Un estudio revela que caminar a un ritmo rápido durante un tiempo prolongado reduce el riesgo de sufrir arritmias cardíacas

Las anomalías del ritmo cardíaco han experimentado un incremento significativo en su incidencia en las últimas décadas

Guardar
El ritmo de las caminatas
El ritmo de las caminatas está asociado al riesgo de arritmias cardíacas (Freepik)

Las caminatas, al igual que el resto de ejercicios, tienen un montón de beneficios para la salud, tanto físicos como mentales: mejora el estado de ánimo, reduce el estrés, fortalece los músculos y los huesos, facilita el correcto descanso y mejora la salud cardiovascular, entre muchas otras. Pese a esto, aún son pocos los estudios que han analizado el impacto potencial del ritmo de caminata en las anomalías del ritmo cardíaco, como la fibrilación auricular, de cuya incidencia se ha registrado en las últimas décadas un incremento significativo.

Junto a este, otros trastornos como las taquicardias (latidos cardíacos rápidos) bradicardias (latidos cardíacos muy lentos) tienen una fuerte asociación con mayores riesgos de enfermedad cardiovascular, muerte cardíaca súbita y discapacidad. Por ello, estudiar los factores de riesgo, los aspectos que motivan una mayor incidencia y la manera de reducir esta cuestión son fundamentales para el bienestar general de la población.

Por ello, un grupo de investigadores de la Universidad de Glasgow ha analizado los datos de velocidad de marcha de 420.925 participantes del Biobanco del Reino Unido a través de sus respuestas de un cuestionario (así como los acelerómetros de 81.956 de ellos) para comprobar si existe relación entre esto y las arritmias cardíacas. Sus resultados, publicados en la revista BMJ Heart, tienen una gran relevancia para los avances en salud: efectivamente, caminar a un paso rápido y mantener este ritmo en tiempos prolongados ayuda a reducir el riesgo de sufrir este tipo de anomalías.

Resultados más significativos

En este estudio, que es clave para diseñar estrategias de prevención temprana, los investigadores tuvieron en cuenta diversos factores que pueden mediar en esta mayor incidencia: metabólicos, la inflamación, la edad, el sexo, la obesidad, el tabaquismo, el consumo de alcohol y las condiciones preexistentes a largo plazo.

La velocidad a la que
La velocidad a la que se camina y la duración son claves en este estudio (Freepik)

De los participantes que colaboraron en la investigación, aproximadamente un 6,5 % informó de que su ritmo de caminata era lento, un 53 % promedio y un 41 % rápido. Tras un periodo de seguimiento que de media duró 13 años, 36.574 participantes (9 %), desarrollaron algún tipo de anomalía del ritmo cardíaco.

Después de tener en cuenta factores demográficos y de estilo de vida potencialmente influyentes, los resultados concluyeron que, en comparación con un ritmo de caminata lento, el promedio o el rápido se asoció con riesgos significativamente menores de todas las anomalías cardíacas (35 % y 43 % respectivamente). Sin embargo, esto no implica que caminar a un ritmo lento tenga una asociación relevante con este riesgo, es decir, que andar más lento no significa que aumenten las posibilidades de sufrir una arritmia.

Además, no solo se tiene en cuenta la velocidad, sino la duración: caminar más tiempo a ritmos moderados o rápidos correlacionó con menos probabilidades de desarrollar alguno de estos trastornos, concretamente un 27 %.

Otros datos concluyentes del estudio revelan que las mujeres, los menores de 60 años y las personas que no padecen obesidad tienen una mayor protección frente a las arritmias si caminan rápidos. En los pacientes con hipertensión o con múltiples afecciones crónicas, esto también demostró que puede ser beneficioso como medida secundaria de prevención.

Episodio: Arritmia cardíaca.

Limitaciones del estudio

Pese a que este trabajo coloca la primera piedra en el ámbito de la investigación de la correlación entre el ritmo de caminata y las anomalías cardíacas, un aspecto todavía poco estudiado, presenta una serie de limitaciones: buena parte se basó en autoinformes realizados por los propios participantes y estos, además, no representan un amplio espectro de edades y orígenes étnicos (por ejemplo, el 97 % eran blancos).

Sin embargo, este estudio es el primero que explora esta asociación, determinando que caminar más rápido disminuye el riesgo de obesidad e inflamación, lo que a su vez reduce las posibilidades de sufrir una arritmia. Esto es clave porque, con estos datos, los especialistas pueden pautar rutinas de ejercicios ligeros como técnica para prevenir de forma temprana estas anomalías cardíacas.