Pilar Geijo, la nadadora argentina que ingresó al Salón de la Fama

La porteña se convirtió en la undécima argentina en recibir el prestigioso reconocimiento internacional. Su historia

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"Cuando volví a la mesa, luego de recibir la graduación, miré a mis padres, a mi hermana y se me llenaron los ojos de lágrimas. Ahí caí de lo que había logrado". La frase de Pilar Geijo refleja lo que vivió en Londres, donde se consolidó como la protagonista estelar de la ceremonia de inducción al Salón de la Fama de aguas abiertas. "Todo el tiempo fui muy consciente de la importancia del premio, quizás el máximo al que pueda aspirar cualquier deportista en su disciplina, pero hubo un instante, cuando la presentadora relató todo lo que había conseguido sentí una emoción profunda, es como que no lo podía creer. Pensé que hablaba de otra persona… Fue un momento realmente fuerte y un sueño hecho realidad", cuenta la porteña de 33 años que ganó cuatro veces la maratón del lago Saint Jean, en dos oportunidades la Capri-Nápoles y en seis la Hernandarias-Paraná.

Cuando Pili habla de un sueño hecho realidad no es una frase hecha. Ella tenía 16 años cuando, en un regreso de Hawái, hizo una escala en Estados Unidos para visitar el Salón de la Fama donde ahora ingresó. Hacía pocos años que nadaba y apenas tres en esta especialidad cuando tuvo el deseo de conocerlo por dentro. Y allí, en el 2000, empezó a soñar.

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En ese edificio de Fort Lauderdale, creado en 1971, sintió el impacto cuando se paró frente a la estatua de Mark Spitz y encontró al referente de su infancia, al gran Alfredo Camarero, uno de los 11 argentinos inmortalizados. Allí, señalando la imagen de quien la ayudó en sus comienzos, su padre le sacó una foto que hoy se convirtió en un documento histórico. "Recuerdo cómo me impactó estar ahí, ver las fotos, los reconocimientos, los logros… Tanto me motivó que volví al país y escribí en un papel futura campeona mundial de aguas abiertas que dejé en mi escritorio y veía cada día al volver del colegio. Estar ahí me despertó sueños y ambiciones. Por eso para mí este premio es especial, una emoción muy fuerte", rememora Geijo, quien viajó a la ceremonia con su madre Adriana, su papá Mario y su hermana Pamela para disfrutarlo en familia.

Geijo fue una de las 15 premiadas de distintos países y apenas una de las dos sudamericanas en recibir la inducción (la otra resultó la brasileña Poliana Okimoto). "Fue muy emocionante en todo momento. Ver a mi familia, que tanto me apoyó. Recordar a tanta gente que, a lo largo del camino, me ayudó. Mirar nuestra bandera izada me dio mucho orgullo de ser argentina. Sentí que representaba a mucha gente. Y también fue un impacto que se me acercara gente, ex nadadores, para pedirme una foto o decirme que me tenían como referente. Ahí te das cuenta de la trascendencia que hoy tienen las redes sociales y de lo que significa ganar algunas carreras tradicionales, como la Capri-Nápoles o la de Canadá", analiza aún emocionada. Y lo que más la sorprendió es que para otorgarle el premio habían analizado mucho más que sus triunfos y títulos. "Para ellos es muy importante la influencia que ejerciste en tu deporte, la difusión, la transmisión de valores y hasta el compromiso social", explica Pili.

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Justamente un compromiso que se le despertó hace siete años. "En realidad, fue Weber Saint Gobain la que me lo despertó y ahora también es parte de este premio, porque para la inducción tuvieron en cuenta mi ayuda social. El programa La Huella me enseñó a pensar en el otro y sentí que era algo que me gustaba potenciar. Sumarme a esta idea le dio realmente más sentido a mi carrera. Uno tiene buenos resultados, gana títulos, pero si encima puede llegar a una empresa que te ayuda a ayudar, sentís que todo tiene otro significado. El círculo se cierra con este último eslabón"", explica quien ayudó a refaccionar el Ringo Boxing Club, una escuela de Paraná y los vestuarios de la pileta de Nueva Chicago.

Ahora, tras su último hito, que fue cruzar el Río de la Plata en tiempo récord (9h33m para hacer los 42,2 kilómetros que unen Colonia y Punta Lara), decidió ayudar a una escuelita de fútbol en el barrio Monasterio de La Plata. "La Huella me hizo pensar en ayudar y, cuando decidí el cruce, resolví darle un contexto solidario y por suerte no solo Weber se sumó sino también otros de mis sponsors para hacer su aporte", concluye Geijo, quien ha dejado una huella que va más allá de la natación.

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