
Aunque la desaceleración de la inflación desde niveles de tres dígitos es una buena noticia para Argentina, el dato de junio del 39,4% interanual hace pensar que los precios aún tardarán en estar controlados. ¿Llegarán a estarlo algún día? La victoria sobre las presiones inflacionarias en otras partes del mundo entre 2021 y 2023 nos da algunas pistas al respecto. Se lo explico en las próximas líneas.
Es evidente que la hiperinflación en Argentina es terrible. Las cifras interanuales de 2024, de alrededor del 300%, hacen parecer insignificantes los repuntes del 50% del final de la segunda década del siglo. Y la culpa la tienen las autoridades monetarias. El encarecimiento de la vida siempre es consecuencia de que el Banco Central crea demasiado dinero para la oferta de bienes y servicios existente. Durante años, los presidentes del Banco Central de la República Argentina inflaron la oferta monetaria. A corto plazo, parece una buena idea, ya que significa más dinero, pero a largo se revela pésima al avivar la inflación. El agregado monetario M3 —que es el indicador habitual—, se disparó un 156% solo en 2023, completando una impresionante alza del 6636% entre 2013 y 2023. En efecto, ese absurdo exceso, que provocó la pérdida de valor del dinero, contrastaba con una escasa oferta de bienes, lo que provocó los efectos devastadores de la inflación.
En consecuencia, ocuparse de la oferta monetaria es esencial para limitar las subidas de precios. Un ejemplo de ello sería la reciente guerra internacional contra la inflación. Durante la inestable época de la pandemia en 2020, los bancos centrales de todo el mundo aumentaron, contra cualquier lógica, la oferta monetaria a pesar de que los confinamientos limitaban la producción y el gasto. El M4, indicador más amplio de Estados Unidos, repuntó hasta el 30,9% interanual en junio de ese año. En la eurozona, el M3 superó el 10% durante casi un año, tocando techo en enero de 2021 con el 12,5 por ciento. El Banco de Inglaterra impulsó el M4 por encima del 15% interanual en febrero de 2021. Sin embargo, todo ese dinero no tenía destino.
Como resultado de esa expansión monetaria, las tasas de inflación alcanzaron niveles inéditos en décadas: el IPC interanual llegó al 9,1% en junio de 2022; en la eurozona y el Reino Unido, al 10,6% y el 11,1%, respectivamente, en octubre del mismo año. Se trata de cifras que se alejan mucho de la hiperinflación argentina, si bien supusieron un enorme impacto.
El escaso crecimiento de la oferta monetaria significa que no hay impulso para reactivar la inflación a escala mundial
A continuación, se corrigió el rumbo. Los aislamientos se levantaron y los bancos centrales fueron reduciendo el ritmo de las subidas. El último incremento del M4 estadounidense fue del 3,9% interanual. En la eurozona, el M3 subió al 3.3% y el M4 británico lo hizo un 3,8%. Por supuesto, la inflación también se ha moderado en Estados Unidos (2,7% interanual), la zona euro (2%) y el Reino Unido (3,6%). Pese a lo que diga las malas lenguas, no prevemos un repunte de la inflación. El escaso crecimiento de la oferta monetaria significa que no hay impulso para reactivar la inflación a escala mundial. Esa guerra ha terminado.
Por otra parte, la mayor inflación en el Reino Unido brinda otra lección para Argentina. El control de los precios, como el aplicado en las islas británicas sobre los costos energéticos de los hogares o los “precios cuidados” argentinos, no frena la inflación. De hecho, la intensifica, la prolonga y provoca problemas adicionales.
En la economía de mercado, los precios elevados incentivan a los fabricantes a producir más. De ahí que el aumento de la oferta sin una mayor creación de dinero, que reduce el poder adquisitivo real, acabe corrigiendo los desajustes de forma natural. En cambio, el control distorsiona este proceso, pues los productores establecen los valores de sus bienes en el nivel marcado y reducen la producción, lo cual provoca escasez. Quizá le suene de algo.
Lo que debe hacer el país para librarse de la maldición de la hiperinflación está claro
Ahora, con la derogación de los controles sobre los precios y los alquileres del presidente Javier Milei, el mercado vuelve a tener libertad de acción. Se trata de un avance que tendrá consecuencias negativas pero inevitables.
La lucha contra la inflación en Argentina comenzó mucho antes de la pandemia, así que se topará con varios obstáculos, exigirá restringir el crecimiento del dinero y llevará tiempo. No obstante, lo que debe hacer el país para librarse de la maldición de la hiperinflación está claro. El resto del mundo ya ha recorrido ese camino, la clave está en no apartarse de él.
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