
Una nueva especie de crocodiliforme extinto, de apenas 60 centímetros de largo, ha sido descubierta en el suroeste de Montana por un exalumno de la Universidad Estatal de dicho territorio (MSU). Bautizado como Thikarisuchus xenodentes, el pequeño reptil, apodado cariñosamente “Elton” por sus descubridores, vivió hace aproximadamente 95 millones de años, durante el período Cretácico, en la costa de lo que fue la vía marítima interior occidental de América del Norte.
Según informó en un comunicado el Dr. David Varricchio, profesor de paleontología en la MSU y autor principal del estudio, este crocodiliforme representa una nueva familia completamente desconocida hasta ahora, que habría sido endémica del Cretácico norteamericano.
A diferencia de sus parientes más conocidos, como los cocodrilos modernos y otros miembros del clado Neosuchia, mayormente semiacuáticos o marinos y carnívoros, Elton era terrestre y probablemente omnívoro. Su dentición especializada sugiere que se alimentaba de una combinación de plantas, insectos y pequeños animales.
“Elton tenía una variedad de dientes especializados y de formas diversas, lo que es muy inusual entre los crocodiliformes. Esto sugiere que su dieta era distinta de la mayoría de sus parientes, que tienen dientes cónicos simples”, explicó Varricchio.
Con el hallazgo, los investigadores también descubrieron similitudes entre Thikarisuchus y otro grupo de pequeños cocodrilos extintos de Eurasia, conocidos como Atopasauridae, así como con especies del Cretácico africano y sudamericano. Esta convergencia evolutiva, según Allen, indica que “condiciones ambientales similares, disponibilidad de presas y quién sabe qué más impulsaron a los cocodrilos en lados opuestos del planeta a desarrollar características similares”.
Un fósil del tamaño de un meñique

El descubrimiento fue posible gracias a la observación de Harrison Allen, quien se graduó en 2023 del Departamento de Ciencias de la Tierra de la MSU. Durante una excavación en el verano de 2021 en la formación geológica Blackleaf, cerca de Dillon, Montana, el entonces estudiante del curso de paleontología de campo dirigido por Varricchio notó un pequeño fósil con una textura extraña, del tamaño de la punta de su dedo meñique.
“Se lo llevé al Dr. Varricchio y supe que debía ser algo bueno, porque me dijo: ‘Llévame a donde encontraste esto’”, relató el hombre. Hoy, Allen es estudiante de doctorado en paleontología de cocodrilos en la Universidad Stony Brook, en Nueva York, y figura como primer autor del artículo científico publicado esta semana en la Revista de Paleontología de Vertebrados (Journal of Vertebrate Paleontology).
La muestra inicial condujo a una recolección más amplia de sedimentos en el sitio. Allen y su compañero Dane Johnson, hoy especialista de paleontología en el Museo de las Rocosas de la MSU, pasaron entre 10 y 20 horas filtrando tierra y partículas finas, extrayendo finalmente docenas de diminutos fragmentos del esqueleto. Todos los restos, extremidades, vértebras, mandíbula y un cráneo completo de apenas 50 milimetros de largo, cabían en la palma de la mano de Allen.
La anécdota del apodo surgió durante estas largas jornadas de trabajo. Mientras tamizaban sedimentos, los estudiantes escuchaban el éxito de Elton John “Crocodile Rock”. “El apodo se quedó mucho antes de que al espécimen se le asignara su nombre científico”, contó el especialista.
Debido a la cualidad endeble de los fragmentos, los estudiantes optaron por no reconstruir físicamente el esqueleto. En su lugar, recurrieron a tomografías computarizadas, algunas realizadas en el Laboratorio de Investigación Subzero de la MSU. Allen estima que invirtió más de 100 horas en el procesamiento digital de los cortes en 2D para distinguir huesos de roca.
“Harrison trabajó muy duro para reconstruir digitalmente el animal y el resultado fue maravilloso”, elogió Varricchio.
Los resultados del estudio, además de revelar un nuevo género y especie, también ayudaron a definir una nueva familia de crocodiliformes, Wannchampsidae, la cual, junto con los atopasáuridos europeos, parece haber compartido adaptaciones similares para la vida terrestre, en lo que los científicos consideran un caso claro de evolución convergente.
El legado de Elton en la paleontología del futuro

Para Allen, el descubrimiento fue mucho más que un logro académico; fue un punto de inflexión vocacional. “Como estudiante de pregrado, novato en la investigación, me acerqué nervioso al Dr. Varricchio y le pregunté si podía estudiar este espécimen”, recordó. “Me condujo a un mundo fascinante de cocodrilos prehistóricos y extintos, y sus nichos evolutivos”.
Una observación relevante que surgió durante la investigación fue la disposición de los restos fósiles, que estaban densamente agrupados y organizados de forma coherente con otros hallados en madrigueras de la misma formación. Esto sugiere que Thikarisuchus fue preservado dentro de una madriguera, lo que a su vez refuerza la hipótesis de que esta formación geológica tiende a conservar animales de hábitos fosoriales.
“La mayor parte de la diversidad de crocodiliformes se encuentra en el pasado. Había cocodrilos completamente marinos, cocodrilos completamente terrestres, cocodrilos herbívoros, omnívoros y algunos que rompían sus caparazones. Eso me asombró y me motivó a adentrarme en este campo más específico de la paleontología”, explicó Allen.
Para su mentor, el Dr. Varricchio, el trabajo del hombre demuestra el potencial que puede emerger cuando se combina talento joven con oportunidades reales de investigación. “Fue un verdadero placer tener a Harrison como estudiante aquí: tanto entusiasmo positivo, seguido de una excelente investigación”, concluyó.
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