Una nueva derrota de Diego Schwartzman, esta vez en el ATP 500 de Río de Janeiro (en dos sets ante Dusan Lajovic), dejó expuesta la realidad tenística que atraviesa el argentino. Su nombre se retira de los lugares de privilegio que supo ocupar y se le suman dudas respecto a su futuro, aunque sabe que no le queda otra cosa que trabajar para salir del pozo en que se encuentra. Un momento difícil, en el que la prensa comprende que le debe dar ese respiro que necesita y solicita. Porque en este remolino de sensaciones desconocidas en su tenis, se sumó la preocupación por la salud de su papá Ricardo, que hizo más complejo el arranque de su temporada.
Desde Australia, antes de jugar su segundo match ante J.J. Wolf, Peque trató de coordinar telefónicamente el traslado de su padre y la internación. Diariamente, ya sea con su mamá Silvana o su hermano Matías, mostraba su preocupación por el estado de salud de su padre, algo que se extendió en el tiempo por más de tres semanas.
-Aún estando en Australia estuviste muy atento a lo que ocurría con tu papá. ¿Cuánto puede haber influido en tu arranque de temporada?
-Y, te lleva a tener la cabeza en otra cosa que no es el tenis. Por suerte ya está en casa, pero fueron muchas semanas y todo eso se nota y debe salir por algún lado. Por la salud de papá, gran parte de la familia no pudo ir a Córdoba, que siempre van. El otro día el dobles que jugué en Buenos Aires, también, lo mismo. Entonces, aunque estés mejor, te afecta, porque mirás para afuera y te preguntás adónde están. Y esa sensación es un poco rara. Pero también, mantenerte en un buen nivel, a veces un poco mejor, a veces un poco peor, es una cuestión de los años que van pasando y te vas poniendo más grande y vas teniendo otros problemas. Tener a toda mi gente cercana dentro de la cancha me hace sentir todas esas lindas sensaciones.
El 2023 no comenzó como lo esperaba el ex Top Ten argentino, con 5 derrotas en 6 partidos y acumula 12 desde el US Open (septiembre), en 13 encuentros. Los únicos tres sets que ha ganado en la temporada fueron ante el ucraniano Oleksii Krutykh (188), en la victoria por 6-4, 6-7 (6), 6-3 y 7-6 (5), en la primera ronda del Australian Open.
-¿Cómo estás llevando este momento que no es de tanto disfrute?
-Me cuesta un poco más, porque me malacostumbré en los últimos años y me tengo que readaptar. No sólo hay un montón de cambios en el tenis, con un montón de nuevos jugadores que tienen una forma distinta de jugar, desde la potencia y desde el físico. Un montón de cosas a las que tengo que readaptarme y volver a encontrar ese buen nivel que pude tener durante muchos años y que, al final, es lo que te hace ganar partidos.
Diego lo intenta junto a sus entrenadores Juan Ignacio Chela y Alejandro Fabbri, con quienes busca alternativas que impidan que continúe su caída. “Uno puede partir de la base de que cuando ya tenés cierto nivel hay otros aspectos que tenés que seguir haciendo para sostenerlo, pero el nivel tiene que estar”, afirma la ahora segunda raqueta argentina, y agrega: “Quizás, los últimos meses hice todo bien fuera de la cancha, los días previos me preparé, llegar antes a los torneos para físicamente estar bien y estar con buena energía, pero dentro de la cancha el nivel no fue el mejor. En muy pocos momentos de los últimos 3 o 4 meses mi nivel volvió a ser alto, y al final eso es lo que necesito hoy, sin importar cómo sea el resultado. Salir de la cancha y sentarme con mi equipo y decir ‘qué partidazo’. En este momento tengo ganas de decir ‘qué buen partido jugamos’, pero no se está dando. Y hoy necesito un poco de eso, que cuando la cosa no sale bien durante el partido, la frustración no le gane a la competitividad”.
-¿Es cuestión de ganar partidos?
-No creo que sea cuestión de una victoria, porque en la segunda mitad del año pasado gané partidos, pero seguía sin jugar bien. Yo no soy de los que necesitan ganar, soy más de sensaciones, sentir que estoy jugando bien. Eso es lo que me hace fuerte y ganar puntos en donde los tenía perdidos.
Para comprender la actualidad de Schwartzman hay que remontarse a la temporada 2022, que arrancó muy bien en la gira sudamericana, llegando a semifinales del Córdoba Open (perdió con Tabilo) y haciendo final en los torneos de Buenos Aires (Ruud) y Río de Janeiro (Alcaraz). No le fue bien sobre el cemento de los Masters 1000 de Indian Wells y Miami, pero se recuperó nuevamente sobre el polvo de ladrillo, en este caso, en Europa. Cuartos de final en Montecarlo, semifinal en Barcelona y octavos de Roland Garros (Djokovic). Hasta ese momento, las estadísticas le marcaban un porcentaje de efectividad del 66%, sobre 36 partidos tenía 24 victorias y 12 derrotas. Culminado el Grand Slam francés, Peque vio cómo se invertían esas estadísticas. En exacta proporción, pero al revés, de los 21 encuentros sólo ganó 7 partidos y cayó en los 14 restantes. Desde el US Open acumuló 7 derrotas consecutivas hasta cerrar la temporada.
-Hablaste de actitud, hablaste de tener un quiebre, ¿hay algún botón que apretar para volver a meterte en eje?
-Yo no sé, no soy tanto de eso, yo soy mucho de sensaciones. A veces, entrás a la cancha y ya tocás bien la primera pelota. Pero también hay que convivir un poco con esa suerte que a veces uno tiene, o no. En Australia me pasó que mi rival entró mal los primeros games y eso te da un aluvión de confianza que te permite arrancar mucho más tranquilo. Ojalá que se me dé en los próximos partidos, que en los primeros games mi rival dude un poco, que una bola le pique mal o una en la faja, porque en esos momentos en que necesitás ganar e ir sumando más rápido en el score, todo eso suma un montón.
-Siempre fuiste de poner el pecho jugando Copa Davis, sin importar cómo estabas y sabiendo lo que te cuesta…
-Es lo único por lo que quizá nunca terminé de conformarme como jugador -interrumpe antes de formular la pregunta-. Creo que la época en la que habíamos descendido (2017, con Orsanic de capitán) jugamos en San Juan y gané muchos partidos y a rivales que en ese momento estaban un pelín más atrás, pero que con los años se metieron muy arriba, como Jarry, Galán, Giraldo o Garín. Gané un montón de partidos seguidos en esa época y jugando a un nivel muy alto, pero después tuve momentos en los que jugué mejor y momentos en los que jugué peor.
-¿Y en este momento de tu carrera en qué lugar ponés a la Copa Davis después de lo de Bolonia y la ausencia en la última serie? ¿Tenés intenciones de ponerle un punto final?
-No sé, la verdad es que no sé. Me muero por jugarla, pero la verdad es que lo quiero hacer jugando bien. Entonces, tengo que entender esa realidad. Es difícil llegar como número uno del país y que el capitán no te ponga si no te ve jugando bien. Entonces, la realidad me lleva a preguntarme si estoy para ir o no, o si los chicos están jugando mejor que yo. Creo que pasa un poco por ahí. La próxima serie la jugamos en Argentina, es una linda serie, pero falta un montón todavía y ojalá que mi nivel esté muy alto. Va a depender un poco de mi nivel, porque hoy hay más competencias que cuando yo estaba 15 puestos más arriba (dice mientras despliega una amplia sonrisa).
-Ustedes, los Schwartzman van a todos lados juntos y son muy familieros, ¿cómo viven este momento?
-Muchas veces, la gente sólo te ve jugar. Te ven hacerlo bien, te ven hacerlo más o menos o mal. Entonces, te alaban o te critican y la familia reacciona a esas cuestiones (se ríe). Cuando te alaban siempre es todo felicidad, pero cuando te critican la cosa es diferente, pero tienen que entender esa parte, también. Las críticas les afecta un poco más, porque también te conocen desde muy chiquito y saben cómo es cada uno en su casa. Cada uno se ve a su manera, y yo soy muy crítico, ya sea para bien o para mal. Pero la familia te ve de otra manera, te ve por afuera tuyo. Mis hermanos me ven como el hermano más chico y mis papás como el hijo más chico. Somos una familia grande y nunca dejo de ser ese más chico de la familia al que todos intentan proteger un poco.
-¿Te diste cuenta de los años que llevás en el circuito?
- ¡Sí, es impresionante! Creo que fue en 2017 que tenía este mismo ranking y entré preclasificado al US Open, ya pasaron seis años. Y no se puede creer, en 2016 gané mi primer título… El otro día le decía a Fran (Cerúndolo) que en 2013 gané mi primer partido en el Argentina Open a (Tomas) Bellucci, que estaba treinta y pico del mundo. ¡Pasó un montón! Y pasó muy rápido. Por eso yo soy muy crítico, porque cuando la cosa va tan bien no terminás de disfrutar esos momentos, pero después te das cuenta.
-Ya pasaron esos años, si te sentás en la tribuna y mirás tu futuro, ¿cómo lo ves en el corto plazo?
-Yo creo que lo voy a hacer bien. Ahora está Indian Wells y Miami y creo que de a poquito voy a empezar a ganar partidos y ahí voy a volver a sentirme bien. Y cuando uno menos piensa, metés un gran resultado y de vuelta estás en el lugar en el que te sentís cómodo en el ranking y el nivel de juego. Y yo me veo ahí, porque soy muy competitivo y eso es parte de mi esencia, eso es lo que trato de hablar siempre con los chicos. O sea, no importa al que vos tengas enfrente, por más que sea tu amigo de toda la vida, la verdad es que en tu esencia tiene que estar ganar. Y te tiene que doler perder, por más que sea un amigo tuyo el que está enfrente. De eso se trata. Siempre tiene que estar esa esencia y es la que tengo que volver a encontrar.
Diego Schwartzman sólo defiende 55 puntos durante el mes de marzo (segunda ronda de Indian Wells y primera de Miami), pero la gira europea de canchas lentas será mucho más exigente y de ella dependerá no irse más allá de los 50 mejores del ranking, ya que entre abril y Roland Garros, inclusive, defiende 630 puntos.
Seguir leyendo: