Mercosur: el desafío de no morir en la irrelevancia

Con treinta años de existencia, sigue siendo una interrogante si es una herramienta útil o es solo una cáscara vacía sin contenido para sus protagonistas

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La participación de Alberto Fernández durante la última cumbre virtual del Mercosur (EFE/Esteban Collazo/Presidencia Argentina)
La participación de Alberto Fernández durante la última cumbre virtual del Mercosur (EFE/Esteban Collazo/Presidencia Argentina)

El Mercado Común del Sur (Mercosur), ya con treinta años de existencia, ha traído poca prosperidad y más que algún problema para los países que lo integran. Sigue siendo una interrogante si el Mercosur es una herramienta útil o es solo una cáscara vacía sin contenido para sus principales protagonistas: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. El Mercosur, técnicamente, es uno de los tratados que está en ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración), siendo esta el grupo latinoamericano más grande de integración conformada por trece países. ALADI está compuesta por tres bloques, uno con costa al Pacífico donde hay zonas de libre comercio, sea con Estados Unidos, con la Unión Europa o con Oceanía, donde por ejemplo se ubica Chile. Otro bloque, geográficamente en el medio, que tiene problemas de inserción externa y de desarrollo y que políticamente conserva un alineamiento ideológico desfasado con la modernidad. El tercer bloque es el Mercosur, el cual padece de una preocupante irrelevancia, en la que el socio principal es China, según señala el Secretario General de Aladi, el abogado y político Sergio Abreu.

El Mercosur adolece de problemas técnicos, dice el experto. Y agrega que mundialmente el sistema de organización de comercio está en ruinas. Las grandes potencias como EE.UU. y China han entrado en un sistema de comercio bilateral, en una suerte de comercio administrado, y esto ha repercutido sobre los demás países que son miembros de la Organización Mundial del Comercio. La Unión Europea, por su parte, tiene sus propios problemas, está tratando de redefinir su estrategia y se relaciona con los países del Mercosur mediante discursos políticos, pero a la hora de dotar contenido a algún acuerdo. Se trata solo de una entelequia: no tiene real intención de vincularse con ninguno de los cuatro países sudamericanos a los cuales ve sin fuerzas de negociación y hasta con un espíritu paternalista. Para la Unión Europea, los miembros del Mercosur no están en condiciones de ser interlocutores comerciales.

El diagnóstico detallado que realiza Abreu sobre las deficiencias del Mercosur abarca desde la normativa, las relaciones de vecindad y la carencia de infraestructura. El Mercosur tiene un problema técnico. No es una unión aduanera, tiene solo un arancel externo común que es el doble del promedio del arancel externo de casi todos los países en el mundo. No tiene políticas comerciales comunes, ni tampoco coordinación de políticas macroeconómicas, y menos un tipo de cambio común. De manera que países pequeños como Uruguay y Paraguay, cuando se produce una devaluación en Argentina o Brasil, se ven afectados notablemente. Les desvía comercio y su cadena de producción.

Si algo es imperioso para que el Mercado Común del Sur funcione es dejar la ideologización de lado y que esta no sustituya las relaciones comerciales. Más allá de las discrepancias que tengan Argentina y Brasil, están condenados a entenderse porque la geografía es la madre de la historia y porque están en la vecindad, señala Abreu. Mientras los dos países grandes no se entiendan, Paraguay y Uruguay van a terminar siendo rehenes de sus dificultades, de sus devaluaciones y van a tener serios problemas en el comercio. El Mercosur debe negociar en forma conjunta pero necesita la coincidencia de Brasil y Argentina que hoy se miran pero no se tocan. Claro que así como Argentina y Brasil están condenados a entenderse, Paraguay y Uruguay son, por su tamaño y población, los que sufren las consecuencias de los cambios abruptos en la gestión macroeconómica sus vecinos grandes. Esto además de generar turbulencias en el comercio de bienes y servicios constituye un elemento negativo para las inversiones porque las posibilidades de exportación pueden estar sujetas a estas variaciones. Lo que haga Argentina y Brasil en materia de inversiones afecta a los países más pequeños, y esto se llama vulnerabilidad y asimetría, señala Abreu. Además la infraestructura tampoco favorece al Mercosur ya que se requiere de una red moderna y digitalizada y sin ellas, se pierde productividad y competitividad. Los países deben apelar a la “inteligencia molesta”. Es el desafío a las propuestas, las ideas, los temas comerciales. Todo aquello que es nuevo, por ejemplo la agenda digital que viene avanzando de manera irreversible en todos los países.

El Secretario General de ALADI señala que en la actualidad a nivel regional y luego de la pandemia de coronavirus se han perdido más de treinta y cinco millones de puesto de trabajo. Esa pérdida de puestos es de la clase media, refiere a la micro, pequeña y mediana empresa. Sin inversión no hay comercio, sin comercio no hay empleo y sin empleo no hay paz social.

La integración requiere de concesiones de las economías grandes hacia las pequeñas para romper con la asimetría y salir al mundo en condiciones de competitividad. Los países del Mercosur deben sincerarse y hacer prevalecer lo técnico sobre lo político para no estar condenados a la irrelevancia.

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