Diez años con Francisco, el Papa del sur del sur

Tras su llegada, la Iglesia católica reconoce el protagonismo de las periferias y los periféricos. Bergoglio nos invita a soñar con grandeza y actuar con humildad

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Francisco encarna el rostro latinoamericano de nuestra Iglesia. (Foto: Víctor Bugge)
Francisco encarna el rostro latinoamericano de nuestra Iglesia. (Foto: Víctor Bugge)

El Papa Francisco es el primer sucesor de san Pedro que proviene de la Iglesia sureña, latinoamericana y argentina. El Espíritu Santo “sopla donde quiere” (Jn 3,8) y sopló como “una fuerte ráfaga de viento” (Hch 2,2) desde el fin del mundo. En 2013 Jorge Mario Bergoglio fue elegido Obispo de Roma cuando las periferias del orbe aparecieron en el corazón de la urbe. Para describir ese proceso ya entonces usé la expresión Sopla el Viento del Sur, que el Papa emplea en el libro – entrevista El Pastor publicado por Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin a los diez años de su pontificado. Francisco representa la llegada del sur global al corazón de la Iglesia y a un mundo fragmentado.

Con el Papa argentino la Iglesia de América Latina y del Caribe completa su ingreso modesto en la historia mundial del catolicismo. De 1968 a 2018 la Iglesia latinoamericana ha vivido un medio siglo atravesado por la renovación, el dolor y la esperanza. El 22 de agosto de 1968, cuando besó tierra colombiana, san Pablo VI fue el primer Papa que vino a América Latina. Cinco décadas después, el 14 de octubre de 2018, Francisco, el primer Papa latinoamericano, canonizó a Pablo VI.

El estilo de la Iglesia de América Latina

Esta Iglesia regional es una novedad histórica, que adquiere un relieve mayor con el pontificado actual. Maduró entre luces y sombras durante cinco siglos y afianzó su rostro con el proceso de latinoamericanización llevado a cabo en la segunda mitad del siglo XX. El regionalismo caracteriza nuestra Iglesia, que reúne a veintidós episcopados desde México hasta el Cono Sur. Esta comunidad eclesial hizo una recepción situada de la renovación impulsada por el Concilio Vaticano II (1962-1965). Ese proceso comenzó en la Conferencia de obispos realizada en la ciudad de Medellín, Colombia (1968) y prosiguió en las asambleas celebradas en Puebla de los Ángeles, México (1979), Santo Domingo en República Dominicana (1992) y Aparecida en Brasil (2007).

Francisco encarna el rostro latinoamericano y caribeño de nuestra Iglesia. Su papado hunde las raíces en la figura singular del jesuita argentino y en su identificación con el proyecto de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y El Caribe celebrada en el santuario mariano de Aparecida. Bergoglio presidió la comisión de redacción del documento conclusivo. Ayer él contribuyó con el mensaje de Aparecida; hoy Aparecida le ayuda a cumplir su misión porque toma de ella líneas pastorales estratégicas para impulsar la reforma misionera de la Iglesia entera.

Con el Obispo de Roma la Iglesia latinoamericana, siendo una periferia, se convierte en un polo de irradiación hacia otras iglesias. Francisco mira la realidad del mundo con los ojos de la fe y la espiritualidad sencilla de los más humildes del Pueblo de Dios en nuestros pueblos. Tiene un estilo pastoral marcado por la cercanía en el trato y la gramática de la simplicidad. El código Francisco trasmite la fe mediante una cultura que habla por gestos elocuentes y palabras sencillas, y representa una Iglesia que se hace caricia, abrazo y beso. Cuando me preguntan si es el mismo que estaba en Buenos Aires empleo la distinción castellana entre los verbos ser y estar. Francisco es Bergoglio, pero está distinto. Es el mismo en serenidad, pero está distinto en la expresión de los afectos.

El Viento de Dios sopla desde el sur

El Espíritu de Dios sopla como una fuerte ráfaga de viento desde el sur global. En 1910 el 70% de los bautizados católicos vivía en el norte y el 30% en el sur. En 100 años se produjo una inversión en la composición geocultural del catolicismo. En 2010 el 32% de católicos vivía en el norte y el 68% en el sur: 39 en América Latina, 16 en África, 12 en Asia, 1 en Oceanía. Hoy, dos de cada tres católicos viven en África, América Latina y Asia. De 2013 a 2020 aumentaron un 6% y pasaron a ser el 18% de la población mundial. El mayor crecimiento se está dando en África.

Hace cuarenta años se dijo que las iglesias del llamado tercer mundo estaban a las puertas. Con Francisco cruzaron el umbral y están en el centro de la Casa de Dios. Este proceso acelera el paso a una Iglesia efectivamente mundial. Luego de un primer milenio signado por las iglesias orientales y un segundo dirigido por la iglesia occidental, se vislumbra un tercer milenio revitalizado por las iglesias del sur en una renovada catolicidad intercultural. Confirmada en la fe y presidida en el amor por la iglesia de Roma, se consolida una configuración cultural y pastoral policéntrica.

El eje político-cultural del intercambio mundial se movió durante siglos en torno al Mar Mediterráneo y, después, alrededor del Océano Atlántico, teniendo en Europa el centro de irradiación. Los primeros cinco siglos de América Latina giraron en esa órbita. Sin dejar esos escenarios, que unen tres continentes, el siglo XXI va girando hacia el Pacífico. Sus grandes orillas son América y Asia. En la modernidad los jesuitas colaboraron a evangelizar ambos continentes, que han tenido un destino diferente. Hoy, urge avanzar tanto en la nueva evangelización de América como en el diálogo evangelizador con las religiones de Asia. El Papa jesuita nació en la Argentina, en el Sur de América. Cuando era joven quería ir a Japón. Siempre ha mirado a China y está dispuesto a visitarla.

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Con Francisco la Iglesia católica reconoce el protagonismo de las periferias y los periféricos. Esta novedad se une a la larga crisis del eurocentrismo eclesial. Este papado comenzó a reducir asimetrías institucionales entre iglesias del norte y el sur. Nombró nuevos cardenales en los pueblos más pobres, de Haití y Burkina Faso a Etiopía y Vietnam. No visitó solo países de gran población católica, como Brasil, México, Filipinas, Estados Unidos, Polonia, Colombia. Fue a países de minoría católica o en conflicto como Sri Lanka, Armenia, Bangladés, Madagascar, Marruecos, Tailandia…

Francisco saluda en el aeropuerto de Ndolo durante su viaje apostólico, en Kinshasa, República Democrática del Congo. (REUTERS/Yara Nardi)
Francisco saluda en el aeropuerto de Ndolo durante su viaje apostólico, en Kinshasa, República Democrática del Congo. (REUTERS/Yara Nardi)

La revolución de la ternura

El Evangelio se resume en la frase de Jesús: “sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc 6,26). El Papa trasmite una espiritualidad, una teología y una pastoral centradas en la revolución de la ternura, una expresión que él gestó mirando el rostro de La Piedad. En sus mensajes navideños como arzobispo de Buenos Aires Bergoglio contemplaba la imagen del Niño Jesús y decía que Dios es ternura. La exhortación sobre la familia La alegría del amor (2016) expresa la lógica paradojal de la misericordia que acompaña, discierne e integra a las personas y las familias heridas. La encíclica Todos hermanos - Fratelli tutti (2020) presenta la figura evangélica del Buen samaritano como el modelo de una compasión afectiva y una praxis de aproximación que se inclina ante el ser humano vulnerable y vulnerado. Expresa la doctrina social de la Iglesia para promover la fraternidad universal y la amistad social. La misericordia es un principio hermenéutico de este papado, como se nota en su apertura a los migrantes y la protección de los menores.

Desde su primer viaje a Lampedusa el Papa manifiesta su amor por los migrantes en un mundo en el que una de cada siete personas tuvo que dejar su hogar de un modo forzoso. Desde Ciudad Juárez en México hasta la isla de Lesbos denuncia la indiferencia, convoca a la hospitalidad y promueve la integración. Nos recuerda a los cristianos que estamos llamados a reconocer el rostro de Jesús en los desplazados y refugiados porque Él nos dijo: estuve de paso y me recibieron (Mt 25,35).

Dios es Amor misericordioso, como mostraron con sus vidas santa Teresita del Niño Jesús y santa Teresa de Calcuta. La misericordia se dirige a los que sufren las miserias del mal, la violencia, el descarte, el dolor y la muerte. La reforma de la Iglesia busca comunicar con más transparencia el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura. En 2015, en el Centenario de mi Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina, el Papa nos invitó a reflejar la centralidad de la misericordia porque el servicio de la teología es aprender, pensar y comunicar que Dios es Amor.

La pandemia es una fuerte herida en el cuerpo de toda la humanidad, por la cual murieron quince millones de personas. Todos recordamos la figura de Francisco solo en la plaza de san Pedro en una tarde lluviosa, rezando y consolando a la familia humana. Su mensaje quedó simbolizado en las frases: “todos estamos en la misma barca”, “nadie se salva solo”, “de la crisis se sale mejor o peor”. Sus propuestas para la pospandemia están sinterizadas en el libro Soñemos juntos. El obispo de Roma promueve un desborde de creatividad en favor de una vida más digna y un mundo más justo, cuyo símbolo debería ser una distribución equitativa y solidaria de vacunas contra el covid 19.

El Papa promueve una cultura del encuentro. Llevó a la Santa Sede su experiencia porteña acerca del diálogo ecuménico e interreligioso forjado en el cultivo de los vínculos personales. Aquí, descendientes de familias cristianas, judías y árabes logramos una convivencia respetuosa y plural. En el ámbito ecuménico destaco sus encuentros con el Patriarca Bartolomé de Constantinopla y el Patriarca Cirilo de Moscú; su viaje a Suecia y las intervenciones en el quinto centenario de la Reforma iniciada por Martín Lutero. Entre las iniciativas por la paz recordamos la jornada de ayuno por Siria; el viaje a Medio Oriente; la oración con autoridades de Israel y Palestina; la mediación entre las dos partes de Sudán; la intercesión por el pueblo Rohingya desplazado de Myanmar; la colaboración en los procesos de reconciliación en la República Centroafricana y en Colombia; las dos convocatorias a la paz en la ONU; las gestiones – por ahora infructuosas - por la martirizada Ucrania; la reciente visita al Congo y Sudán del Sur, dos pueblos pobres y en guerra donde crece el catolicismo.

La dimensión social del Evangelio

El primer papa jesuita eligió el nombre Francisco cuando el cardenal Claudio Hummes le recordó la frase dicha a san Pablo: no te olvides de los pobres. Ningún predecesor suyo tomó el nombre del Poverello. En 2013 el Papa recordó la unión profunda de san Francisco con Cristo y su respuesta al llamado que le hizo para reformar la Iglesia en el siglo XIII: repara mi casa. Expuso tres rasgos del santo de Asís que marcan su pontificado: el amor a los pobres desde el abrazo a la Señora Pobreza; el carisma pacificador cifrado en el lema Paz y Bien; la fraternidad con las personas y todas las creaturas, expresada en la alabanza del Canto de las creaturas. El nombre Francisco expresa la unión con Jesús, la reforma de la Iglesia, la misión ante tres desafíos: justicia, paz, cuidado.

En la exhortación programática La alegría del Evangelio (2013) el Papa argentino formuló la dimensión social de la fe y afrontó las cuestiones de los pobres y la paz. En la encíclica Laudato si’ (2015) resumió el carisma de san Francisco en su armonía con Dios, los otros y la naturaleza. Ese documento socio - ambiental asocia la lucha por la justicia que escucha el clamor del pobre con el cuidado de la casa común que oye el grito de la tierra. Afirma que los pobres están en el corazón de Dios y sueña con una Iglesia pobre para los pobres. Asume una línea constante del episcopado latinoamericano que integra la promoción, el desarrollo y la liberación integral en la evangelización. El Pontífice – constructor de puentes – proclama que los muros excluyen, y los puentes unen.

En 2009 Francisco visitó al Gran Imán sunita Ahmad Al-Tayyeb en Abu Dabi. Firmaron el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia. Manifiesta que Dios creó todos los seres humanos iguales en la dignidad y los llama a convivir como hermanos. En 2021 peregrinó a Irak, la tierra de Abraham, el patriarca que está en el origen de las tres religiones monoteístas. Allí dijo que la violencia fundamentalista y terrorista es una traición a la religión y un abuso de la fe, no su defensa ni su manifestación, y dijo que el cristiano renuncia a tener enemigos y sólo enfrenta la enemistad en su corazón. Por eso, aproximarse al otro como a un hermano - varón o mujer - es la opción para reconstruir un mundo herido. En Fratelli tutti el Papa invita a la fraternidad, que es la forma más plena de la alteridad, para superar el odio fratricida. Los cristianos llamamos a Dios Padre nuestro y creemos la palabra de Jesús: “ustedes son todos hermanos” (Mt 23,9).

La reforma de la Iglesia católica

En 2013 el nuevo Papa asumió las prioridades definidas por los cardenales en las congregaciones previas al Cónclave y creó una comisión formada por cardenales de distintos continentes para ir haciendo la reforma de la Santa Sede. Al mismo tiempo que nombraba nuevas autoridades en los dicasterios y cambiaba parcialmente normas canónicas preparaba la nueva constitución sobre la Curia romana Se promulgó en 2022 con el nombre de Praedicate Evangelium porque los organismos que colaboran con el Obispo de Roma están al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo. En esta reforma hay una cantidad de novedades. Nombro sólo cinco: ordena las estructuras curiales al servicio de la evangelización, la fe y la caridad; revaloriza las conferencias episcopales nacionales y las estructuras jerárquicas orientales; promueve una saludable descentralización hacia las funciones de los obispos y episcopados; define que todo laico - varón o mujer – en virtud de su bautismo puede asumir las máximas responsabilidades en una congregación romana; la promoción de las mujeres y del aporte del genio femenino en muchas funciones eclesiales.

Como cuenta el mismo Francisco en diversas entrevistas, desde el inicio tuvo que asumir dos procesos que había iniciado su predecesor Benedicto XVI. Por un lado, la lucha contra el pecado, el crimen y el escándalo de los abusos de menores cometidos por miembros del clero en distintos países. Por el otro, la reforma de los organismos administrativos, económicos y financieros de la Santa Sede para que se rijan por normas de transparencia, solidaridad, eficiencia y control. En una oportunidad el Papa me manifestó que esto le ha llevado más tiempo de lo que preveía inicialmente.

Francisco promueve la renovación misionera y sinodal de toda la Iglesia. Por eso exhorta a la conversión pastoral a Jesucristo de todos en el Pueblo de Dios para ser una Iglesia materna, humilde, profética, en salida. En línea con el Concilio Vaticano II, que hizo una relectura del Evangelio en el contexto de la cultura contemporánea, impulsa cambios paradigmáticos y procesos irreversibles de reforma. Desde 2021 estamos recorriendo un camino de escucha, diálogo y discernimiento a nivel local, continental y mundial, que celebrará su primera asamblea en octubre de este año y la segunda en 2024. Su tema y lema es: Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión.

La reforma sinodal de la Iglesia se vincula al testimonio transformador en la sociedad. Por ejemplo: la encíclica sobre la casa común procura una ecología integral y una ética del cuidado. Es un desarrollo de la doctrina social de la Iglesia madurado en el corazón de Bergoglio. En la asamblea episcopal de Aparecida él y otros tomamos más conciencia de la depredación de la región amazónica. Luego se creó la Red Eclesial Panamazónica - REPAM, que condujo al Sínodo de Obispos en 2019 y a la exhortación papal “Querida Amazonia”. Siguiendo la misma lógica participativa el 29 de junio de 2020 constituimos la Conferencia Eclesial de la Amazonía, una institución inédita en el catolicismo. Este organismo está formado no sólo por obispos sino por distintos miembros del Pueblo de Dios y de pueblos indígenas con un estilo sinodal para afianzar el rostro amazónico de la Iglesia.

La alegría luminosa de la fe

Francisco promueve una Iglesia en salida que se acerque a cada uno como es y donde está. Su proyecto se resume en la frase: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo”. Las palabras misión, discernimiento, alegría, consuelo y camino – sínodo es caminar juntos – brotan de una espiritualidad evangélica apoyada en san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.

La alegría es una clave de su pontificado. Los títulos de sus documentos contienen esa palabra u otras asociadas: La alegría del amor; Alabado seas; La alegría de la verdad; Alégrense y exulten; Todos hermanos; Predicar el Evangelio. La Iglesia contemporánea desea volver siempre al corazón del Evangelio, que es una Buena Noticia. En 1974 Pablo VI exhortó a los cristianos diciendo: “Alégrense en el Señor”. En 1975, su testamento pastoral se tituló “El anuncio del Evangelio”. La exhortación programática de Francisco, La alegría del Evangelio, reúne dos palabras centrales de esos documentos del Papa italiano. Siempre mueve a cultivar la dulce alegría de evangelizar.

La encíclica que Francisco escribió a cuatro manos con Benedicto XVI en 2013 se llama “La luz de la fe” (Lumen fidei). Describe la alegría de la fe como la luz de una lámpara que guía nuestros pasos en la noche señalando, apenas, lo que basta para andar. A veces la fe se parece a la luz de un faro grande que cubre desde lo alto el cielo, la tierra y el mar. Habitualmente es como una pequeña antorcha que acompaña el paso vacilante en la oscuridad. Cuanto más oscura es la noche, más se percibe el brillo de una pequeña llama. Francisco invita a soñar con grandeza y actuar con humildad.

La Iglesia latinoamericana y el Papa argentino tienen un estilo mariano. Nuestros pueblos creyentes encuentran el amor de Dios en el corazón de María. Desde 1531 el rostro moreno de la Virgen de Guadalupe lleva a su pueblo en la pupila de sus ojos y lo cobija en el hueco de su manto. Francisco nos enseña a mirar y dejarse mirar por la dulzura de los ojos misericordiosos de la Madre de Dios.

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