El martirio de Lucio

Quemado, violado, estrellado contra las paredes, pateado, golpeado durante horas- en la casa con sus atormentadoras vomitaba- vomitaba mucho -, hambreado, azotado hasta la muerte el 16 de noviembre de 2021

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A Lucio Dupuy lo asesinaron el 26 de noviembre del año pasado, pero su destino había comenzado a escribirse mucho antes
A Lucio Dupuy lo asesinaron el 26 de noviembre del año pasado, pero su destino había comenzado a escribirse mucho antes

Hay una foto insoportable. Lucio Dupuy, de cinco años, toma un refresco, levanta una mano, pone el pulgar en la palma y los otros dedos en alto. Los ojos inteligentes de Lucio, y la mano puesta de esa manera, es la señal de auxilio y urgencia de un niño que es maltratado. Nadie lo advirtió. Nada, nada pudo detener el martirio de Lucio Dupuy.

Quemado, violado, estrellado contra las paredes, pateado, golpeado durante horas- en la casa con sus atormentadoras vomitaba- vomitaba mucho -, hambreado, azotado hasta la muerte el 16 de noviembre de 2021.

Ese día el tormento fue largo, con música a todo volumen para tapar los gritos y los llantos de Lucio después de una convivencia que la jueza de familia una y otra vez determinó la custodia para la madre, Magdalena Espósito Valenti, de veinticinco. En convivencia con su pareja o novia, Abigail Páez, de veintiocho años. Las dos. Con el cráneo hundido, huesos rotos, vísceras destrozadas, lo torturaron entre las cinco y media y las ocho menos cuarto de la noche en la fecha de la muerte, noviembre de 2021. La jueza no aceptó pedidos de cambio por el padre ni por el abuelo, al que las dejaban visitarlo a veces y cobraban para verlo. Sí, cobraban.

Siete personas declararon en la segunda jornada del juicio que se desarrolla en los tribunales de Santa Rosa (Télam)
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Una cámara registró que las dos salieron solas de la casa de Allan Kardec 2385 Santa Rosa, La Pampa. Lucio quedó solo. Al rato regreso Abigail, levantó a Lucio agonizante y, en esos momentos no se sabe si fue llevado por ella al Hospital Evita, con unas personas que vieron lo que pasaba y aceleraron hacia donde los médicos podían hacer algo. Llegó muerto. Páez se dirigió antes a la Unidad Regional de Santa Rosa: cerrada. Había un policía y una enfermera, primeros testigos que se presentaron en el juicio que se lleva contra las diabólicas, madre y amiga íntima, una alianza amorosa que produjo el espantoso destino de Lucio Dupuy, sus padres separados, temporada con el abuelo, responsabilidad legal a Magdalena por orden de la jueza que siempre reiteró el cerrado o indiferente error. Las dos vivían ya juntas y la llegada del chiquito les resultaba un estorbo que era necesario quitar del medio, sobre todo porque rompía la repugnante unión de dos personas sin posibilidad de definir su mirada de un mundo sin hombres, o de hombres como enemigos a exterminar. El niñito de ojos inteligentes, el varón, empezó a llegar al jardín con magulladuras, hematomas, dificultades para caminar. Adoraba el colegio, su escape del infierno, pero las dos lo obligaban a faltar con frecuencia: los dibujos de Lucio allí aluden todos a lo que estaba ocurriendo, pero nadie se hizo cargo, nadie habló para salvar a Lucio Dupuy de cinco años. Una culpa enorme.

En este mundo, se sabe, hay hombres y mujeres peligrosos disfrazados con nombres falsos en las redes: son muchos lo que atacaron, insultaron y amenazaron a Chistian Dupuy, el padre, presente en la sala con mucha custodia, donde contó la relación con Magdalena y con Lucio antes de separarse. Las dos estuvieron hasta ahora con la cabeza baja aunque en la observación de todo, atendido por una defensa con la idea de que todo lo que sufrió Lucio se produjo antes de que la madre fuera entregada, un recurso absurdo, inútil.

Esposito Valenti está imputada por homicidio triplemente calificado por el vínculo con ensañamiento y alevosía. Abigail lo mismo, excepto por el vínculo. El idioma de la ley y el código, y se esperan perpetuas, pero ninguna persona justa habita en este suelo sin sentir que las dos tendrían que ser retiradas del mundo para siempre. Terminar con ellas. Psicópatas de manual- en realidad es el eminente psiquiatra Hugo Marietán quien en cierto momento dedicó su trabajo a exclusivamente al estudio de los psicópatas , un aporte esencial- : nacen así, no pueden modificarse, el empleo de la manipulación de los otros para conseguir lo que quieren de los demás, incluso matarlos, incapaces de distinguir el bien del mal en cualquier sentido.

El chico convivía con su madre y su pareja en un departamento ubicado en la calle Allan Kardec 2.385 de la ciudad de Santa Rosa
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Magdalena y Abigail no dieron el menor indicio de arrepentimiento. Ni lo darán. Para los monstruos de La Pampa no existe el arrepentimiento: hay chats entre ellas que demuestran haberlo resuelto y aplicado lo que hizo durante cuatro años desde el principio: “Decir siempre que se cayó de un árbol”.

Pero fue revelado lo que era claro. Ida y vuelta al hospital muchas veces: en uno de los exámenes que evidenciaban la ferocidad de las dos, Lucio llegó con una fractura expuesta, salía parte del hueso en una falange. ¿ Cómo pudieron callar los médicos delante del tormento de Lucio? ¿Cómo no fue denunciado y aceptado pretextos como la entrada de ladrones y un accidente con la escalera? Otra culpa enorme. Un país oscuro: se proclama el amor por los chicos pero son descuidados y a menudo abusados. Ricos y pobres.

Hay asistentes sociales que pasan de largo. Ninguna política sustentable y eficiente se registra al respecto: el maltrato infantil está delante de los ojos, tanto el obligado a mendigar como el abuelete simpático y pedófilo en buenas casas, a las que no es recomendable dejarlos con él a jugar al hico caballito. A los niños se los abraza sin relación o afecto libre de sospecha, cualquiera es levantado y besado. A los chicos se los quiere mucho- a los hijos sin fin, a los demás con calidez y simpatía-, pero hay que dejar de toquetear, de besar . Es la prevención que, en Estados Unidos y por la razón imperiosa del “child abuse”, no se tocan, no dan pellizcos en la calle a nadie, padres violentos y abusivos son de inmediato retirados de los chicos, unidos o no, por personal especial: aunque no se consiga una erradicación quizás utópica, se da cara a lo que ocurre y se reduce. La vida está llena de posibilidades radiantes y personas corrientes, pero están los psicópatas, los lobos irremediables.

En este caso estremecedor, interviene también una forma patológica de feminismo, si es que lo que hicieron Magdalena y Abigail fue, como se ha empezado a decir, un crimen de género, de odio. No lo creo del todo, no puedo concebir la causa del tormento de Lucio, de cinco años, sea eso, solo eso. Al preguntar al doctor Aguerrido, integrante de la querella, por el forense que hizo la autopsia de Lucio le contestó no haber visto nunca en treinta años de profesión tal horror. El abogado no pudo con el llanto.

La monstruosa pareja de La Pampa , psicópatas asesinas, no puede limitarse a un delito de odio y de género.

La duración y sistema de tortura, llama a uno a entender que disfrutaron con lo que hicieron hasta el punto de la adicción y la estimulación sexual.

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