
En nuestro país estamos viviendo un tiempo de gran expectativa y alegría para la comunidad de fieles cristianos. La argentina María Antonia de Paz y Figueroa será proclamada Santa el 11 de febrero, cuando Su Santidad el Papa Francisco celebre en la Basílica de San Pedro en Roma una misa para honrarla y anunciarlo al mundo.
Ser santo para la Iglesia Católica significa que una persona vivió las virtudes cristianas en grado heroico, se reconocen sus méritos y se sabe con certeza que está con Dios, por ello a los santos se les pide intercesión. La causa de canonización es un proceso extenso y que requiere la comprobación de varios milagros.
Mama Antula, tal como la conocemos, nació en 1730 en Villa Silípica, Santiago del Estero, provincia por donde pasaba el Camino Real en tiempos del Virreinato. Fue educada por los jesuitas, fundadores de los primeros colegios y universidad nacional, y cuando tenía 15 años vivió el hecho histórico de la expulsión de esos sacerdotes y hermanos de la Compañía de Jesús.
Orientada por vocación hacia lo social y el servicio de la comunidad, esta mujer de cuna privilegiada y belleza a ojos vista (según crónicas de su época) no se casó ni tomó los hábitos monacales sino que eligió ser laica consagrada. Hablaba quechua y tenía buena comunicación con los pobladores originarios y convenció al obispo de entonces de Santiago del Estero para organizar ejercicios espirituales en el interior.
Movida por su fe y confianza en la bondad de Dios, Mama Antula viajó sola (a veces acompañada por unas pocas mujeres) a lomo de burro y a pie. Eran trayectos largos y muy arriesgados. Se dirigió a provincias del nordeste de nuestra nación, luego a Córdoba y finalmente llegó a Buenos Aires, pequeña ciudad portuaria en ese entonces.
Viviendo de limosnas y donaciones, logró conseguir lo necesario para que en total unos 70.000 argentinos de su época según se calcula, hicieran los ejercicios espirituales. Durante ocho días convivían en un clima fraternal personas de distinta condición y procedencia dentro de la comunidad, practicando la oración.
Los retiros espirituales según el método de San Ignacio de Loyola existen en la Iglesia desde hace varios siglos, su fin es alcanzar la felicidad y encontrar el sentido de la vida. Consisten en la práctica de la oración dedicando un tiempo a la comunicación personal con Dios, con una guía capacitada.
Siendo María Antonia de Paz y Figueroa una mujer que vivía de la providencia logró construir, después de varias tribulaciones, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales. Está ubicada sobre calle Independencia en Capital Federal y es el primer monumento nacional. Hoy es sede de la Congregación de las Hijas del Divino Salvador.
Allí entregó su alma a Dios Mama Antula el 7 de marzo de 1799 y fue sepultada en la Iglesia Nuestra Señora de la Piedad.
Fue una mujer muy reconocida en su tiempo y era consultada hasta por las autoridades religiosas. Su mentado ejemplo inspiró al Cura Gaucho, San José Gabriel del Rosario Brochero, quien también difundió la práctica de los ejercicios espirituales en parajes de difícil acceso de Traslasierra, Córdoba.
Mama Antula introdujo además en nuestra nación la devoción por San Cayetano, el patrono del pan y del trabajo.
La canonización de la primera argentina que será venerada en los altares de los templos católicos constituye un gran evento para la comunidad de creyentes, que reciben con agradecimiento a Dios esta noticia de la Santa Sede en Roma. Como ejemplo de vida dedicada a transmitir los valores de la convivencia fraternal y la espiritualidad, Mama Antula se eleva desde las entrañas de nuestro ser nacional.
*María Victoria Scarpatti, Licenciada en Filosofía. Docente del Vicerrectorado de Formación de la USAL
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