro “Historia de la corrupción en el Perú” de Alfonso Quiroz, se documenta las malas prácticas de los libertadores y caudillos independentistas para financiarse y financiar al ejército.
Entre los personajes históricos que aparecen en el libro del investigador peruano, figura uno que concita la atención debido a que decretó pena de muerte para corruptos en enero de 1824. Se trata de Simón Bolívar, quien, según el autor, se apropió de fortunas a costa de expropiaciones, tributos, entre otros, en nombre de la independencia. Esto habría ocurrido mientras se encontraba en el Perú.
Como es sabido, Bolívar fue un líder militar y político venezolano conocido como ‘el Libertador’ por su rol medular en la independencia de varios países de América del Sur. Encabezó campañas militares que liberaron a Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia del dominio español.
Este personaje histórico llevó a cabo actos que son dignos de destacarse, pero también realizó otros que podrían suscitar críticas. Es probable que, tras leer “Historia de la corrupción en el Perú”, más de un lector lo tilde de corrupto, un calificativo que no se ajusta a la decisión que tomó en su lucha por erradicar precisamente esa corrupción.
Simón Bolívar decretó pena de muerte para corruptos
Simón Bolívar llegó al Perú en septiembre de 1823 con el objetivo de contribuir a la independencia del país mediante su estrategia militar. Durante su estancia de tres años, Bolívar logró importantes victorias. Verbigracia, salió victorioso en las batallas de Junín y Ayacucho, contiendas decisivas para consolidar la independencia del país.
En 1824, el libertador y presidente de la Gran Colombia decreta la pena de muerte para todos los funcionarios públicos que hayan “malversado o tomado para sí” parte de los fondos de la nación. Esta medida la tomó con la consigna de reducir el mal de la corrupción en la entonces Gran Colombia.
La Gran Colombia fue un Estado americano que se estableció en 1819 a través del Congreso de Angostura. Este Congreso promulgó la Ley Fundamental de la República, que unió a Venezuela y a Nueva Granada en una sola nación. Posteriormente, se incorporaron Panamá en 1821 y las provincias de Quito y Guayaquil en 1822. El término “Gran Colombia” se utiliza en la historiografía para distinguirla de la actual República de Colombia.
En el momento de su creación, la Gran Colombia era el país hispanoamericano con mayor prestigio internacional. Este estatus, junto con la figura de Simón Bolívar, atrajo ideas unionistas de movimientos independentistas en Cuba, el Haití Español y Puerto Rico, que aspiraban a formar un Estado asociado con la república.
Sin embargo, la Gran Colombia comenzó a disolverse hacia finales de la década de 1820 y principios de los años 1830. Esta fragmentación fue resultado de tensiones regionales entre los diferentes pueblos que conformaban la república y las discrepancias políticas entre los partidarios del federalismo y del centralismo. La complejidad política y social que caracterizaba a la vasta república contribuyó a su eventual desintegración.
Habiendo dado este contexto histórico, es pertinente dar a conocer el decreto del libertador.
Teniendo presente:
1°–Que una de las principales causas de los desastres en que se han visto envuelta la República, ha sido la escandalosa dilapidación de sus fondos, por algunos funcionarios que han invertido en ellos;
2°–Que el único medio de extirpar radicalmente este desorden, es dictar medidas fuertes y extraordinarias, he venido en decretar, y
Decreto:
Artículo 1°–Todo funcionarios público, a quien se le convenciere en juicio sumario de haber malversado o tomado para sí de los fondos públicos de diez pesos arriba, queda sujeto a la pena capital.
Artículo 2°–Los jueces a quienes, según la ley, compete este juicio, que en su caso no procedieren conforme a este decreto, serán condenados a la misma pena.
Artículo 3°–Todo individuo puede acusar a los funcionarios públicos del delito que indica el Artículo 1°.
Artículo 4°–Se fijará este decreto en todas las oficinas de la República, y se tomará razón de él en todos los despachos que se libraren a los funcionarios que de cualquier modo intervengan en el manejo de los fondos públicos.
Este texto se publicó en enero de 1824, año en el Perú tuvo dos contiendas decisivas que lo emanciparon del yugo español; se trata de las batallas de Junín (6 de agosto) y de Ayacucho (9 de diciembre).
A Bolívar se le atribuye la siguiente frase que la habría mencionado durante su estadía en el Perú: “La corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos. Sin fuerza no hay virtud y sin virtud perece la república”.
Ahora bien, es preciso recordar que cuando el libertador pisó territorio peruano en septiembre de 1823, el país estaba sumido en crisis política, con un ejército que había desaparecido y las arcas nacionales vacías. Para agravar la situación, a principios de 1824, los realistas lograron reingresar a Lima. Ante este panorama adverso, Bolívar asumió la responsabilidad de reorganizar las fuerzas patriotas, basándose en la estructura del ejército colombiano.
El 26 de diciembre de 1824, el militar venezolano fue nombrado presidente vitalicio del Perú en reconocimiento a su liderazgo y a la victoria sobre el ejército español en la batalla de Ayacucho. Posteriormente, convocó elecciones para establecer un nuevo Congreso, que se instaló en febrero de 1825 y le ratificó en el cargo.
Sin embargo, a mediados de 1826, la situación en el norte de Sudamérica era crítica. La anarquía dominaba Colombia y había agitación en Venezuela. En este contexto, Bolívar decidió abandonar el Perú a principios de septiembre de 1826, tres años después de su llegada. Su gestión estuvo marcada por la creación de un ejército unido y por su intento de consolidar la independencia del país, a pesar de los desafíos políticos y militares que enfrentó durante su mandato.