
Hoy, 9 de julio, se cumplieron 35 años de la elección interna más amplia y democrática de la historia política de nuestro país, para elegir candidatos a la presidencia de la Nación, que tuvo como protagonistas al Gobernador de Buenos Aires, Antonio Cafiero y al de La Rioja, Carlos Menem. Algunos calificaban esa lucha como la de David y Goliat, por la disparidad de las fuerzas que se enfrentaban: la de la provincia más grande y desarrollada de la Argentina contra una de las más pobres, representadas por sus respectivos gobernadores.
Hasta ese entonces los candidatos a Presidente del Justicialismo eran elegidos por el Congreso partidario, pero después de la derrota de 1983 a manos del radicalismo, se comenzó a pensar en el peronismo en una elección que fuera más representativa de las bases partidarias. Luego de arduas discusiones se convino en que la elección del candidato se efectuaría por el voto directo de los afiliados tomando al país como distrito único. A Cafiero, que era Presidente del Partido Justicialista, tenía mayoría en la estructura partidaria y el apoyo de casi todos los gobernadores le hubiera convenido seguir con el sistema anterior, pero tuvo el buen gesto de aceptar la propuesta más democrática.
Contra todos los pronósticos y las encuestan que daban por seguro ganador al gobernador Cafiero, terminó ganando el Gobernador de La Rioja, quien obtuvo la mayoría de los votos en 18 provincias, incluida la provincia de Buenos Aires. Hubo una coincidencia en destacar que el triunfo de Carlos Menem se debió a su gran carisma personal y a su recorrido por todo el país, aún a los lugares más remotos y con menos población, en los tomaba contacto directo con el pueblo peronista. El resultado final arrojó el 53,94% de votos para Menem contra el 46,06 % para Cafiero.
Nunca más se volvió a elegir los candidatos peronistas a Presidente de la Nación por ese democrático sistema. Peor aún, en las elecciones del 2003, el Presidente de la Nación y del Justicialismo, Eduardo Duhalde, no permitió las internas porque sabía que las iba a ganar Carlos Menem, inventando un sistema por el cual los candidatos debían presentarse con boletas separadas, sin poder usar en las mismas el nombre del partido, configurando de esa forma un absurdo caso de auto proscripción del peronismo. Quedó así evidenciado que Duhalde ya había arreglado con Kirchner, quien nunca podría haber ganado la interna, para poner a su disposición el apoyo del Gobierno Nacional y el de los gobernadores peronistas que necesitaban seguir recibiendo fondos nacionales para poder subsistir en esa tremenda crisis económica que sufría el país.
Hoy el Justicialismo, colonizado y sometido por el kirchnerismo que está en el gobierno conducido por la Vicepresidenta de la Nación, hizo bajar candidaturas para dejar sólo la del Ministro de Economía Sergio Massa y la del dirigente piquetero Juan Grabois, allegado al kirchnerismo, para simular una interna que ya tiene un ganador establecido de antemano. Es otra de las muchas muestras del autoritarismo, soberbia, prepotencia y descaro de quienes desgobiernan el país, sometiéndolo a una escandalosa pobreza, generada, entre otras causas, por el espantoso flagelo de la inflación que alcanza los niveles más elevados del mundo y que los gobernantes no pueden, no saben o no quieren contener.
Encontrándonos cercanos a las elecciones generales para determinar quiénes gobernarán nuestro país en los próximos años, será saludable que los ciudadanos apoyen a los candidatos que consideren más capaces y honestos para realizar los cambios que se requieren para salir de la lamentable situación que vive el pueblo argentino, dejando de lado a los que la provocaron y pretenden seguir gobernando.
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