
El Gobierno alcanzó en apenas un año de gestión logros que hasta quienes no comparten su ideología económica comienzan a valorar: el orden de las finanzas públicas, que cerrarán 2024 con superávit financiero y acelerada reducción de la inflación que casi nadie, salvo el economista Ricardo Arriazu, se animaba a pronosticar hace un año.
El costo fue, como en todo plan de ajuste, una profunda recesión inicial que, de todos modos, ya con la variación del IPC del año pasado, se recortaba bastante nítida en el horizonte.
Sin embargo, quedan tareas pendientes en esa estabilización que todavía para muchos analistas es precaria. La más inquietante desde el punto de vista macroeconómico es la falta de reservas netas, de la que se desprende la vigencia y dependencia del cepo cambiario. Desde el punto de vista de la economía real, es decir “de la calle”, lo más preocupante, incluso en términos electorales, es la reactivación uniforme para todos los sectores.
En especial, el consumo, la variable más golpeada y a la que más le está costando recuperar. Las proyecciones oficiales y privadas indican un robusto rebote para el próximo año, con un piso de 4% según los privados y de 5% según el Gobierno. Pero no está claro qué tan parejo y transversal a los diferentes sectores será ese impulso.
Sobre el primer pendiente, los números son contundentes y las reservas siguen en terreno negativo por unos USD 4.600 millones, lo que está lejos de lo previsto a principios de año con el Fondo Monetario, que exigió una acumulación de unos USD 10.000 millones, para llegar a diciembre con la cuenta cercana a cero.
Sin embargo, esa metodología es exigente y, en caso de necesidad extrema, el margen podría ser diferente. Esto porque, al aplicar la cuenta, como indican los manuales del organismo, se restan la cantidad de dólares necesaria para hacer frente al pago de los Bopreal (los bonos que emitió el Banco Central para solucionar parte de la deuda comercial de los importadores y también algo de los dividendos impagados) de los próximos 12 meses. Se restan también los depósitos en dólares del sector público.
Sin esos descuentos, las cuentas mejoran, sólo en la práctica, sustancialmente. Pero siguen resultando completamente incompatibles con el objetivo de levantar el cepo cambiario, al menos en los términos que ya plantearon el presidente Javier Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo. Es decir, con dólares suficientes en las reservas del Central para poder afrontar los focos de demanda potencial de divisas todavía persistentes, a pesar de la sequía de pesos que impera hoy en la economía.

En ese marco, anunció Milei, se están llevando a cabo las negociaciones con el Fondo Monetario por un programa con fondos frescos y desembolsos adelantados, que se podría terminar de hilvanar durante el verano. Esto se reforzaría con un paquete de créditos de bancos privados, cuyas tratativas se iniciaron hace ya meses, sin ningún anuncio de concreción. Es que, en la medida que mejoran las condiciones financieras de la Argentina y baja el riesgo país -el viernes quedó al borde de perforar los 700 puntos básicos-, también mejoran las condiciones en esa negociación.
De confirmarse la llegada de esos fondos en el primer trimestre, la expectativa es que se traduzcan en el fin del cepo. “El cepo es una aberración que nunca debería haber ocurrido y que, con nosotros, se va a terminar el año que viene y para siempre”, anunció el martes pasado el Presidente, al cumplirse un año de gestión. Los indicios señalan que será antes de las elecciones y no después.
“La eliminación del cepo y del rojo en las reservas netas aún son tareas pendientes y el riesgo país necesita bajar todavía un poco más para liberar el acceso a los mercados internacionales de crédito”, apuntó la consultora Abeceb en su último informe. Esas condiciones resultarán, a partir de ahora, elementales para que se produzca el crecimiento económico.
Se sabe, la energía y la minería prometen dólares por doquier. La cantidad de proyectos de inversión que pidieron la adhesión al Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) por USD 12.000 millones tienden a confirmar esa ambiciosa presunción. Pero eso no será tan inmediato, la economía se encamina a un proceso de apertura y habrá efectos colaterales, entre los cuales los sectores que enfrentarán condiciones más duras serán los afectados por la reducción de aranceles.
A partir del año próximo, advierte la consultora del exministro de Producción, Dante Sica, “la rentabilidad se va a mudar de barrio con frecuencia y va a haber ganadores y perdedores”.
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