De cara a octubre, las señales del gobierno de Donald Trump serán claves en relación al apoyo del FMI

La inquietud entre los inversores tras las PASO alejó más a la Argentina de los mercados financieros. Sin embargo, los riesgos de incumplimiento dependen más de la actitud de la Casa Blanca que de Alberto Fernández

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Donald Trump y Mauricio Macri en la cumbre del G20 en Buenos Aires (Reuters)
Donald Trump y Mauricio Macri en la cumbre del G20 en Buenos Aires (Reuters)

A pesar de las crisis recurrentes, los políticos y la sociedad argentina avanzaron en algunos acuerdos básicos. Hoy ya casi nadie discute los beneficios de la democracia o de permitirle a un Gobierno terminar su mandato. Lo mismo puede decirse de la necesidad de honrar las deudas asumidas. En diciembre de 2001, el entonces Presidente interino Adolfo Rodríguez Saá habló en el Congreso de "tomar el toro por las astas" y declaró la cesación de pagos, ovacionado por los legisladores. Esa escena sería inimaginable ahora.

Luego de algunos comentarios zigzagueantes en la campaña previa a las PASO, Alberto Fernández fue mucho más contundente al referirse a la deuda. Para que no queden dudas aseguró que el endeudamiento asumido por el gobierno de Mauricio Macri debe reconocerse y que a nadie le conviene un default. Todo sucedió ante la atenta mirada de muchos de los empresarios más influyentes de la Argentina, que un par de semanas atrás venían llevando adelante una campaña a favor de la reelección de Macri.

Pero los inversores ni se inmutaron por estas declaraciones. El riesgo país continuó arriba de los 1.800 puntos y los bonos más cortos en dólares siguen con un rendimiento superior al 50%, descontando una próxima reestructuración.

Luego de una serie de declaraciones confusas, esta semana Alberto Fernández dejó en claro que el default no es una posibilidad para su gobierno. Pero en ocasiones la voluntad de pago es diferente a la capacidad de pago.

¿No lo creen los mercados al candidato del Frente de Todos? Es quizás una parte de la explicación. Otra posible lectura es que en realidad los mercados perciben que no es un problema de "voluntad de pago", sino en realidad de "capacidad de pago". Por lo tanto, no alcanza con una expresión de deseos sobre la necesidad de hacer frente a la deuda, sino que en realidad no hay suficientes recursos para responder.

Mauricio Macri y Christine Lagarde, en el G20 de Japón
Mauricio Macri y Christine Lagarde, en el G20 de Japón

La visita del FMI que arrancó ayer tiene en esta oportunidad una importancia mayúscula. Al finalizar la revisión de las cuentas públicas se sabrá si el organismo está dispuesto a seguir ayudando o no a la Argentina, a pesar del revés electoral sufrido por Cambiemos. No se trata sólo de la revisión que efectúen los técnicos sobre las metas fiscales. También resultará central la postura del directorio del organismo, donde Estados Unidos tiene mayoría y luego los principales países desarrollados. ¿Estará dispuesto Donald Trump a seguir enviando millonarios desembolsos, frente al inminente cambio de Gobierno?

Las evaluaciones sobre la "sustentabilidad" de la deuda tampoco resultan muy favorables. Con la última devaluación, el stock de deuda en relación al PBI ya está muy cerca del 100%. Además, las reservas están cayendo aceleradamente producto de la desconfianza post PASO (más de U$S 9.500 millones en dos semanas) y como la economía no crece tampoco genera los recursos suficientes. Este análisis será encarado en profundidad en esta misión del Fondo.

Esto puede llevar a otro escenario: que el Fondo habilite el nuevo desembolso pero al mismo tiempo inste al Gobierno a reestructurar el perfil de vencimientos de la deuda con el sector privado. Sin ayuda financiera relevante del organismo en 2020, la solución deberá pasar de una negociación con los bonistas. Y el mercado lo intuye.

El FMI le bajó el pulgar a la Argentina en 2001 y condenó al país al default. El organismo deberá dar una contundente señal de que sigue apoyando a la Argentina más allá del cambio de Gobierno. De lo contrario la crisis de confianza recrudecerá

En 2001, tras el fracaso del "blindaje" de U$S 40.000 millones, el FMI le otorgó un nuevo paquete de ayuda financiera a la Argentina por U$S 8.000 millones. Pero los desembolsos se suspendieron en noviembre, cuando desde el organismo advirtieron que no podrían salvar de todas formas a la Argentina del default. Fue la señal que gatilló el "corralito", default y explosión de la Convertibilidad a los pocos días.

Macri y Trump durante la cumbre del G20
Macri y Trump durante la cumbre del G20

Ahora la "pelota" vuelve a estar del lado de Washington. Se trata de una decisión política sumamente relevante para el futuro de la economía argentina. Si gana Alberto Fernández, ¿estará en condiciones de seguir contando con el apoyo financiero de las grandes potencias que integran el G-7? Hasta ahora no hubo indicios ni para un lado ni para el otro.

Lo que sí quedó claro es que los mercados respondieron furiosos porque la apuesta a favor de una reelección de Macri no salió como la esperaban. El salto del riesgo país desde 800 a 1.800 puntos en cuestión de días dejó otra vez a la Argentina completamente afuera del financiamiento internacional. O más bien profundizó aquel aislamiento ¿Responderá de la misma manera la Casa Blanca?

La fenomenal caída de los títulos más cortos emitidos por la Argentina deja en claro que los inversores esperan una quita en el pago de la deuda. Y algunas estimaciones indican que podrían entrar en un canje “amigable” bonos del 2020 al 2027

No se trata sólo del desembolso de U$S 5.400 millones que debería ingresar a fines de septiembre o principios de octubre. Va mucho más allá. Es en realidad una poderosa señal sobre la relación que Estados Unidos está dispuesto a tener con el futuro gobierno argentino, ante la hipótesis de que ya no seguirá en manos de Macri.

Alberto Fernández convenció a muchos argentinos que su gobierno será muy diferente a los ocho años de Cristina en el poder. Volvió a criticar con dureza el corralito, los controles de cambios y la manipulación del INDEC. Pero ahora le queda un camino más difícil aún: convencer a los inversores. Las expresiones de la última semana lo pueden ayudar en esa tarea. Pero en Wall Street esperan con más ansiedad quiénes integrarían su futuro equipo económico. Recién allí se sabrá si efectivamente será "su" gobierno o uno en el que las decisiones serán compartidas con Cristina Kirchner y La Cámpora.

Alberto Fernández, tras el triunfo del Frente de Todos en las PASO (AFP)
Alberto Fernández, tras el triunfo del Frente de Todos en las PASO (AFP)

Los precios de los bonos y en general de los activos argentinos descuenta que se irá a una quita agresiva de la deuda. La clave que estarían manejando Fernández junto a su hoy referente económico, Guillermo Nielsen, parece que es no hacerlo de manera unilateral, sino a través de una "negociación amigable" con los bonistas. Pero los expertos señalan que se trataría de un proceso posible pero a la vez sumamente complejo. Sobre todo porque la atomización de la tenencia de bonos es muy grande. Incluye desde pequeños ahorristas, hasta compañías de seguros, pasando por bancos y grandes fondos internacionales que apostaron en su momento por la recuperación de la Argentina.

El candidato presidencial de Frente de Todos no tuvo otro remedio que adelantar lo que le hubiera gustado hacer recién después del 27 de octubre, es decir ensayar un acercamiento a los mercados. El ejemplo más claro de que esto es posible fue la victoria de Lula da Silva en Brasil en 2002, cuando revirtió una enorme de crisis de confianza y pasó a ser el "niño mimado" de los inversores.

El problema de Alberto Fernández es que la Argentina arrastra un frondoso "prontuario". No sólo entró en default de casi 100.000 millones de dólares en 2001, sino que además volvió a declarar un "default técnico" en 2014, cuando la disputa con el juez Thomas Griesa le impidió al Cristina Kirchner pagar la deuda bajo ley extranjera. Y el kirchernismo, además, gobernó muchos años de espalda a los mercados. Para financiar el déficit fiscal, Cristina optó por una estrategia mixta: echar mano a las reservas del Banco Central y la emisión monetaria. Hoy ambos recursos están casi agotados. Y si se utilizan podrían sumergir al país en una crisis cambiaria aún peor, que tendría devastadoras consecuencias sobre los niveles de inflación y la economía.

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