“¡¿Ese es tu walkman?! Qué moderno que es...”, le pregunta Luis Alberto Spinetta a Charly al comienzo de “Peluca telefónica”, el tema de ambos incluido en Yendo de la cama al living. Corría 1982 y sí, aquello de poder escuchar música fuera de casa, yendo al trabajo o corriendo (practico “aerobismo” se decía, aún no hablábamos de “runners”) significaba muchos pasos “para el hombre” y, sobre todo, “un gran salto para los melómanos” (con perdón de Neil Armstrong). Dicho de otro modo: podías sacar a pasear la música. ¿O la música te sacaba a vos?
La palabra clave en esta historia es walkman, y todo comenzó en 1979, 45 años atrás... En la actualidad, la música es un acompañante permanente. Accesible en cualquier momento y lugar desde el bolsillo. Este logro, que parece un hecho cotidiano, refleja una revolución silenciosa en el consumo musical impulsada por los teléfonos inteligentes y los servicios de streaming, donde millones de canciones de cualquier época y género están a un click de distancia. ¿O acaso, hoy por hoy, cuando pensamos en escuchar música no pensamos en Spotify? La revista Far Out destaca cómo la modernidad transformó la forma en que disfrutamos la música: los aficionados a la música tienen acceso instantáneo a una cantidad inimaginable de material musical de todo el mundo, que se remonta muchos años atrás.
Esta disponibilidad sin precedentes, un lujo inimaginable en décadas anteriores, hace que muchos hoy en día den por sentada la posibilidad de crear, en cuestión de segundos, listas personalizadas, explorar géneros exóticos o sumergirse en la discografía completa de un artista sin preocuparse por el espacio de almacenamiento. Los servicios de streaming redefinieron el papel de la música en la vida cotidiana, convirtiendo al teléfono en un verdadero archivo musical universal.
Hubo un tiempo en que esta accesibilidad era impensable, y el disfrute de la música dependía de limitaciones físicas y tecnológicas que restringían su circulación. Antes de los reproductores portátiles y los sistemas de streaming, escuchar música era un acto íntimo y casi ritual en el hogar, reservado para aquellos que podían costear grandes sistemas de alta fidelidad y contaban con el espacio suficiente para almacenar voluminosas colecciones de discos de vinilo o incluso, en tiempos anteriores, los antiguos cilindros de cera.
La evolución hacia la música portátil tiene su origen en los diversos formatos de reproducción que buscaron acercar la música al usuario, desde los pesados discos de goma laca y vinilo hasta las primeras cintas de carrete a carrete, pasando también por el Walkman.
Los obstáculos en la era del vinilo
Los primeros intentos de llevar la música fuera del hogar se enfrentaron a obstáculos prácticos importantes, principalmente ligados a la fragilidad y el tamaño de los formatos de la época. Durante las décadas de 1950 y 1960, hubo ciertos avances en la portabilidad del vinilo con el auge del sencillo de 45 revoluciones por minuto (RPM). Este formato de menor tamaño se pensó como una solución para facilitar el transporte y la manipulación de la música grabada. Sin embargo, la delicadeza inherente del vinilo hacía que fuera poco práctico para un uso portátil; nadie podía imaginar caminar por la calle con un disco de doce pulgadas en el bolsillo sin riesgo de romperlo.
Escuchar música fuera de casa seguía siendo poco viable. Aunque las discográficas y fabricantes de equipos intentaban adaptar el vinilo a un formato más accesible, la portabilidad genuina seguía siendo un reto. La realidad era que disfrutar de la música grabada continuaba siendo, en gran medida, un privilegio limitado a los espacios domésticos.
Música portátil, primeros pasos
La llegada de las cintas de carrete a carrete, en la década de 1950, representó un avance decisivo en la portabilidad de la música. Aunque aún no era ideal para el uso diario, este formato ofrecía al público general la posibilidad de transportar música en un medio más compacto que los discos de vinilo, y su aparición supuso el primer paso hacia la música portátil. Las cintas podían caber en una bolsa o incluso en un bolsillo grande, lo cual amplió ligeramente el margen de movilidad. Sin embargo, el equipo necesario para reproducirlas seguía siendo voluminoso y poco práctico para el usuario común, lo cual limitaba su adopción masiva fuera de entornos controlados.
Además, a pesar de su relativa accesibilidad, estos grabadores de carrete a carrete resultaban costosos para el consumidor promedio, y la calidad de sonido no estaba a la altura de los equipos de alta fidelidad que aún dominaban en los hogares. La reproducción de las cintas, realizada en grabadoras portátiles con altavoces de sonido metálico y poco definidos, restaba calidad a la experiencia auditiva.
La verdadera revolución en la portabilidad musical llegó en 1962, cuando Philips presentó el casete compacto, un formato que cambiaría para siempre la manera en que las personas interactuaban con la música. A diferencia de las pesadas cintas de carrete a carrete, los casetes compactos eran pequeños, económicos y fáciles de manejar, y además ofrecían una notable mejora en la calidad de sonido. Por primera vez, la música grabada era accesible para un público amplio que podía permitirse comprar estos casetes y disfrutar de ellos en una variedad de dispositivos de reproducción.
Sin embargo, la mayor transformación ocurrió en 1979 con el lanzamiento del Walkman de Sony, un dispositivo que dio al casete una dimensión completamente nueva al permitir una experiencia auditiva verdaderamente individual y portable. El Walkman, un reproductor compacto con auriculares, rompió con la tradición de los estéreos hogareños al posibilitar que las personas escucharan música en privado y en cualquier lugar. Al prescindir de parlantes incorporados y optar por auriculares, Sony ofrecía una calidad de sonido superior en comparación con otros dispositivos similares.
El éxito del Walkman fue inmediato y avasallador: se convirtió en un fenómeno cultural que redefinió el consumo de música, llevando a una generación entera a explorar el mundo con una banda sonora personal. El impacto fue tal que su éxito motivó a otras empresas tecnológicas a unirse rápidamente al mercado de los reproductores portátiles. Esta competencia aceleró la producción de dispositivos cada vez más ligeros y accesibles, consolidando el casete como el formato de música portátil por excelencia durante los años 80.
Este avance marcó el inicio de la era de la música personal, donde la posibilidad de llevar la música a cualquier parte no solo era una realidad, sino también una expresión de estilo y personalidad. Gracias al Walkman, la música empezó a acompañar a millones de personas en su vida cotidiana y dando pie a una cultura de la portabilidad y la individualidad que sigue vigente hoy en día.
El legado del Walkman
A medida que la tecnología avanzaba y los formatos de almacenamiento evolucionaban, el Walkman demostró ser una pieza versátil, adaptándose a los cambios en la industria musical. Cuando el casete comenzó a ser reemplazado por el CD en la década de 1980, Sony y otras compañías lanzaron reproductores de CD portátiles, como el Discman, que mantuvieron viva la esencia del Walkman. Esta transición permitió a los usuarios llevar consigo una calidad de sonido digital, mejorando la nitidez de la música y eliminando el desgaste físico que afectaba a las cintas de casete.
Con la llegada de la era digital a finales de los 90, la música volvió a experimentar una transformación fundamental: el auge del formato MP3 y las descargas digitales. Este cambio marcó el fin de los formatos físicos, permitiendo que se almacenaran miles de canciones en dispositivos pequeños y de fácil acceso. En este contexto, aparecieron los primeros reproductores de MP3, diseñados para almacenar y reproducir archivos digitales, y en 2001, Apple revolucionó nuevamente la portabilidad musical con el lanzamiento del iPod.
El iPod, con su innovador diseño y capacidad para almacenar miles de canciones en un solo dispositivo, se convirtió en el estándar de la música portátil en la era digital. Este aparato no solo ofrecía una calidad de sonido superior, sino que transformaba la experiencia del usuario al facilitar la creación de bibliotecas musicales personales y listas de reproducción en un mismo equipo. Además, la posibilidad de comprar música en formato digital a través de tiendas como iTunes consolidó la independencia de los formatos físicos, permitiendo a los usuarios adquirir canciones y álbumes sin necesidad de discos o casetes.
Pero más allá de que la cadena evolutiva de la tecnología no se ha detenido, ni lo hará, una cosa es segura: con el Walkman, la música se hizo más llevadera... Para nosotros, y especialmente para Sony, que logró lo que ambiciona toda marca: que su modelo pasara pasara a ser un genérico de todo reproductor portátil a casete, fuera de la marca que fuera.