A más de setenta años de distancia, algunos siguen hablando, sin conocimiento de causa, de la “Década Infame”.
“Década Infame” es el nombre que le dieron -y algunos le siguen dando- al período comprendido entre los golpes de estado del 6 de septiembre de 1930, que derrocó a Yrigoyen, y del 4 de junio de 1943, que derrocó al presidente Castillo.
El balance de hechos que se ha tomado para tildar de infame a dicho período, es éste:
Denuncias de supuestos fraudes electorales, negociado de las carnes (”Pacto Roca-Runciman) denunciado en el Congreso por el diputado demócrata progresista Lisandro de la Torre, el atentado contra la vida de éste en el mismo recinto legislativo, un escándalo en el sorteo de la Lotería del 24 de julio de 1942, y la venta irregular al Ministerio de Guerra de un campo de 23 hectáreas, en El Palomar.
Nada más. Demasiado poco para que, a dicho período, sólo por aquellos episodios, que se pueden contar con los dedos de una mano y que son más de tinte policial que otra cosa, se lo siga declarando infame.
Comparado con otros episodios que en ese mismo espacio de tiempo sucedían en el mundo, parece una exageración.
En esa misma década…
Porque en ese mismo tiempo, en otras latitudes sucedían cosas espantosas. Como diría Borges, éstas sí merecen figurar para siempre en el cuadro de la historia universal de la infamia, para que nunca se las olvide, y nunca más se repitan:
La gran hambruna Holodomor (“Matar de hambre”), en Ucrania, mató a entre 1,5 a 12 millones de personas.
Se sucedieron dos guerras entre países hermanos: una entre Colombia y Perú, y otra entre Paraguay y Bolivia.
En Rusia, Stalin envió a millones de personas a campos de trabajo forzados del Gulag, y deportó a otros millones a Siberia y a otras zonas remotas de la Unión Soviética. Éste mismo dictador realizó en ese tiempo aterradoras purgas (“La Gran Purga”) provocando la muerte de cientos de miles de disidentes y supuestos conspiradores.
Japón invadió el norte y el éste de China, provocando una atroz carnicería, y la sangre empezó a correr a raudales en España, a causa de la guerra civil española provocada por Franco.
En Alemania comenzó la persecución contra los judíos, y en Dachau se inauguró el primer campo de concentración, que, después, junto con el de Auschwitz y otros, terminaría convirtiéndose en un campo de exterminio masivo.
Hitler, luego Stalin, invadieron Polonia, iniciando con ello el conflicto más diabólico de la historia: la Segunda Guerra Mundial, con sus cincuenta millones de muertos.
Mussolini envió cien mil soldados a invadir Etiopía, empleando en sus ataques aéreos gas mostaza, no sólo contra los combatientes etíopes, sino también contra civiles.
El 14 de junio de 1940, el mundo tembló porque Hitler entró triunfante en una París desierta y llena de angustia.
Comparadas con cosas horribles como estas que sucedían en otras partes del mundo en esos mismos años, las cosas que sucedieron en la Argentina durante la “década infame” fueron nimiedades.
¿Alguna vez, durante la “década infame”, un argentino comió ratas, como en Europa?
Origen del término
A José Luís Torres se lo recuerda como “el escritor tucumano que cautivó a Perón, y le puso nombre a una década”.
Publicó siete libros, entre ellos “Algunas maneras de vender la patria”, “La patria y su destino”, “Seis años después”, “Nos acechan desde Bolivia”, y “Oligarquía maléfica”.
Fue en 1947, en plena presidencia de Perón, que publicó su libro más conocido: “La Década Infame”.
La intencionalidad política de dicha obra era manifiesta. Consignaba que el golpe de estado del 4 de junio de 1943, perpetrado por Perón y otros oficiales del GOU, había puesto fin a una de las décadas más infames de la historia argentina.
Pero, a la luz de muchas cosas gravísimas que sucedieron después en la Argentina, reitero: es una exageración seguir tildando a los años 30 como “la década infame”, por algunos actos de corrupción o elecciones fraudulentas que se dieron en esa época.
¿No fue más infame que en octubre de 1947 –año de la publicación de aquel libro- la Gendarmería Nacional y la Fuerza Aérea masacraran a centenares de aborígenes en Formosa?
¿O que el 25 de abril de 1955 Perón entregara la explotación del petróleo argentino a la Compañía California Argentina de Petróleo (California Oil Company), con sede en Delaware, Estados Unidos?
¿O que en ese tiempo Argentina fuera refugio de jerarcas nazis, como el asesino Eichmann?
El bombardeo a la Casa de Gobierno y Plaza de Mayo con la intención de matar a Perón, con su saldo de 300 muertos y centenares de heridos, fue otra tremenda infamia.
Lo mismo que el incendio, a manos de hordas de incendiarios, de las sedes del Jockey Club, de varios partidos políticos, y de diez templos católicos de la ciudad de Buenos Aires.
El día que murió la Constitución
Si de infamias se trata, muchas de ellas ocultadas y olvidadas, habría que recordar también el día de la muerte de la Constitución Nacional: 28 de septiembre de 1952.
Ese día, sancionaron la ley 14.062 declarando a la Argentina en estado de guerra interno.
Con el estado de guerra interno, el régimen de Perón se convirtió en un régimen devorador de las instituciones republicanas, de las libertades cívicas, y de los derechos constitucionales.
Argentina se convirtió en un enorme cuartel, y los ciudadanos en soldados sometidos al Código de Justicia Militar.
Dicha ley dio también luz verde a la aplicación de la ley 13.234 de Organización General de la Nación para Tiempo de Guerra Exterior, la cual autorizaba la condena a muerte de militares y civiles que se rebelaran contra el gobierno. Fue la misma ley que después utilizó la “Revolución Libertadora” para fusilar a 33 civiles y militares.
La declaración de estado de guerra interno eliminó durante cuatro años la vigencia de la Constitución en la Argentina, y transformó al gobierno peronista en un ente ilegítimo, arbitrario, anti-libertario, anticonstitucional, absolutista, despótico y opresor.
Poca gente está informada de que, cuando Perón huyó, en las cárceles del país había unos seiscientos presos políticos.
Concretamente: comparado con otras cosas que pasaban en otros lugares del mundo, y con otras cosas que después pasaron en la Argentina, aquellos tres o cuatro sucesos de la “década infame” fueron sólo juegos de niños en un jardín de infantes.
SEGUIR LEYENDO: