El papa Francisco en el Camino de la Cruz

El Santo Padre dijo en esta Semana Santa: “Las armas del Evangelio son la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito al prójimo, el amor a todo prójimo. Es así que se lleva la paz de Dios al mundo”

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El papa Francisco habla mientras asiste a la Vigilia de Pascua en la Basílica de San Pedro en El Vaticano. 16 de abril, 2022 (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)
El papa Francisco habla mientras asiste a la Vigilia de Pascua en la Basílica de San Pedro en El Vaticano. 16 de abril, 2022 (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)

Cuando Jerusalén era una fiesta

Domingo de Ramos. Dijo el Santo Padre: “Vimos a Cristo entrar solemnemente en Jerusalén, era una fiesta, acogido como Mesías: y por Él se extienden mantos a lo largo del camino (cfr. Lc 19,36) y ramos cortados de los árboles (cfr. Mt 21,8). La multitud exultante bendice a grandes voces al «Rey que viene», y aclama: «Paz en el cielo y gloria en las alturas» (Lc 19,38). Esa gente celebra porque ve en el ingreso de Jesús la llegada de un nuevo rey, que traería paz y gloria. Esta era la paz esperada por esa gente: una paz gloriosa, fruto de una intervención real, la de un mesías poderoso que liberaría Jerusalén de la ocupación de los romanos”. Y que garantizara la paz social que no había en el mismo pueblo de Judea o Palestina.

Jesús entrando a Jerusalén el burro, pintura de Pietro Lorenzetti
Jesús entrando a Jerusalén el burro, pintura de Pietro Lorenzetti

Ruptura de Jesús con las autoridades

Jesús ese día predicó en el Templo y anunció ser El el Hijo del Hombre, el Mesías que todos esperaban. El Sanedrín o Consejo de ancianos -integrado por las tres fracciones hebreas (saduceos -derecha -, los fariseos o teólogos y los esenios, también fieles seguidores de las Sagradas Escrituras de conducta extremadamente ascética) compartía el poder con el Rey Herodes aunque este era muy limitado después de la invasión y las matanzas de Pompeyo que anexaron la provincia de Judea al Imperio Romano quedando bajo su dominio. Jesús había sido tolerado por los ancianos hasta que se proclamó en el Templo se proclamó “el Hijo del Hombre”. En la noche del día 3 de abril del año 30 ordenaron su detención después de la que sería la Última cena con sus discípulos fue arrestado, tras lo cual el Sanedrín lo condenó a morir en la Cruz, todo lo cual el propio Jesucristo había anticipado como lo que ocurriría porque así lo había dispuesto el Señor.

Siguiendo el Camino de la Cruz

Después de la celebración del Domingo de Ramos, se llevó a cabo la Misa Crismal en la Basílica Vaticana a las 9.30 de la mañana del Jueves 14 y al día siguiente, el Vía Crucis. Recordemos que la Pasión de Jesucristo que rememora el Vía Crucis es el rito más esperado y seguido de la Semana Santa por la Iglesia. Se realiza el viernes Santo y se divide en catorce estaciones que representan el camino que se inicia con el hecho del apresamiento de Jesús, su juzgamiento y condena por el Tribunal judío o Sanedrín, el ascenso con la Cruz de la Colina del Gólgotha, su crucifixión, muerte y depósito de sus restos mortales en la bóveda que puso a disposición de la familia de Cristo un rico y honesto judío llamado José de Arimatea. Casi tres siglos después el emperador Constantino, en un Imperio en franca decadencia y tras sucesos milagrosos en el campo de batalla decretó la legalidad del cristianismo y entre otras cosas mandó construir sobre la bóveda de Arimatea el Santo Sepulcro que hoy puede visitarse en Jerusalén.

Santo Sepulcro en Jerusalem
Santo Sepulcro en Jerusalem

¿En nuestro Siglo XXI se sigue crucificando?

Sí, se crucifica a los hambrientos y a los que carecen de abrigo, a los trabajadores que no tienen trabajo, a los que carecen de tierra y techo donde vivir, a los enfermos sin recursos, a los que no se asiste gratuitamente, a los injustamente privados de la libertad o a estos sometidos a condiciones inhumanas, a los niños y jóvenes víctimas de la droga, de la trata, de la violencia y del crimen organizado, a los niños sin amparo, a los jóvenes sin posibilidad de estudio y de trabajo, a los abuelos “descartados”; a los inmigrantes “rechazados”, a los pueblos víctimas de persecuciones y guerras, a los que misionan y luchan desde la Iglesia por amor y son perseguidos por ello.

Las familias en la procesión del Vía Crucis en el Coliseo, Roma

Mientras las velas iluminaban los senderos del histórico monumento y un aire primaveral hacía amable el pasaje a pie de una multitud de más de tres mil familias, diez mil peregrinos, en un clima de unción, oración y canto guardaban silencio para oír las lecturas de las historias concretas. Las familias fueron representadas por una en cada estación. Y así leyeron un texto: un joven matrimonio en la estación I, una familia en misión en la estación II, una pareja de ancianos sin hijos en la estación III, una familia numerosa en la estación IV, una familia con un hijo discapacitado en la estación V, una familia que dirige un hogar- familia en la estación VI, una familia con un padre enfermo en VII, una pareja de abuelos en VIII, una familia adoptiva en la IX, una viuda con hijos en la X, una familia con un hijo consagrado en la XI, una familia que ha perdido una hija en XII, una familia ucraniana y otra rusa en la XIII y una familia de emigrantes en la última estación (XIV).

Estación 13, dos mujeres llevando la Cruz de la guerra ruso-ucraniana

En la guerra de Ucrania “se vuelve a crucificar a Cristo -afirmó el Papa -Cristo es clavado en la Cruz una vez más cuando las madres lloran la muerte injusta de los maridos y de los hijos”.

Dos mujeres representaron sus familias y las familias víctimas de la guerra. Una de ellas ucraniana y otra rusa en una expresión de piadosa amistad, sufrimiento y esperanza. Son dos enfermeras que viven en Italia: Irina y Albina. Trabajan en el Campus Bio-Médico de Roma y de ese modo expresaron lo que sienten a favor de la paz en estos días de guerra.

Vía Crucis en Roma
Vía Crucis en Roma

Quienes celebran son familias. En el caso de Irina y Albina representan a sus familias del Pueblo de Dios (ver Evangelli Gaudium 273/274 y Fratelli Tutti, Nros. 156/169). Una de Ucrania y la otra de Rusia. Ambas trabajan en el Campus Bio-Médico de Roma. De las dos naciones vecinas hoy enfrentadas en una guerra fratricida. Intervienen en la ceremonia del Vía Crucis desde su sacralidad de creyentes y penitentes a causa de la tragedia social y política que sufren sus familias y comunidades. Derraman sus lágrimas -como María sobre el cuerpo de su Hijo sobre la Sangre de Cristo -y de los cristos injustamente sacrificados en tierra ucraniana. Saben que las guerras entre hermanos y vecinos alejan la Ciudad de Dios de la ciudad de los hombres pero tienen fe dispuestas a resistir que “… dioses y hombres se den la espalda, reducidos aquellos a puro tiempo sin cuidado humano y abandonados los otros a su humanidad sin amparo divino” (F. Hörderlin).

El “ecumenismo de la sangre”

En el mundo, el Papa Francisco y el Pueblo de Dios resisten el ideario mistérico de los intereses geopolíticos indescifrables y estrafalarios. De las políticas del mercado de las armas. También resisten contra las ideologías de los espíritus de aquel nacionalismo ciego que por exaltar el interés de la parte pierde la dimensión del todo y respalda las guerras sin medir las trágicas consecuencias para la humanidad. El Santo Padre, en todo el mundo, humilde y piadosamente lucha al frente de la barca del pueblo fiel desde un “ecumenismo de la sangre”. Marcha desde la sangre de Cristo y la sangre de nuestros mártires y de los pueblos crucificados empujando la historia hacia la paz.

La defensa del cese del fuego y del diálogo en un proceso de paz, si no es un engaño, no puede esperar el aniquilamiento de uno por el otro -la paz de los cementerios -o una negociación que conduzca a un consenso efímero y transitorio. No, la lucha requiere un esfuerzo ecuménico que trascienda las fronteras de la OTAN, de Ucrania y Rusia en la búsqueda de un acuerdo integral que garantice la tranquilidad y el equilibrio en el resto del planeta.

Dijo Francisco en esta Semana Santa: “Las armas del Evangelio son la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito al prójimo, el amor a todo prójimo. Es así que se lleva la paz de Dios al mundo. Por eso la agresión armada de estos días, como toda guerra, representa un ultraje a Dios, una traición blasfema al Señor de la Pascua, un preferir el falso dios de este mundo a su rostro manso.”

Cristo “la paz con vosotros”

“Jesús, antes de su última Pascua, dijo a los suyos: «No se turbe vuestro corazón ni se acobarde» (Jn 14,27). Sí, porque mientras el poder mundano deja solo destrucción y muerte —lo hemos visto en estos días—, su paz edifica la historia…Pascua es entonces la verdadera fiesta de Dios y del hombre, porque la paz, que Cristo ha conquistado sobre la cruz con el don de sí mismo, nos ha sido dada a nosotros. Por eso el Resucitado, el día de Pascua, se aparece a los discípulos y ¿cómo les saluda?: «La paz con vosotros» (Jn 20,19.21). Este es el saludo de Cristo vencedor, de Cristo resucitado”.

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