Eleonora Wexler (43) estuvo desde los 22 años en pareja con Leonardo Wassington, de quien se separó en 2011, después de catorce años juntos. "Me enamoré perdidamente. Me junté. Me quise casar con una ceremonia particular. Y viví feliz mucho tiempo. Hasta que en un momento, nuestros caminos fueron diferentes", explica sobre la única relación importante que se le conoce.
En más de treinta años de carrera, Eleonora no sabe de romances escandalosos, ni amores en tapa de revista. Sobre el metro sesenta que roza y encarna en un cuerpo pura fibra –talle S en todo–, Eleonora resulta una excepción a la regla.
–Llevás seis años sin pareja. ¿Qué te pasa con la opinión de la gente en ese sentido?
–Casi seis años. (Risas) "¿Cómo puede ser?", me dicen. Y a mí… ¡me chupa un huevo! Literal. Me llevo bien con mi soledad. No me torturo. Me gustaría tener un novio. Me gustaría casarme. Pero tiene que aparecer. Yo no creo en forzar nada. Tengo mis tiempos, buenos amigos, una familia unida y un trabajo que me encanta.
–¿No te sentís incompleta no estando en pareja?
–No. La verdad que no. Y no voy a hacer un esfuerzo por estar con alguien. No tengo que llenar un vacío. No lo necesito. ¿Entendés? Porque, de todas maneras, cuando esté en pareja, me van a preguntar por un nuevo hijo. Son las presiones sociales. No tengo la necesidad de estar en pareja para no sentirme sola. Si viene un compañero, que sea para sumar.
–¿Te gustaría volver a enamorarte?
–Sí. Claro que sí. Me encantaría. Pero no me pasa… El estado del enamoramiento es hermoso. Creo que me puede volver a pasar. No sé si de la misma manera, pero me encantaría que suceda.
–Y además, mientras tanto crías una hija adolescente, Miranda (13). ¿Qué te preocupa –u ocupa– de educar a Miranda?
–Tengo muchas inseguridades, como las que puede tener toda madre. Los adolescentes de hoy acceden muy rápido a todo. Al alcohol, por ejemplo. Miranda es chica. Todavía no va a bailar. Le doy información: cómo cuidarse y las cuestiones sexuales. Por suerte habla un montón. A veces le pregunto y me dice: "¡Ay, mamá!" Todo le molesta. Pero después se abre una puertita y me pregunta sin rodeos. Entonces le cuento mis experiencias. Dice que soy muy sobreprotectora. De todas maneras, es una nena tranquila. Va al mismo colegio desde los cuatro años y sus compañeras son sanas. Es muy deportista y le encanta la naturaleza. Hace equitación desde los dos años y medio. De hecho, el domingo, Día de la Madre, la voy a ver en una competencia de salto en San Diego ¡a las 7.30 de la mañana! (Risas).
Además, practica atletismo. Participó de los Torneos Bonaerenses y salió subcampeona en vallas. ¡Se me cae la baba! Y todavía tengo mucho para descubrir en mi hija. Pero, ¿sabés qué? Miranda es re íntegra. Es solidaria y sensible. Estoy muy orgullosa de ella. Me gusta su persona.
–¿En qué dirías que te transformó la maternidad?
–Me convertí en madre y dejé de ser el ombligo del mundo. La vida de mi hija pasó a ser lo más importante. Antes todo era "yo", "yo", "yo".
–¿Sí?
–Y sí… Imaginate. Soy actriz. Me miraba mucho a mí misma. Y a veces, cuando lloro por algo, Miranda me dice (e imita el tono): "Mamá, no seas taaaan actriz". Es que soy medio dramática, ¿viste?
Por Ana van Gelderen. Fotos: Christian Beliera y prensa Telefe
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