Brasil eligió a un presidente que no es progresista. ¿Eso es malo?

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¿Quién es más de derecha, Mauricio Macri o Jair Bolsonaro? La progresía reaccionó a los gritos como si lo único importante de la democracia fuera la pertenencia a su fe. Sin religión y sin patria, el individualismo corre el riesgo de terminar siendo una sofisticada reivindicación del egoísmo. Sin el sacerdote y sin el guerrero, uno imagina que se viene el tiempo de los supermercados y los bancos o, al menos, de la agresiva expresión de sus intelectuales rentados. Confrontación entre las patrias y las riquezas, las culturas y los negocios, las naciones y los bancos. La concentración de la riqueza genera un ciudadano universal que transita la góndola de la vida cabalgando su tarjeta de crédito. Para mi gusto, el progresismo universal y ateo es la religión de la codicia y sus cultores. El problema no está en que sean ateos, lo patético es el odio que profesan hacia quienes ocupamos el espacio de la fe. Un odio muy poco democrático, como a todo lo que no perciben como propio.

Si la política no se atreve a confrontar con los intereses, no sirve de nada en una sociedad esencialmente dañada por la concentración de la riqueza. Se denomina "populismo" a aquello que molesta a los liberales y "fascismo", lo que cuestiona a los progresistas; la paradoja es que ambos están tan convencidos de ser los propietarios del espacio del bien y conciben a la democracia limitada a la expresión de sus gobiernos. Dado que el resto no es democrático, suponen que solo ellos serían los dueños del sistema. El progresismo es un pensamiento tan dependiente del poder económico que acusa de fascismo a todo intento de reivindicar la cultura nacional que molesta a la globalización bancaria. Las patrias se defienden de la agresión de los grandes capitales, tanto vengan disfrazados de virtud universal en su modelo progresista de izquierda o de derechas. Proletario o consumidor, el ciudadano del mundo tiene tarjeta de crédito en lugar de pasaporte.

No me imagino votando a Bolsonaro, mucho menos cuestionando las convicciones y las broncas de aquellos que lo hicieron. Brasil se debatía antes entre un obrero y un militar, se me ocurre que en ambos había una fuerte presencia de patriotismo, de eso que en nosotros está ausente hace tiempo.

Cuando lo que nos une es más fuerte que aquello que nos separa, somos patrias, cuando esto es al revés, solo somos pedazos impotentes de integrarnos en un todo. Imaginamos pertenecer a supuestas ideologías a las que convertimos en sustitutos de la patria misma, que solo funcionan si logran derrotar al contrincante. Estatistas y liberales, ambos en versiones de gran fanatismo y escasa lucidez. Los estatistas nos vuelven improductivos y los liberales, aburrida colonia. Dos fracasos sin sentido. La patria es productiva, la colonia, solo un amontonamiento de intermediarios y gerentes ricos imponiendo su nada a una masa de dependientes empobrecidos.

Brasil eligió un presidente que no es progresista, una multitud de arrogantes pensadores salió a acusarlo, a confrontarlo, a olvidar el detalle de su origen mayoritario. Demasiado concesivos con una Venezuela que tiene a la democracia herida de muerte como exigentes con el gobierno de un país hermano donde nadie cuestiona los resultados electorales.

Gritan fascismo siempre, como si la realidad no evolucionara. Al menos queda claro que los fósiles son ellos, dueños de etiquetas vencidas para productos que ni siquiera comprenden. Banalizan lo que tocan o juzgan, no quieren asumir que algo tienen que ver con las derrotas de ese imaginario que se derrumbó como un castillo de naipes. Los de verdad, como Evo Morales en Bolivia, no tienen problemas, como el Frente Amplio en Uruguay o en Chile, donde puede ser derrotado pero sigue vigente en el marco de la democracia. El progresismo liberal sería la única especie virtuosa vigente en la humanidad, eso al menos según ellos, que siempre fueron distraídos para condenar la dictadura cubana o la demencia venezolana.

El liberalismo de mercado choca contra las concepciones nacionales: la economía importa, siempre que no destruya sociedades. La riqueza no puede ser más fuerte que los mismos Estados. El patriotismo es una expresión de la defensa de las culturas en Estados Unidos y en Brasil, también es debate central en Europa, sucede en un mundo donde las tecnologías generaron fortunas que intentan imponerles sus leyes a los Estados.

Volvió el nacionalismo, al menos en muchos países, por ahora ausente en el nuestro, esperemos que no por mucho tiempo.

El autor es escritor y analista político.