De marcar a Messi y Cristiano Ronaldo en España a colgar los botines para dedicarse al rock: “El fútbol es más complejo que la música”

La historia de Sebastián Dubarbier, un ex carrilero zurdo que hoy se proyecta pero como estrella de rocanrol nacional

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La historia de Sebastián Dubarbier: cambió la pelota de fútbol por la guitarra y el rock
La historia de Sebastián Dubarbier: cambió la pelota de fútbol por la guitarra y el rock

El caso de Daniel Osvaldo ya no será el único. Otro jugador argentino, que supo enfrentarse con Lionel Messi y Cristiano Ronaldo en la liga española, decidió poner fin a su etapa como futbolista para iniciar su anhelo de liderar una banda de rock nacional. Debutó en Gimnasia La Plata, pero se identificó con Estudiantes, donde también jugó. Desde hace una década compone canciones y ya empezó a exponer todo su repertorio. “El ambiente del fútbol es más complejo porque hay más personas, diferentes personalidades y se crean grupos. Es otra historia”, diferenció. Este relato está firmado por Sebastián Dubarbier, ex futbolista y actual músico.

Oriundo de La Plata, nunca tuvo devoción genuina por la pelota. Es cierto que se sumaba a los picados de barrio y se destacaba en el club Círculo Cultural Tolosano, pero su papá ya le había advertido que la prioridad era el estudio y el deporte predilecto, por mandato familiar, el atletismo. Tanto su padre como su madre habían desarrollado una enorme carrera como atletas de 100/200 metros y salto en largo, respectivamente. Incluso con récords nacionales. Esos genes heredados fueron explotados de lleno recién a los 17 años, cuando decidió permanecer en la cantera del Lobo después de muchos idas y vueltas entre Gimnasia y Estudiantes.

No sé por qué no me picaba el bichito de jugar, creo que era vago. Estaba en la Novena de Estudiantes e iba al Colegio Nacional. Mi papá me trababa un poco porque quería que estudiara e hiciera atletismo. Después se hizo fanático del fútbol y venía siempre a verme. Pero en la adolescencia me dijo ‘estudiá y, si sos bueno, vas a probarte y quedarás cuando seas más grande’”, fue el premonitorio plan. Por comodidad con la fecha de la prueba a la que lo llevó su tío, se inclinó por Gimnasia y desplegó su explosión, salto y velocidad para cautivar a los ojeadores de turno.

Cosechó algunos partidos en Sexta y Quinta antes de ser promovido definitivamente a la Primera por Pedro Troglio. Ya había rozado el profesionalismo con Carlos Ischia, pero el hoy DT de San Lorenzo fue quien le brindó la confianza para mostrarse. “Siempre estaré agradecido a él, es un crack como persona, divino. Me dijo que en cuanto me subiera a Primera iba a ser titular, no iba a ir al banco. Y así fue. Pedro es un gran tipo”, lo reconoció.

De chico, Seba se entretenía con los partidos del Racing de Mostaza Merlo por el fanatismo de su padre y su hermano, los de Estudiantes por la simpatía de su madre y su hermana, y las canciones de Guasones, Las Pastillas del Abuelo, Los Ratones Paranoicos y Pity Álvarez con Viejas Locas o Intoxicados. Si tenía que elegir entre la Academia, el Pincha y el rock, pateaba la pelota lejos. Con corte de pelo estilo rolinga (flequillo recortado y cubanas en la nuca) y las zapatillas Topper de lona casi siempre calzadas, observaba los partidos de Primera División y se juraba a sí mismo que en el futuro llegaría a ser uno de esos 22 tipos que corrían detrás de la pelota.

El carrilero zurdo en un partido con Gimnasia La Plata ante Santos de Brasil por Copa Libertadores
El carrilero zurdo en un partido con Gimnasia La Plata ante Santos de Brasil por Copa Libertadores

—Te metiste relativamente tarde en el fútbol y fue todo a paso vertiginoso...

—Jugué con Troglio en Gimnasia y, cuando se fue él, me fui yo. Medio manoseado. Sabía que no iba a jugar por situaciones anteriores, técnicos que había y otros pormenores. En el club me decían que era intransferible, no me dejaban ir, hasta que pasé a préstamo a Olimpo de Bahía Blanca 3 ó 4 meses y después me vendieron. Las ganas de seguir creciendo e ir a Europa estaban. Tenía pasaporte italiano y con mis condiciones físicas quizá llamaba la atención. Me compró el Cluj de Rumania, que estaba por salir campeón y después jugó Champions League. Esa venta fue un cambio importante para mi vida.

—¿Fue difícil adaptarte a la vida en Rumania estando solo?

—Fue duro al principio irse tan lejos, pero se fue rápido ese sufrimiento. Compartí equipo con el Ogro Fabbiani, Emmanuel Culio, Sixto Peralta, el Tucu (Diego) Ruiz, Paolo Frangipane y Palito (Álvaro) Pereira. Las primeras noches pensás en que vas a estar lejos de tus amigos y la familia, te genera incertidumbre. Pero fue todo excelente, espectacular el trato y encima nos fue bien, salimos campeones y jugamos la Champions League. Me comunicaba a Argentina por Skype, no funcionaba de locos pero se empezaba a acomodar la velocidad de internet (NdeR: era el año 2008). Los Iphone todavía tenían conexión lenta en Rumania, así que nos la teníamos que rebuscar. Con el grupo de argentinos salíamos algún día libre o nos juntábamos para algún asado, aunque era difícil conseguir carne buena.

—Jugaste 6 partidos de titular con el Cluj por Champions League y te compraron de Francia... ¿Estuviste cerca de volver a Argentina o ir a algún otro club antes del Lorient?

—En Argentina había jugado muy poco y como que desaparecí. En Europa se me nombraba, se decía cualquier cosa: que podía ir al Chelsea o Atlético Madrid. Salían notas de que me quería uno y el otro. Terminé en el Lorient que, bueno, está bien. En Francia ya los horarios eran diferentes. Llegabas a las 8 ó 9 de la noche y te avisaban que ya había cerrado la cocina. Decías “¿ahora qué hago?”. Las comidas son diferentes, tenés pescados, ostras. Rumania era más latino, más italiano, había pastas, milanesas... Pero como soy de probar y me gusta cocinar, me daba maña. En lo futbolístico, al técnico no le gustaba mi estilo y me fui a préstamo al Tenerife. Volví, hice la pretemporada y me dijo que iba a jugar, pero me puso solo 5 minutos. Ahí me fui al Córdoba y me quedé en España más tiempo.

Los festejos del campeonato obtenido con el Cluj de Rumania
Los festejos del campeonato obtenido con el Cluj de Rumania

—De repente saltaste a la Primera División de España con el Almería, donde tenías que marcar a Messi y Cristiano Ronaldo. ¿Cómo la llevaste?

—En Córdoba había tenido de técnico a Paco Jémez, que era una bestia. Me encantaba. Él me puso de lateral izquierdo con mucho ataque y ahí encontré mi posición. Es un tipo que arriesga, te dice las cosas de frente, tiene huevo. Me gustó mucho y me marcó bastante su estilo y todo. Ahí me fui al Almería, el equipo en el que más duré. Los primeros 4 ó 5 partidos me costó acomodarme un poco, pero después fueron dos años en Primera muy lindos, los disfruté un montón. Jugué con (Marco) Torsiglieri, (Oscar) Ustari, (Hernán) Pellerano, Juan Ramírez, que ahora está en Boca.

—¿Qué diferencias hay a la hora de marcarlo a Messi y a Cristiano Ronaldo?

—Messi es más complicado, no sabés para dónde te va a salir. El otro es más potencia, es diferente. A mí me iba mejor con esos jugadores que te la tiran larga porque me gusta correr, entonces esperaba eso. Con Messi no sabías. Lo mismo con Xavi e Iniesta. Cuando ibas, era al pedo, porque te salían con una calidad impresionante y un control que siempre pifiabas para dónde iban a ir. Cristiano solía jugar más de la otra banda, pero a veces se venía por mi lado. Una bestia, un animal. Ambos son de otro planeta, son número 1. Otros tremendos jugadores a los que enfrenté son Drogba en Chelsea y Totti en la Roma. Pero no son lo mismo que ellos.

—¿Cómo es el trato en la cancha con Messi y Cristiano?

—Es igual. Adentro de la cancha ni mirás. Tenés cuidado, pero después los mirás como a cualquiera. No te podés fijar en el nombre porque si no jugás condicionado. Puede ser que a Cristiano le quieras meter un poquito más. Por ahí a alguno le vas más fuerte y a otros más suave, pero siempre con la intensidad que tenés que ir. Con algunos decís “voy y, si le pego, mejor”. A otros quizá les pedís disculpas, ja.

Partido entre Almería y Barcelona disputado en 2014 (Foto: JORGE GUERRERO)
Partido entre Almería y Barcelona disputado en 2014 (Foto: JORGE GUERRERO)

—¿Jugar contra el Barcelona era casi ir resignado al partido? ¿Cómo te preparás táctica y mentalmente para marcar a Messi?

—No resignados, pero sí íbamos a intentar aguantar el ataque y después buscar la hazaña. Eran equipos que presionaban y te atacaban muy bien, recuperaban rápido, que es lo que me gusta a mí. Tenían un equipazo impresionante. Era aguantar y, en cuanto pudiéramos jugar, hacerlo. Si zafabas de la presión y tenías un buen día, te podía ir bien. Yo ahí jugaba de 3 o de volante por izquierda. Contra Messi tenías que ir para adelante con mucho cuidado porque lo tenías atrás todo el partido. Porque ellos no te corren. No es el famoso juego mano a mano de “ahora vení a correrme vos a mí”. Te cansás solo. Tenés que volver y él está fresco. Él está tomando agua y vos volvés muerto, con la lengua por el piso.

—¿Es verdad que te quedó una buena anécdota con Messi después de un partido entre Almería y Barcelona?

—Sí. Yo no soy de pedir camisetas, entradas y esas cosas. Jugamos por primera vez y no le pedí la camiseta porque era obvio que ya se la había pedido todo el mundo. Al siguiente partido le pregunté si la cambiábamos y me dijo que se la habían pedido, que el próximo me la daba. El siguiente no jugó porque era por Copa del Rey. Recién al otro me dijo que sí, que la cambiábamos. Terminó el partido, me hicieron una nota y lo vi de reojo irse a lo lejos al vestuario. Dije “la puta madre, ya está, la perdí”. Leo se metió al vestuario con patovicas, seguridad... Imposible, no iba a salir más. Me fui al vestuario a bañar y me tomé más tiempo de lo normal porque estaba muerto. Me tiré al jacuzzi. Cuando salí del vestuario, estaba Messi con su camiseta en la mano en la puerta del vestuario. Yo no sé si me estaba esperando a mí para cambiarla o justo estaba ahí por otra cosa, pero yo cuento que me estaba esperando a mí, ja ja. Hablamos un rato, nos sacamos una foto y me quedó ese hermoso recuerdo.

Su anécdota con Lionel Messi cuando lo enfrentó en Almería

Pese al descenso del equipo, Dubarbier terminó siendo referente y capitán en Almería. Aunque tenía varios años de contrato vigentes, temas de índole personal lo obligaron a volverse a La Plata. Sebastián, yerno de Alejandro Sabella, se inclinó por el Pincha a la hora de retornar a su ciudad. Seis meses antes ya lo habían sondeado y hasta se había hecho la visa para viajar a Estados Unidos para hacer la pretemporada. Finalmente a fines de 2016 se concretó su arribo al León.

—¿Te insultó algún amigo de Gimnasia cuando volviste a Argentina para jugar en Estudiantes?

—Puede ser que alguno me haya puteado en joda, pero contento porque me vaya bien a mí. La gente con la que uno se rodea siempre quiere lo mejor para uno. Al principio mi hermana y mi mamá, que son de Estudiantes, me respetaban por jugar en Gimnasia. Se dio así la vida. Surgió lo del Pincha y tuve una suerte bárbara. Quedé más identificado con Estudiantes, quiero mucho al club y mi familia ya es Pincha. Mis hijos se hicieron de Estudiantes, Dante fue socio al minuto. Vamos a la cancha y todo. Al Lobo nunca lo tuve. Jugué y me fui, es como si no existiera para mí. Es una realidad. Si hoy tengo que elegir un estadio para dar un concierto, elijo a Uno antes que el Bosque. Es hermoso, espectacular.

—Estuviste presente el día que Nelson Vivas perdió los estribos y se arrancó la camisa de la bronca. ¿Cómo viviste ese momento?

—Estaba jugando. No me acuerdo si estaba cerca, pero lo vi bien después en el vestuario por la tele. ¡Qué loco lindo! Pidió disculpas a todo el plantel, pero no tenía por qué. Me lo crucé en Madrid en 2018 en la final de la Libertadores entre River y Boca. Es una bestia, si lo encontrás así de caliente, mejor salí corriendo, olvidate. Mi experiencia en Estudiantes fue positiva, salimos segundos. Andaba muy bien el equipo. Cuando se fue Nelson nos costó encontrar el rumbo. Es un muy buen club, lo maneja buena gente y está bien armado.

Dubarbier era yerno de Alejandro Sabella: está en pareja con su hija María Alejandra
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—Cuando volviste a España para jugar en Deportivo La Coruña, ¿ya se te cruzaba por la cabeza el retiro?

—El Depor había armado un lindo proyecto, perdimos la final por el ascenso (le ganaron 2-0 de local al Mallorca y perdieron 3-0 la revancha). Ahí no jugué nada, con el técnico éramos como perro y gato, no sé por qué. Yo ya tenía un nombre en España, él subió a un chico de inferiores y me clavó mal. Me calenté, ya no era un pibe yo. La falta de respeto y el ninguneo no te lo bancás cuando sos grande. Me daban ganas de darle un cachetazo. A los 24 ó 25 años empecé a escribir canciones. Y en ese momento ya le había mandado un par de temas a Fede Pesci, mi productor. Ya tenía en mente retirarme, estaba un poco más allá de seguir jugando a ese nivel. Cuando vine a Banfield, intuí que iba a ser mi último equipo. Sentí que era un fin de ciclo porque era el mismo club contra el que había debutado. Me agarró la pandemia y dije “ya está”. Había entrenado poco y no tenía más ganas. Surgió la opción de ir a Belgrano de Córdoba, pero era ir a perder plata y lejos. En un fútbol argentino sin descensos, nadie invertía nada. Y jugadores de mi edad, en ese momento, salían perjudicados. Sin descensos, ¿qué tipo de liga es? Un desastre.

—¿Cómo fue ese click entre dejar el fútbol y volcarte de lleno a la música?

—Ya a los 30 quería empezar a tocar y sentía que estaba listo. Tenía una manía tremenda por la composición. Hace años me dediqué a tener una biblioteca de canciones que fui mejorando y cambiando. Con mi productor congeniamos un poco el estilo que puede ir con los temas que fui escribiendo. Está bueno porque tengo el laburo hecho y lo puedo ir mejorando. Cuando me fui de casa, me compré la primera guitarra y empecé con los acordes. Siempre la tengo arriba del sillón, siempre a mano. Tengo colección de camisetas, sobre todo de amigos, y también de guitarras. Hoy no me dan las horas del día. Estamos a full laburando con la música: composición, tocar, ensayar y crear cosas nuevas. Presentamos el disco debut Rompecabezas en La Plata y el jueves 3 de marzo tocamos en Club Lucille de Palermo. Roncanrol a pleno.

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—¿Qué diferencias encontrás entre el ambiente del fútbol y el rock? ¿Con quiénes compartís esa doble pasión?

—Son diferentes, no tienen nada que ver uno con el otro. Al ambiente de la música tampoco lo conozco tanto, pero uno trabaja solo con su banda, te hacés los compañeros que vos querés. Lo que vivo hoy es espectacular con Charly Palermo en el bajo, Facu Elizondo en batería y yo con la guitarra. Con Fede Pesci, son tres tipos con los que me llevo bárbaro. El fútbol es más complejo porque hay muchas más personas y, cuando sumás gente, es más complicado. Hay diferentes personalidades, se crean grupos... Es otra historia. Con el Payaso Lugüercio siempre nos contactamos y compartimos varios asados. Jonás Gutiérrez dijo que iba a venir a verme y Dani (Osvaldo) tenía fecha en Baradero. Invité a varios ex compañeros, vamos a ver quiénes vienen a verme.

—¿Dejaste definitivamente el fútbol o entrenás y te sumás a algún picado con amigos? ¿No te ves siendo DT algún día?

—Me encanta jugar a la pelota. Cuando me invitan, voy. Pero si es para competir en un partido complicado, mmm... Ya me pasó que fui a un torneo por acá y me venían a matar. Encima que todavía estoy rápido y potente. Me entreno solo, me gusta, hago trabajos y me mantengo. Pero para jugar, quiero ir a divertirme. Y de técnico no me veo para nada. Muchos me decían que hiciera el curso. ¿Para qué? No me voy a dedicar al fútbol ni loco. No me llama para nada si no lo juego. Ya cumplí mi ciclo con el fútbol. Hoy diría que tengo 100% de pasión por la música y 30 ó 40% por el fútbol.

—Recién estás lanzando tu carrera pero, ¿te imaginás viviendo de la música? ¿Dónde te ves de acá a 5 ó 10 años?

—Difícil, porque no sé dónde voy a estar mañana, ja. Ojalá pueda vivir de la música, es algo que me gusta y hago con mucha pasión y profesionalismo. Le pongo todo el pecho a esto. Es un trabajo para hacer de a poquito, hoy en día una inversión porque hay que empezar desde abajo. Ya estamos proyectando hacer alguna girita en Rosario, Mar del Plata, Córdoba o donde se pueda tocar. Yo siempre estoy abierto a empezar esta carrera para mostrarme y mostrar a la banda, que suena bárbaro. Ojalá que a la gente le guste.

Canción de Sebastián Dubarbier

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