Poemas en los que la ausencia brilla y el vacío de la muerte hace eco del amor

En “Como la noche adentro de los ojos”, el poeta y editor Daniel Lipara narra la muerte de sus padres y la de su maestra y madre poética, Mirta Rosenberg. En su poesía coexisten matices, complejidades y contradicciones: “A veces la alegría y el dolor vienen juntos”.

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En "Como la noche adentro de los ojos", editado por bajolaluna, Daniel Lipara escribe sobre la muerte de la poeta Mirta Rosenberg para volver sobre la muerte de sus propios padres.
En "Como la noche adentro de los ojos", editado por bajolaluna, Daniel Lipara escribe sobre la muerte de la poeta Mirta Rosenberg para volver sobre la muerte de sus propios padres.

“Desbordan los ríos, las llamas consumen el bosque, huyen las vacas. Los símiles de la Ilíada llegaron al traducir con Mirta Rosenberg. Su impulso vuelve como viento, como ola encrespada, como boca que muerde. La fuerza se traspasa, transforma. El aliento de los símiles trae una violencia que arraiga en la vida, en su dulzura; un momentos de destrucción o cambio. Empecé este libro cuando ella enfermó. Apareció un poema en 24 partes”.

Quien escribe es Daniel Lipara, poeta y editor argentino, al comienzo de su nuevo libro, Como la noche adentro de los ojos. Para estar impulsado y nutrido por la enfermedad y la muerte -la de su madre, a los 9 años; la de su padre, más reciente; y la de Mirta Rosenberg, su maestra y madre poética, en 2019-, este poemario logra rescatar el brillo de la ausencia, el rastro de un amor que persiste en la poesía y, a través de esta, chorrea, palpable, sobre la vida de los que recuerdan y, por eso, escriben.

Como la noche adentro de los ojos, editado por bajolaluna, es una oda a la poeta rosarina Mirta Rosenberg, que fundó la editorial de la que Lipara hoy forma parte. Fallecida en 2019, Rosenberg dejó un hueco inconmensurable en el mundo de las letras argentinas. Pero, como todo espacio vacío que no se mide por la vara de la ausencia, es también una caja de resonancia en la que hoy, con el estruendo mínimo de la poesía, hacen eco las palabras y el amor -que son, de alguna manera, lo mismo- de quienes supieron leerla, no solo a sus libros sino a ella misma.

“Volví a los símiles cuando me dijeron que Mirta estaba enferma. Empecé a traducirlos como restos de un lugar que pierdo. (...) Los últimos días de Mirta tienen un brillo arrasador. Todo le parece delicioso. El duelo cambia la conversación, traducir es retenerla más. Pero no alcanza”, escribe Lipara. Como la noche adentro de los ojos oscila entre contradicciones que se homogeinizan dentro de cada poema sin perder la cualidad distintiva de sus matices.

“Este es el brillo y la canción del brillo”, escribe Lipara, aunando la experiencia en sí con la forma de narrarla. “Brillo sobre brillo”, escribió el poeta argentino Mariano Blatt. O como lo llamó Charly García, también poeta: “Plateado sobre plateado”.

“Como la noche adentro de los ojos” (fragmento)

Portada de "Como la noche adentro de los ojos", de Daniel Lipara.
Portada de "Como la noche adentro de los ojos", de Daniel Lipara.

Mi hermana y yo tiramos las cenizas en Ba-

riloche. Subimos al cerro con la caja en la

mochila, hacía ruido de piedritas y made-

ra. Había lagos por todas partes. De fondo,

las montañas. Entonces sopló el viento. La

mayor parte quedó en la copa de un ár-

bol. Después bajamos en aerosilla, comi-

mos chocolates. A veces la alegría y el dolor

vienen juntos. Abro la Ilíada, veo álamos y

amapolas. Una mujer espanta una mosca

mientras su hijo duerme, alguien mira las

estrellas. Después de nueve años de guerra,

destellos de una vida a la que todos quieren

regresar. Este es mi papá en la copa de un

pino mientras la fuerza del viento se lleva

una parte de él hasta el lago y las piedras.

Una ola me va a arrastrar con fuerza. Está

colgada al fondo de la calle hinchándo-

se. La soñé muchas veces, es inútil correr.

Cuando tenía quince años me escapé de

casa. Me fui por un impulso que vino de

la nada, no puede detenerse. Donde había

temor me invadió el ánimo. Mi hermana

Nadia miraba la tele. Salí con las piernas

rápidas mirando atrás por si Jorge mi papá

salía con el auto. Como en un sueño no

podés huir de alguien que no puede alcan-

zarte. Llegué al teléfono público, mi mejor

amiga me invitó a dormir. Ana lavó toma-

tes, cortó cebolla, rehogó todo en aceite de

oliva. La casa olía a ají molido; Silvia su

mamá no estaba. Nos vimos desnudos por

primera vez, los ojos brillan. Su cuerpo es

chico, blanco, está lleno de pecas. Me esca-

pé y me enamoré al mismo tiempo. Jorge

llamaba de noche y se oía su aliento como

un hilo de aire, a veces hablaba. Y si un taxi

los levanta de golpe. Y si tu hija no vuelve

del colegio. Quería sacarle a otro lo que,

para él, le habían sacado. Porque a sus ojos,

me dejé llevar. Y puede ser. El impulso que

mueve a las personas es el mismo que em-

puja a las olas contra el risco y a los ciervos

que saltan por el bosque. Es el río que se

desborda el viento que sacude un pino. El

poema lo llama igual que al pecho, le dice

espíritu, fuerza. El órgano que mueve los

brazos y las piernas. Una voz interior que

dice ahora.

Cuando Liliana, mi madre, murió, viaja-

mos a la playa. Papá, mi hermana y yo ele-

gimos una habitación de hotel mientras, a

cuatrocientos kilómetros, la sepultaban en

un cementerio privado, en Buenos Aires.

Su mamá no está ahí, dijo papá, ella está

con nosotros que la amamos. En el Jar-

dín de Paz, las parcelas tienen nombres de

árboles frutales, hay pájaros y hojas en la

tierra. La despidieron mis abuelos y mis

tíos, la curandera que le hacía reiki y los

nudos de amor. Así me lo contaron. Al día

siguiente fuimos a las sierras. El auto sube

por la calle de ripio entre cabañas. Mi her-

mana y yo, con trece y nueve años, trepa-

mos a las rocas. Hay valles alrededor, una

laguna, pinos en la orilla, olor a pasto. Hay

sol y viento porque es primavera. Entonces

aparece el caballo. En mi recuerdo, el pelo

blanco brilla como una lámpara y el caba-

llo es mamá.

Mirta Rosenberg, poeta rosarina fallecida en 2019 y fundadora de la editorial bajolaluna en 1990, tradujo junto a Lipara los libros "Aprender a dormir", de John Burnside, y "Memorial", de Alice Oswald.
Mirta Rosenberg, poeta rosarina fallecida en 2019 y fundadora de la editorial bajolaluna en 1990, tradujo junto a Lipara los libros "Aprender a dormir", de John Burnside, y "Memorial", de Alice Oswald.

La lanza de Áyax entra por el pezón. El

cuerpo aterriza en el suelo como un álamo

nacido a orillas de una laguna. Un carpin-

tero lo tala y le corta las ramas para hacer

una rueda. El tronco queda tirado, secán-

dose en la orilla. Llegó a la guerra soltero,

era el joven hijo de Antemión. Su madre,

una pastora, lo tuvo en la orilla del río

cuando bajó del monte detrás de las ovejas.

Lo llamó Simoesio como el río. Aparece de

golpe y se pierde entre doscientos cuaren-

ta muertos, pero su nombre de río sale de

la boca. Hay esfuerzo, hay demora en la

vida con sus padres, el matrimonio que no

tuvo, la orilla en que nació. El poema trata

de retenerlo un poco más. No puede. Aho-

ra el río espumoso es agua quieta y su torso

blando y húmedo, un tronco seco. Este es

el brillo y la canción del brillo. La lanza

de Áyax entró por el pezón y salió por el

omóplato. La oscuridad se le metió en los

ojos mientras corría.

Como cuando dios lanza una estrella y

todo el mundo mira para arriba para ver

ese látigo de chispas, y entonces ya no está.

Vuelvo a casa de noche con nuestra traduc-

ción de Memorial. Me llevo las muertes de

la Ilíada, el lugar de las comparaciones.

Recibo a Homero como a un huésped de

muchas voces. Y ahora qué, corazón de my

life, ¿vas a escribir algo tuyo? Hablá de lo

que viste. Meté cubito. Andá, como decir-

te, subiendo hasta llegar a lo sagrado. Em-

pezá con tu tía, tu mamá, después la India.

Mandame cuando tengas, es de interés. Y

oíme Dan, bajá la persiana del living apagá

el velador fijate en la heladera hice chu-

crut, es para ustedes.

Crisis: distinguir, separar, seleccionar. Un

viento elige dónde tirar las olas, alguien

prueba su fuerza, se interpreta un sueño.

Me alejo de vos como a punto de separar-

nos. Escucho tu respiración y la heladera

de noche. Mezclo la muerte de mis padres

y la enfermedad de Mirta. Su cuerpo y un

tronco secándose, su apellido y el monte.

Y cuando hay luz en la persiana, me levan-

to. El sueño vibra en la nariz y los ojos.

Subrayo las comparaciones, traduzco en

la cocina. Si te hace bien, metete ahí. El

símil es recuerdo de lo que se pierde. Una

misma palabra es arrasar e iluminar; las

crestas de espuma son remiendos; inexpli-

cable significa divino, una terrible fuerza

natural, un olor dulce. Me aferro a ese lu-

gar. Hay campos labrados y huertos fruta-

les y gansos mojándose en el río; un olivo

estallado de flores; un leñador comiendo

entre los árboles. Quiero quedarme ahí. El

viento derriba el olivo, las llamas se tragan

el bosque, el halcón mata a los pajaritos.

Los últimos días de Mirta tienen un bri-

llo arrasador. Todo le parece delicioso. El

duelo cambia la conversación, traducir es

retenerla más. Pero no alcanza. Tenés que

entrar más vos. Estoy acá.

Quién es Daniel Lipara

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1987.

♦ Tradujo Aprender a dormir, de John Burnside, y Memorial, de Alice Oswald, junto a la poeta Mirta Rosenberg.

♦ Publicó Otra vida, poemario editado también en Estados Unidos con traducción de la poeta Robin Myers.

♦ Forma parte de la editorial bajolaluna.

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