
El actor Ethan Hawke revivió recientemente uno de los momentos más memorables de su carrera al hablar sobre su trabajo con Robin Williams en la película “El club de los poetas muertos” (1989). Durante una entrevista con Vanity Fair, en un video retrospectivo de su trayectoria, Hawke contó cómo fue presenciar el proceso creativo del icónico actor, a quien calificó como un verdadero genio.
Hawke tenía solo 18 años cuando filmó la cinta dirigida por Peter Weir, una edad en la que apenas comenzaba su carrera en Hollywood. Aquel rodaje le ofreció una lección invaluable sobre la actuación y la libertad artística. Según relató, Williams no se atenía al guion, sino que improvisaba constantemente durante las escenas. “Robin es un genio de la comedia. Pero la actuación dramática aún era algo nuevo para él en ese momento”, comentó. “Yo lo observaba a menos de dos metros mientras hablaba con Peter sobre la interpretación. Robin Williams no leía el guion, y yo no sabía que eso se podía hacer. Si tenía una idea, simplemente la llevaba a cabo. No pedía permiso”.
El joven Hawke, entonces sin experiencia, quedó impactado por la audacia de Williams. Aquella forma de trabajar le reveló que la actuación podía ser un espacio de libertad, no solo de disciplina. “Eso me abrió un mundo nuevo: la idea de que se podía actuar así”, añadió el actor, que años después se convertiría en una figura consolidada de la industria con películas como Antes del amanecer, Boyhood y Training Day.
El método de Robin Williams y la dirección de Peter Weir

La dinámica entre Robin Williams y Peter Weir fue, según Hawke, uno de los aspectos más fascinantes de la producción. Weir, reconocido por su estilo meticuloso en películas como The Truman Show y Witness, se enfrentaba al desafío de canalizar la energía incontrolable de Williams dentro de una historia profundamente emocional.
“A Peter le gustó, siempre y cuando siguiéramos logrando los mismos objetivos que tenía el guion”, explicó Hawke. A pesar de las diferencias en su forma de trabajar, Williams y Weir lograron mantener una colaboración fluida. “Tenían una forma de trabajar muy diferente, pero no se juzgaban ni se resistían el uno al otro”, añadió el actor.
El resultado fue una química creativa que se tradujo en una de las películas más influyentes de finales de los años 80. Hawke señaló que la relación entre ambos artistas mostraba el verdadero potencial de una gran colaboración, en la que la imaginación colectiva se imponía sobre las individualidades. “No tienes que ser igual a nadie, no tienes que odiar a alguien por ser diferente. Y entonces la imaginación colectiva puede volverse muy poderosa”, explicó.
Un papel decisivo para la carrera de Robin Williams

En “El club de los poetas muertos”, Williams interpretó a John Keating, un profesor de literatura inglesa en una estricta escuela preparatoria de Vermont en 1959. Su personaje desafía las normas del sistema educativo tradicional y alienta a sus alumnos a pensar por sí mismos y valorar la libertad individual, usando la poesía como herramienta de inspiración.
La interpretación de Williams fue un punto de inflexión en su carrera. Hasta entonces era conocido principalmente por su trabajo cómico, desde la serie Mork & Mindy hasta películas como Good Morning, Vietnam. Sin embargo, con esta cinta demostró su capacidad para abordar personajes complejos y emotivos.
La película fue un éxito de taquilla, recaudando más de 235 millones de dólares a nivel mundial y convirtiéndose en la quinta película más taquillera de 1989, según cifras de Box Office Mojo. Además, recibió importantes reconocimientos: fue nominada al Óscar a mejor película, mejor actor (Robin Williams) y mejor director (Peter Weir), y ganó el Óscar al mejor guion original para Tom Schulman.
La improvisación como sello creativo
Robin Williams fue célebre por su capacidad para improvisar, un talento que no se limitaba a la comedia. Durante el rodaje, sus improvisaciones no solo aportaban frescura a las escenas, sino que también enriquecían la emocionalidad del relato. Su habilidad para cambiar el tono de una escena de manera natural fue, según muchos de sus colegas, una de las razones por las que su trabajo resultaba tan auténtico.

Peter Weir, lejos de imponerle restricciones, supo canalizar esa energía. En entrevistas pasadas, el director ha reconocido que permitir la espontaneidad de Williams fue clave para capturar la humanidad del personaje de Keating. El resultado fue una actuación que trascendió el guion y se volvió icónica, especialmente en momentos como el famoso discurso “Oh Captain, my Captain”, que se convirtió en símbolo de rebeldía y admiración hacia los maestros.
Hawke recordó que, en el set, Williams no temía probar cosas nuevas incluso si eso significaba alterar por completo una escena. “A veces decía algo completamente distinto a lo que estaba en el guion, pero lograba que todo tuviera sentido”, explicó. Esa libertad, lejos de generar caos, terminó inspirando a los jóvenes actores que lo rodeaban.
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