El prestigio de la angustia

La infaltable lista de fobias, miedos, neurosis, separaciones y un fardo de cuestiones de ese orden llegó a la Argentina, un buen lugar donde la angustia es sinónimo de seriedad y robustez intelectual

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(Colprensa)
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Hace mucho tiempo supe con certeza que en la Argentina tiene un gran prestigio la angustia. Nos siente, nos acomoda bien. Sin el peso de la angustia y la aflicción, aún bajo la creación artística, con el deporte (nuestros deportistas lloran por cualquier frustración, lloran en el triunfo y lloran en la derrota), lloran con la misma fuerza con la muerte de la abuela que con la del canario. Hijos de la angustia del inmigrante que sufre el desarraigo y el pueblo lejano -con la inmunización del esfuerzo sin horas de descanso para encontrar otro sueño y otra tierra, menos mal-, compiten con la angustia del habitante original aunque hace diez mil años, en Historia es un soplo, aquí no había nadie. No quiero poner la miseria de lo que viven pueblos de origen precolombino en el Chaco o en Formosa -lo vemos sin ningún velo- y confundirlos con los pretendientes de quienes cantan que el patrón es malo, el peón es explotado, las vaquitas son ajenas. Una realidad de hoy que es completamente distinta, pero dale que dale con sus formaciones vocales, un bajo, un barítono y un Farinelli que no aflojan con su repertorio de quejidos. En ocasiones, por cierto, algunos dan con el talento y la belleza. La que podríamos llamar nanomúsica folklórica, regalos de la poesía, la destreza y sentimiento de los músicos en sus instrumentos, aunque incluso allí se cuela algo de angustia.

Cuidado: no se trata de proscribir la melancolía ni la tristeza sin especificidad, la que viene del dolor del mundo. Sería espantoso. Se trata, a ver si llueve después de tronar estos pensamientos, donde de modo inexcusable está el tango como un tesoro y Patrimonio de la Humanidad sin chiste. Pero no hay tango sin angustia y no es algo que reprocharle a tanta maravilla desde los ya globalizados, a pesar de ser los fundacionales -Arolas, pongamos- con Gardel divino y oscuro como un Sinatra en otra parte y, en otra lengua, Troilo, Manzi, Piazzolla. Identidad, angustia consagrada. No se trata en este sitio de política sino de identidad. A mí no me vengan con posiciones políticas de hierro ni convicciones políticas: después de una vida nómade y ver que no es de necesidad mejor que otro el lugar donde se es echado a luz. Se cambia, la realidad -¿no es la única realidad?-, se trasforma. Perdí la virginidad con Cámpora-Solano Lima pero, lo juro, que entre las costillas y el corazón sentía que se avecinaba una gran hemorragia. Todo se mueve y cambia. ¿Acaso no fuimos de ser uno de los mejores países de la Tierra a uno de los más pobres y donde todos los gobiernos ofrecen brotes de una primavera y después -lo digo- se van al carajo?

Hola doctor Freud.

Al prestigio de la ayuda, que ya estaba puesta en escena, los más estremecedores paisajes, los del campo argentino de la Provincia de Buenos Aires, no la Suburra del Conurbano, son a la vez de un bajón brutal al atardecer, por ejemplo, contribuye al psicoanálisis. Como en el trigo, la soja, el maíz. La creación del médico Sigmund Freud arraigó tanto las semillas casi científicas de la agroindustria. Tanto que en la facultad de psicología no se estudia el cerebro, créase o no. La palabra prevalece sobre algo de neurología, siquiera un poco.

¿Qué ocurrió para que todo el mundo ponga en agenda algo de trabajo, una comprita, una reunión, un pago pendiente y terapia? Sencillo: el mejor suelo para una cosecha grande ya estaba preparada con el prestigio de la angustia. La infaltable lista de fobias, miedos, neurosis, separaciones y un fardo de cuestiones de ese orden. Llegó a un buen lugar, donde el prestigio de la angustia es sinónimo de seriedad, robustez intelectual y creativa de cualquier pelaje. Edipo, Narciso y compañía tal vez no entendieran de qué se habla y hay que ir sin falta cada semana a terapia si se lo propusieran a humanos de otras maneras de vivir ¿Qué diría un esquimal, un súbdito del rey desaforado de Tailandia sobre la envidia del pene, para ponernos un poco ortodoxos?

Y ahora la pandemia.

¿Querés angustia? ¡Dos tazas! Estamos en la angustia extensa y la angustia consiguiente. Si me permiten, dejaré decir que cada tiempo tiene su calamidad y que el precio ya es altísimo. Para la educación sentimental de la angustia es muy lamentable, pero lo es de un modo o de otro. ¿Mezclado con poco aprecio por lo que suelo llamar la gente y con política a la pesca de cuestiones en el límite de un montón de situaciones muy trascendentes? Se ve rápido, se les ve el plumero. Pero está y, como llega la manera que también se ve, en una de esas hay que armarse del kit básico -vacuna cuando venga y toque, barbijo, aire libre, manos limpias, distancia-, agregado a un cambio menos de darle nafta al miedo. Algún día terminará.

¿Estará entonces también el lugar de la angustia prestigiosa donde vivimos en libertad?

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