El Papa Francisco y la libertad de mercado

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Papa Francisco
Papa Francisco

El papa Francisco actualiza la crítica formulada por la Doctrina Social de la Iglesia al actual sistema capitalista fundado en la economía de mercado y el consumo perdulario. Antes de entrar en sus palabras entendemos conveniente explicar algunas nociones básicas comenzando por preguntarnos que es la libertad?

Desde de la lógica -disciplina que estudia los principios de lo que es el término libertad no designa una cosa (mesa), ni una cualidad (lindo, feo); sino una relación, tal como cuando decimos alto, padre, enamorado, términos que no tienen sentido sino relacionados con otros que los complementan, padre en relación con hijo y así. Luego, siendo la libertad una "relación" ha de estar siempre referida a un hacer por ejemplo la "posibilidad" de votar por un candidato, salir o entrar del país, construirme una casa, etc.

Dos dimensiones de la libertad

Ahora bien, esa "posibilidad" tiene a lo menos dos dimensiones: una psíquica y una física o material. La primera se refiere a la toma de decisión y la segunda a la puesta en práctica de la decisión. Tengo que estar despierto y tener un cierto discernimiento mental para decidir ir de la Capital a Berazategui por ejemplo, y tengo que tener la posibilidad física o material hacerlo, resistencia física para caminarme unos 20 kilómetros, o el dinero –que es una prolongación de mi capacidad física  -para adquirir el pasaje de un transporte o pagar la nafta de mi auto. De donde hay una "libertad psicológica" y una "libertad física o material". 

La libertad política

Suele darse el caso que por encima mío haya alguien con poder de obligarme a realizar ciertas conductas, como el juez que me hace encerrar,  el gánster que me secuestra, o el policía de tránsito que me desvía del camino. Por eso tengo que reconocer una tercera clase de libertad que es la "libertad política". Esta libertad consiste en no tener una autoridad encima mío que me impida ese u otro hacer.

De ahí que soy libre -desde el punto de vista político -cuando no tengo un poder (legítimo o no) sobre mí, y puedo tomar la decisión sin ninguna limitación, y además llevar a buen término la acción concreta. Este sería el caso de una plena libertad política.

El liberalismo

El liberalismo es la doctrina que procura el más alto grado de libertad para los ciudadanos en su dimensión política. Un alto grado de libertad y un mínimo de poder sobre el ciudadano. Un estado mínimo como lo han definido John Rawls o Robert Nozick, grandes filósofos de la libertad.

Sin embargo, para garantizar unas libertades siempre tiene que haber una autoridad que restrinja otras. Así por ejemplo, el tránsito en nuestras ciudades sería un caos que impediría la libertad de circular sino fuera por los policías de tránsito que limitan la libertad de ir de contramano o a una velocidad excesiva. Hasta los más liberales reconocen esta vulnerabilidad de la anarquía. Y ante lo inexorable de la autoridad estos pensadores dicen: máxima libertad y poder mínimo.

Dos caminos

Por otra parte todos están de acuerdo en que todo ciudadano tiene  el derecho a ser a) libre en lo psicológico -poseer cierto grado de educación que le permita la madurez, b) libre en lo físico o material (salud y dinero suficiente para moverse y vivir bien) y c) libre en lo político (no tener una autoridad que innecesariamente lo obligue a tal o cual comportamiento).

Pero no todos están de acuerdo en que el Estado garantice esos derechos. Y aquí es donde se abren dos grandes avenidas:

-la de quienes sostienen que el Estado solo debe garantizar las libertades en el ámbito político, y no ocuparse de garantir la libertad psicológica, ni la física o material;
-y la de quienes sostienen que el Estado debe garantizar un alto grado de libertad, en todas sus dimensiones y para todos.

Claro que para hacer posible este último ideal -en ausencia de un espíritu solidario -como ocurre con el tránsito -la autoridad estatal debe restringir las libertades materiales o económicas de los que más tienen a favor de los que carecen de lo necesario para vivir.

Y esto se funda no solo en razones tendientes a evitar el caos sino en una exigencia de la justicia social.

Los así llamados liberales arguyen entonces que la benevolencia no es algo propio del ámbito político sino del orden de la moral o de la religión. R. Nozick dirá:" Yo no quiero que el Estado me obligue a ser bueno. Ese es mi problema".

También no son pocos los que afirman que es "el libre mercado", quien se ocupa de la libertad económica de todos mediante la enunciada teoría del "derrame".

"Libertad de mercado" es un eufemismo para no nombrar a "los máximos portadores de autoridad deontológica en el ámbito económico y financiero" ya que como vimos los sujetos de la libertad siempre son seres humanos, se los considere como sujeto colectivo o de manera individual.

Crítica de la Doctrina Social de la Iglesia

El problema práctico es que el principal objetivo de los que conducen las finanzas es la ganancia y para ellos el bien común no existe.

Dice el papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium que "algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia." (Acápite Nro. 54)

"La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo." (EG, acápite Nro. 55)

La gran brecha

Y en el mismo acápite afirma: "Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera" (EG, acápite Nro. 56).

Sin libertad material hay exclusión y exclusión es muerte

Lo que agrava las consecuencias negativas para los pobres es que sin libertad material se  anulan las otras libertades psicológica y política (de educarse, gozar de buena salud y vivir bien). Y eso se ha hecho intolerable desde el punto de vista moral y desde el punto de vista religioso.

Bajo el título "No a una economía de la exclusión" el papa Francisco dice en el parágrafo 53 de la exhortación que comentamos que "Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata".

Lejos de toda ideología, la capacidad de darse al Otro

Conforme se lee a Francisco se comprende que todos decimos defender la libertad, una libertad para todos o una libertad para unos pocos, a los primeros se los llama "liberales" que no es sino una "ideología" por la que busca legitimar el sistema de autoridad vigente.

"Mi palabra no es la de un enemigo ni la de un opositor. Sólo me interesa procurar que aquellos que están esclavizados por una mentalidad individualista, indiferente y egoísta, puedan liberarse de esas cadenas indignas y alcancen un estilo de vida y de pensamiento más humano, más noble, más fecundo, que dignifique su paso por esta tierra". (EG Acápite 208)

Tiempo de Pascua y otro modo de vivir más libre

En la celebración de la Pasión y muerte de Jesús en la Cruz -hoy viernes Santo -el papa no habló de los bienes ni del mercado, ni de la economía, no hablo de renunciar a este mundo terrenal, pero habló a los jóvenes y peregrinos en el Templo de la Basílica de San Pedro, de un modo de vivir más libre, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, donándose al otro:

"No se trata, pues, de renunciar a las alegrías del amor, a la atracción y al eros, sino de saber unir al eros el ágape, al deseo del otro, la capacidad de darse al otro, recordando lo que san Pablo refiere como un dicho de Jesús: «Hay más alegría en dar que en recibir»" (Hch 20,35).