12 años en Pakistán: memorias de un embajador en Medio Oriente

Dialogamos con el diplomático que representó a la Argentina en una de las zonas geopolíticas más calientes del mundo. ¿Cómo es la vida en allí y qué lazos desconocidos nos unen con esta nación islámica?

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El diplomático Rodolfo Martin-Saravia fue condecorado el 24 de marzo de 2014 con el Hilal-e-Pakistan. Foto: Gentileza Rodolfo Martin-Saravia.
El diplomático Rodolfo Martin-Saravia fue condecorado el 24 de marzo de 2014 con el Hilal-e-Pakistan. Foto: Gentileza Rodolfo Martin-Saravia.

Si no es un récord, debe estar muy cerca. Rodolfo Martin-Saravia, embajador recientemente retirado, representó a la Argentina ante la República Islámica de Pakistán durante doce años, algo no muy común en la carrera diplomática. Pero la misión no resalta solamente por su duración, sino porque además se enmarcó en uno de los centros neurálgicos geopolíticos más calientes del globo, en un país que está rodeado por gigantes como la India, China, Afganistán e Irán, y en el único Estado musulmán que posee la bomba atómica.

En tiempos de liderazgos políticos fuertes y de relaciones intempestivas entre países, en los que se cuestiona la eficacia de algunos organismos internacionales, resulta útil conocer la labor solapada que realizan los diplomáticos. Por eso, DEF visitó a Martin-Saravia en su departamento de Buenos Aires, en el barrio de Palermo, y repasó el camino recorrido en su profesión.

–¿Cómo fue su llegada a Pakistán?

–Llegué en agosto de 2004. En ese momento, el presidente era Néstor Kirchner y el canciller, Rafael Bielsa, quien me hizo la propuesta de ir como embajador a Pakistán. Yo era subdirector de Asia y Oceanía del Ministerio de Relaciones Exteriores, con lo cual venía trabajando en el tema de la India, Pakistán y otros países de Asia. Cuando se produjo la vacante de Pakistán, me interesó. Me ayudó mucho quien era en ese momento jefe de gabinete de Bielsa, Eduardo Valdés.

–Me imagino que no es uno de los destinos tradicionales...

–Al decir de muchos diplomáticos y colegas de distintos países, Pakistán fue un destino que los hizo llorar cuando los destinaron allí, porque parecía un castigo, y por el que lloraron cuando debieron dejarlo. En mi caso, tuve una gestión de doce años.

Rodolfo Martin-Saravia se desempeñó 12 años como embajador en Pakistán. Foto: Fernando Calzada.
Rodolfo Martin-Saravia se desempeñó 12 años como embajador en Pakistán. Foto: Fernando Calzada.

–¿Imaginó que iba a estar tanto tiempo en Pakistán?

–No. Una misión normal dura entre cuatro y cinco años. La prolongación se fue dando por el paso del tiempo. El canciller Héctor Timerman, quien se hizo cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores unos años más tarde, tenía la teoría de que si un embajador estaba haciendo bien las cosas y no pedía que lo sacaran, había que dejarlo en su puesto. Pasó con otros destinos, como Vietnam, Siria y la India, en donde hubo colegas míos que mantuvieron durante mucho tiempo esas misiones. Creo que yo he batido el récord histórico. Curiosamente, en la historia de Pakistán, el embajador que estuvo más tiempo en un destino fue Raja Tridiv Roy, nombrado embajador en la Argentina en 1981. Ya falleció, pero tuve muy buena relación con él.

–¿Cuáles fueron sus primeras actividades en el país?

–El 3 y 4 de diciembre de 2004, a los cuatro meses de haber llegado, logré que viniera a la Argentina el presidente Pervez Musharraf. Fue la primera visita oficial de un jefe de Estado paquistaní al país. Hubo reuniones muy importantes, como la que tuvo con Néstor Kirchner en la Casa de Gobierno, y un banquete en el Palacio San Martín, y se firmaron dos acuerdos fundamentales: la exención de visa para pasaportes diplomáticos y oficiales, y el acuerdo bilateral sobre consultas políticas de alto nivel. Además, al poco tiempo de mi llegada, se ratificó el acuerdo de cooperación económica y comercial, al que siguieron tres reuniones de la comisión mixta, que es la que motoriza los proyectos de comercio y cooperación. Se firmaron también acuerdos bilaterales entre el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y sus contrapartes paquistaníes. Sobre la base de esos acuerdos, se identificaron algunos proyectos de cooperación.

El ex embajador en Pakistán, junto a su esposa, con el Papa Francisco. Foto: Gentileza Rodolfo Martin-Saravia.
El ex embajador en Pakistán, junto a su esposa, con el Papa Francisco. Foto: Gentileza Rodolfo Martin-Saravia.

–Recibió una condecoración importante en Pakistán.

–Sí, fui condecorado el 24 de marzo de 2014 con el Hilal-e-Pakistan (H-e-P). Es la máxima distinción que se da a un civil extranjero. Creo que los argentinos condecorados en Pakistán son contados con los dedos de una mano. Es una distinción de tal valor que figura en mi tarjeta de presentación. Lo más significativo es que me condecoraron tres años y medio antes de mi retiro de la misión diplomática, en el Día Nacional de Pakistán, y me la entregó el presidente Nawaz Sharif, con el gabinete en pleno y todo tipo de autoridades.

Una vieja rencilla

–¿Cómo describiría a Pakistán?

–La República Islámica de Pakistán fue el primer país creado con un principio religioso: aquellos territorios con mayoría musulmana podían elegir. Así sucedió con parte de Punjab, el Sindh, el Baluchistán y los territorios de la frontera noreste. En este reparto, quedó inconclusa la cuestión de Cachemira, un territorio con un 80% de musulmanes, pero gobernado por una minoría hindú. Esta disputa ha generado tres guerras entre la India y Pakistán.

La República Islámica de Pakistán fue el primer país creado con un principio religioso: aquellos territorios con mayoría musulmana podían elegir. En este reparto, quedó inconclusa la cuestión de Cachemira, disputa que ha generado tres guerras entre la India y Pakistán.

–¿Cómo está el conflicto entre Pakistán y la India?

–El tema más importante es el de Cachemira, pero también está en discusión la utilización del glaciar Siachen, ya que su partición ha sido motivo de escaramuzas. Allí hay destacamentos militares de ambos lados, con temperaturas de 20 grados bajo cero. Otra cuestión es la nuclear: los dos países han desarrollado misiles de corto, medio y largo alcance. También hubo temas pesqueros y una disputa en torno a la bahía See Creek, en que no se ha decidido aún la partición de las aguas donde se dice que habría yacimientos petrolíferos. Las FF. AA. de ambos países son muy poderosas y la existencia de una hipótesis de conflicto les es útil. Por otra parte, en la India, uno de los temas básicos en las campañas electorales es la relación con Pakistán. Cualquier líder o candidato al gobierno que no quiera arriesgar su elección no va a mostrarse muy blando con Pakistán.

–O sea, el potencial del conflicto sigue estando…

–Hace unos cinco meses, a raíz de un atentado de un grupo de Cachemira, la India atacó con aviones los campamentos de estos grupos que ellos consideran terroristas. En ese accionar, la aviación de la India ingresó dentro del espacio aéreo paquistaní. La reacción fue inmediata: Pakistán derribó dos aviones de la India. Uno de esos aviones cayó en territorio paquistaní y el piloto fue tomado como prisionero. Hubo una medida muy audaz del gobierno de Pakistán: informó públicamente que devolvía al piloto a la India. El actual primer ministro, Imran Khan, que es un excampeón mundial de críquet, salió a declarar públicamente que esa escalada podía llevar a un cuarto conflicto armado y señaló que su país no quería llegar a esa situación, ahora que los dos países son “nucleares”. A ninguno de los dos países le interesa que este conflicto crezca, porque no es beneficioso para nadie.

Martin-Saravia destaca que siempre se sintió muy cómodo en Pakistán y que sus hijos disfrutaban mucho cada vez que viajaban a visitarlo. Foto: Gentileza Rodolfo Martin-Saravia.
Martin-Saravia destaca que siempre se sintió muy cómodo en Pakistán y que sus hijos disfrutaban mucho cada vez que viajaban a visitarlo. Foto: Gentileza Rodolfo Martin-Saravia.

La guerra contra el terrorismo

–Usted llegó a Pakistán en un momento muy particular, sobre todo por el conflicto en Afganistán. ¿Qué recuerda de aquella situación?

–Cuando me hice cargo de la embajada, ya había pasado el conflicto en Afganistán (invasión de EE. UU. y la OTAN en 2001), pero seguían existiendo tensiones muy serias. La relación siempre ha sido de amor-odio entre Afganistán y Pakistán. La utilización del territorio paquistaní para emboscar a Al Qaeda y a Bin Laden le reportó a Pakistán un beneficio económico muy grande, una especie de “Plan Marshall”. Hasta ese momento, Pakistán era un país aislado por las grandes potencias occidentales por haber detonado una bomba nuclear. Eso motivó que la relación con Afganistán no fuese tan buena.

–Pero en un momento también se enfrió la relación con la OTAN.

–Sí, hubo acciones de represalia de las fuerzas de la OTAN contra terroristas que produjeron serios daños a un puesto fronterizo paquistaní en el límite con Afganistán, provocando la muerte de varios soldados paquistaníes. Según EE. UU., fue un error y nunca hubo una disculpa muy clara. En respuesta, Pakistán cortó el cruce de suministros para la OTAN a través del Kyber Pass. Hay que tener en cuenta que 150.000 hombres de la OTAN estaban destinados en Afganistán, por lo que había un constante ingreso de contenedores, que desembarcaban en Karachi o en Baluchistán y atravesaban el territorio paquistaní antes de salir a través del Kyber Pass. Cuando se cerró, ocasionó un serio problema a las tropas de la OTAN y aumentó los costos de traslado a través de otros países.

En la India, uno de los temas básicos en las campañas electorales es la relación con Pakistán. Cualquier líder o candidato al gobierno que no quiera arriesgar su elección no va a mostrarse muy blando con Pakistán.

–Bin Laden fue encontrado y ajusticiado en Pakistán cuando usted estaba allá.

–Según los informes de inteligencia, Bin Laden estuvo viviendo en territorio paquistaní alrededor de siete años. Estaba en Abbottabad, a unos 100 kilómetros de Islamabad y a unos 200 kilómetros de la frontera con Afganistán. Existen dos grandes misterios: cómo descubrieron que estaba ahí y cómo entraron, lo mataron y se llevaron el cuerpo. Se dice que hubo un plan de inteligencia que, a través de una campaña de vacunación contra la poliomielitis, permitió saber que allí vivía alguien importante. Un médico fue enviado ahí dos o tres veces y fue sacando información, que luego analizaron los servicios de inteligencia. Pero no sé si fueron algunos grupos del servicio de inteligencia paquistaní (ISI) los que pasaron esa información. El otro misterio es cómo hicieron para ingresar dos helicópteros que, aunque eran de alta generación, debieron atravesar 200 km en el territorio paquistaní, llegar a ese lugar de noche –uno de ellos cae por una falla mecánica y lo destruyen para que no quede la prueba tecnológica– y regresar sin que lo abatieran, sobre todo si tenemos en cuenta que Pakistán tiene aviones F-16. Obviamente, deben haber liberado la zona.

–¿Cómo se observa la crisis actual en Irán desde Pakistán?

–Desde el punto de vista de Pakistán, como es el único país musulmán que tiene la bomba atómica, si bien no lo dice en forma abierta, no le gustaría que alguien más del mundo musulmán ingrese en ese club. Es probable que, con la amenaza de Irán de reactivar su plan con las centrífugas para conseguir uranio enriquecido, Teherán retome el programa nuclear suspendido en 2015.

El ex embajador en Pakistán junto a varias de sus condecoraciones. Foto: Fernando Calzada.
El ex embajador en Pakistán junto a varias de sus condecoraciones. Foto: Fernando Calzada.

El intercambio

–Volviendo a su misión en la Embajada, ¿por qué canales transitan las relaciones de la Argentina con Pakistán?

–Los canales pasan, básicamente, por una relación comercial. En materia de exportaciones, siempre se han comercializado productos farmacéuticos, el aceite comestible y la soja. Cuando estuve en Pakistán, hubo muchos proyectos de cooperación, algunos de los cuales prosperaron y otros no, por falta de apoyo. Uno de los proyectos que llegó a buen puerto, en el que estuve involucrado y participé activamente, fue el desarrollo de un laboratorio de primer nivel en Lahore, con una joint venture entre la argentina Bagó y Ferezsons Laboratories, de Pakistán. Fue una inversión que superaba los 15 millones de dólares y sigue activa produciendo medicamentos contra el cáncer y la hepatitis B y C. Es la planta más importante de Laboratorios Bagó fuera de la Argentina. También desarrollamos una relación muy estrecha respecto del GNC (gas natural comprimido), un sector en el que la Argentina fue pionera.

–¿Y en el rubro agropecuario?

–Hubo proyectos importantes tendientes a vender a Pakistán frigoríficos “llave en mano” para el procesamiento de carne. Pakistán tiene una dotación de vacunos y búfalos considerable, y hay un gran consumo de carne, pero hace un muy mal manejo del carneado, con total falta de higiene y empaquetamiento inadecuado. La idea era desarrollar buenas plantas de procesamiento de carne en distintos puntos del país, que contemplaran el sacrificio del animal con el sistema halal. Lamentablemente, no conseguí un gran apoyo oficial. Habría sido un proyecto brillante, porque a Pakistán le hubiera permitido incluso exportar carne a países del Golfo. Otro tema que tampoco logré cerrar fue la venta a Pakistán de un buque oceanográfico para la exploración del mar Arábigo, que hubiera sido construido en Tandanor.

Desde el punto de vista de Pakistán, como es el único país musulmán que tiene la bomba atómica, si bien no lo dice en forma abierta, no le gustaría que alguien más del mundo musulmán ingrese en ese club.

–¿Qué imagen se tiene en Pakistán de la Argentina?

–Uno de los temas que más me ha interesado es llevar a Pakistán una imagen de la Argentina que se conocía poco. Quise mostrar el potencial argentino y no solo la Argentina del tango y del fútbol. Somos el mejor productor de carne, el granero del mundo y tenemos cinco Premios Nobel. Somos un país donde no hay problemas raciales, en el que se convive medianamente bien tenemos bellezas naturales de todo tipo, además de recursos humanos y naturales importantes. Somos un país con una enorme cultura, y creo que he logrado mostrarlo.

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