La ciudadanía salió a decir NO

Una multitud protagonizó una movilización pacífica con múltiples consignas

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La ciudadanía se manifestó en los principales puntos del país (Franco Fafasuli)
La ciudadanía se manifestó en los principales puntos del país (Franco Fafasuli)

Las calles de todo el país se vistieron de azul y blanco. Los ciudadanos salieron en una gigantesca movilización pacífica con múltiples consignas, las que fueron repetidas una y mil veces: los NOs a la reforma judicial, a la impunidad, a los avances sobre las Instituciones y la Constitución, a la prohibición de trabajar y muchos más, se mezclaron con la indignación por la suelta de presos, la inseguridad creciente, el trato insensible hacia los jubilados, los elevados salarios de los funcionarios y tantas cuestiones que han irritado en extremo a la sociedad argentina.

Desde los sectores afines al Gobierno se quiso presentar esta marcha como una convocatoria política irresponsable de la oposición, fundamentalmente del macrismo más duro, como una convocatoria “anti-cuarentena”, pero una vez más la realidad superó al relato.

Fue evidente que se trató de una manifestación espontánea del hartazgo popular, en la que una vez más la ciudadanía superó en capacidad de reacción a la política de cualquier signo. Es que la marcha unió tanto a los que nunca apoyarían a este gobierno como a muchos de sus votantes desilusionados por las promesas de campaña incumplidas de la dupla Fernández-Fernández.

Cabe preguntarse entonces qué motivó a tantas personas a marchar ejerciendo su derecho constitucional de expresarse, tratando de cumplir las normas del distanciamiento social y muchos de ellos, hasta desafiando sus propios miedos.

Es evidente que los unió el agobio sin vuelta atrás por la seguidilla de pasos en falso, uno tras otro, de un gobierno que, en su afán por quemar etapas, casi con torpeza, intenta resolver más temprano que tarde lo que muchos piensan que es su principal objetivo: lograr la impunidad definitiva de funcionarios, ex funcionarios, y miembros de sus entornos cercanos con la caída de las causas de corrupción.

También alarma al ciudadano de a pie la inclinación del Gobierno, o al menos del ala más dura y poderosa de éste, por recorrer los pasos que lleven a Argentina hacia un modelo ideológico similar al de Venezuela, en el que solo las élites disfrutan de los privilegios de un alto nivel de vida, mientras el grueso de la población se debate en un mar de sufrimiento, necesidades, represión y manifiestas violaciones a los derechos humanos.

Los que han vivido la génesis del chavismo y viven la desgracia del régimen de Maduro, que ha convertido a Venezuela en el país más pobre de América, no dejan de advertirnos acerca de la secuencia siniestra en que, paso a paso, medida tras medida, reforma tras reforma, se va destruyendo el aparato productivo de un país, sometiendo sus instituciones a la inacción y a los funcionarios al envilecimiento. Eso no ocurre de un día para el otro, lleva tiempo, y así, a fuerza de restricciones progresivas a las libertades, de medidas autoritarias, de relatos mentirosos, de subestimar al ciudadano y de demonizar al que piensa diferente, comienzan las dictaduras.

En esta época, los gobiernos totalitarios que traen tanto dolor a sus pueblos, lejos de surgir mostrando su verdadera cara, se visten de ropajes pseudo-democráticos y llegan al poder por la vía del voto popular, en forma fraudulenta o no, simplemente realizando promesas al electorado que ni están en condiciones de cumplir, ni tienen la mínima intención de hacerlo.

Por eso es tan importante para Argentina lograr una ciudadanía crítica y en alerta que no sucumba tan fácilmente en la trampa de relatos mentirosos, de falsas antinomias, como la recientemente instalada de salud o economía y otros tantos ardides con que la política de poca calidad desafía constantemente al ciudadano para su dominación.

Si bien la promoción de la pobreza y el consecuente asistencialismo son factores claves de dominación de los gobiernos con vocación de perpetuarse en el poder, peor aún es el daño al futuro de un país que deriva de la sumisión de los individuos que se logra coartando su capacidad de pensar, sembrando la ignorancia, la banalidad y anulando su espíritu crítico. En nuestro país, muchos han trabajado por mucho tiempo para ese objetivo.

Queda ahora observar la reacción del Gobierno, sobre todo teniendo en cuenta que según se anticipa, las marchas continuarán. Y aquí se abren dos opciones: o encerrarse en un resentimiento estéril hacia la gente que se movilizó o bien tomar debida nota y rectificar, actuando en sintonía con los razonables mensajes de los ciudadanos. Ojalá se opte por lo segundo.

Hoy se vio una sociedad movilizada que sabía por qué estaba allí. Al ver la calidad, la riqueza de los argumentos en los reportajes, los motivos de participación en gente de todas las edades, pero sobre todo en muchos jóvenes, es claro que, en medio de tanta adversidad y amenaza, aún hay esperanza de lograr un país digno, libre y próspero. En otras palabras, de cumplir ese gran sueño llamado Argentina por el que nuestro libertador José de San Martín, a quien recordamos hoy, y muchos otros que construyeron nuestra patria dieron todo sin pedir nada a cambio.