Xi Jinping y la ruta del poder mundial

Nadie debería dudar de que Xi Jinping gobernará como líder indisputado más allá del 2022, cuando venza su segundo mandato

Compartir
Compartir articulo

El presidente de China emergió del 19º Congreso del Partido Comunista Chino no sólo como el líder indiscutido y con una influencia únicamente comparable a la que durante décadas tuvo Mao, sino como un líder con visión estratégica mundial.

En su discurso de tres horas y media ante los delegados el Congreso, esbozó los lineamientos de lo que puede decirse que es el mapa del futuro poder mundial, fijando el 2050 como el momento histórico en que China estaría a la par de los Estados Unidos en poder económico, militar y tecnológico, lo que permitiría devolver a China el estatus de gran potencia mundial que tuvo durante siglos, antes de que sucumbiera al imperialismo de las grandes potencias de Occidente, Japón y Rusia, humillación que es una de las motivaciones profundas del presidente chino para hacer de su país una potencia de dimensiones mundiales.

Tal es el impacto conceptual, ideológico y emocional del gran discurso de Xi Jinping que ha merecido el honor, hasta ese momento solo reservado a Mao, de que sus pensamientos fundamentales sean incorporados a los textos fundacionales del Partido Comunista. Deng Xiaoping también está en esa cúspide, pero en un rango menor, porque sus enseñanzas no son valuadas como pensamientos, sino meramente como teorías.

Hay una diferencia esencial entre los pensamientos de Mao y los del actual presidente de China, y es que el primero repudió toda la historia anterior del país estimando que solamente reflejaba la lucha de clases dominantes por el poder máximo, por lo que los anteriores escritores, poetas, filósofos, educadores —siendo el principal de ellos Confucio— fueron rechazados como paradigma por Mao, quien creía totalmente en el materialismo económico como raíz de todos los acontecimientos, en un todo conforme con las enseñanzas de Marx y Engels.

Xi Jinping, por el contrario, valora el mundo clásico de la cultura china como un aporte esencial para el desarrollo de China, porque Confucio y otros sostienen que los habitantes deben respetar las instituciones, ser leales al Estado, cumplir los ritos, tener hábitos y costumbres sanas, todo lo cual implica afirmar la tesis central de Xi Jinping de que el Estado debe tener la supremacía total del poder si se quiere tener una nación fuerte, sólida, próspera y prestigiosa en el plano internacional.

Por supuesto que todo esto es anatema para las democracias de Occidente, para las cuales el Estado debe estar al servicio de los ciudadanos y no a la inversa. Por eso, cuando se critica a la dirigencia china porque no sigue la filosofía de Occidente, se está pasando por alto que el máximo dirigente chino actual cree profundamente lo contrario, y puede llegar a ver esas críticas no sólo como una intromisión en los asuntos internos de China, sino como un intento de sabotear el extraordinario desarrollo del país al debilitar la estructura del Estado y su poder de decisión.

Nadie debería dudar de que Xi Jinping gobernará como líder indisputado más allá del 2022, cuando venza su segundo mandato, lo que envía el mensaje de que mucho antes que en 2050 China será la máxima potencia económica del mundo. Ya lo sería, si se midiese su PBI en relación con el de los Estados Unidos por el poder adquisitivo del yuan y del dólar, no por el tipo de cambio corriente, algo que el propio Banco Mundial reconoce como una realidad de plena validez técnica.

¿Por qué el presidente de China surge como el líder mundial de mayor visión estratégica? Porque en su mensaje se revela como un estadista que entiende con una extraordinaria claridad que el desarrollo económico del país es la fuente de todo poder, que la ciencia y la tecnología son claves para ese desarrollo, que la globalización es el marco en el que China puede desplegar todo su potencial y elevar el nivel de vida de su pueblo, porque el poder tecnológico sólo puede lograrse si la economía china tiene al mercado mundial como la fuente de la demanda que lo alimenta.

Para el pensamiento profundo de Xi Jinping, el desarrollo no solamente tiene que ser el medio para crear una sociedad próspera, sino, y mucho más importante, es el medio indisputable para crear un poder militar de primer orden. Este, a su vez, es la base para que China cumpla sus grandes ambiciones geopolíticas, que van mucho más allá del mar que lleva su nombre. ¿Qué estadista mundial se puede equiparar con esta grandiosa visión que despliega el presidente de China, por la que no debe asombrar que el futuro mapa del poder mundial haya estado inscrito en su histórico discurso ante el 19º Congreso del Partido Comunista?

El contraste entre la sabiduría que revela Xi Jinping y la formación intelectual del actual presidente de los Estados Unidos es tan evidente que, mientras el primero puede llevar a China a ser la máxima potencia del mundo, de la que dependerá la economía de la mayoría de las naciones, Donald Trump podría hacer retroceder a los Estados Unidos dentro de sus propias fronteras en nombre de un proteccionismo difícil de sostener en el mundo actual y una fórmula casi segura para bajarla del rango de máxima potencia mundial. Salvo en el plano militar, donde mantiene la supremacía pero esta también estará cada vez más amenazada por el fenomenal desarrollo tecnológico de China, nación a la cual nadie podrá detener en su ascenso a la posición de mayor potencia mundial del siglo XXI.