¿Cúales son las Fuerzas Armadas que necesita la Argentina?
Dado que en la Argentina todo parece ser posible, es mejor comenzar descartando lo obviamente imposible. Hasta la pregunta retórica ¿Queremos tener Fuerzas Armadas? se torna literal ante la casi nula actividad que tienen los militares en nuestro país.
Sin embargo, no existe Estado nación de la dimensión de la Argentina que no tenga Fuerzas Armadas, y por una sencilla razón: lamentablemente el conflicto es algo inherente a la política internacional. No tener militares no exime a un país de la posibilidad de entrar en guerra, sino todo lo contrario. Nuestro país fue elegido como blanco del terrorismo internacional dos veces debido a las deficiencias en nuestro sistema para prevenir estos ataques. La debilidad institucional del país es una invitación para que nuestra soberanía nacional quede cuestionada a cada momento, debido a la porosidad de nuestras fronteras y a la falta de control de nuestro territorio, de nuestra plataforma marítima y de nuestro espacio aéreo.
A esto se le suma ya no el denunciado estado ausente (las "zonas marrones" de las que hablaba Guillermo O'Donnell), sino más bien un nefasto estado inverso: uno que está presente, pero para generar males públicos en su asociación con el delito, en vez de bienes públicos. Un emergente natural del crecimiento cada vez mayor del lado B de la sociedad argentina, con la extensión de la economía en negro, el enseñoramiento del narcotráfico y demás delitos asociados con ese reino del revés.
Semejante degradación institucional no pudo ser contenida, sino todo lo contrario, por el fortísimo crecimiento que experimentó la Argentina en la última década. De este modo, el verdadero subdesarrollo de un país se evidencia cuando este no puede convertir el crecimiento en un incremento sustentable del bienestar colectivo. Aquí, parte del dinero "en blanco" que es inyectado por el Estado, se ennegrece en las actividades delictivas que alimenta.
Casi como una bendición paradójica, la situación periférica de las Fuerzas Armadas, las ha protegido de esa corrupción mayor de lo estatal en la Argentina, pero su capacidad operativa es cercana a nula, dado el nivel de obsolescencia de su equipamiento y armamento, lo que las vuelve un mero objeto decorativo, un jarrón chino enorme con el que no sabemos qué hacer.
La pregunta que debemos hacernos es, entonces: "¿Qué Fuerzas Armadas queremos, dentro del abanico de posibilidades y restricciones que tenemos?". Y la respuesta obvia —aunque suene ingenua— es: "Unas Fuerzas Armadas que le sirvan a la Argentina". Durante años, este interrogante se resolvió en una especie de "dejémoslas sobrevivir a cambio de que no molesten". Pero así, cualquier gasto presupuestario de los militares resulta exorbitante cuando escasea el dinero. De todos modos, es un tanto lineal argumentar que lo que se gasta en defensa se le quita a la educación y a la salud, ya que el aumento del gasto en esos rubros no ha llevado a una mejor capacidad educativa ni sanitaria.
Obviamente, en términos de objetivos concretos, la primera obligación de las Fuerzas Armadas es estar preparadas para defender al país de todos los ataques externos a su soberanía (y fundamentalmente disuadirlos y prevenirlos). Pero tener un mínimo de operatividad para las Fuerzas Armadas para un país de nuestro tamaño implica ya un considerable gasto que no puede permanecer ocioso. Algunos consideran que es mejor que esa ociosidad sea ocupada con actividades de seguridad interna. Me inclino a considerar (por funcionalidad e historia) que la división de tareas entre seguridad y defensa es necesaria, pero que debemos adaptarla al mundo interrelacionado de hoy, y por lo tanto, deben generarse instancias de coordinación superiores de todos los organismos involucrados para enfrentar las amenazas contemporáneas.
La debilidad institucional del país es una invitación para que nuestra soberanía nacional quede cuestionada a cada momento
Pero las Fuerzas Armadas pueden serle muy útiles al país, no solo cooperando ante desastres y emergencias públicas sino, también como un instrumento de nuestra política internacional, integrando misiones de paz, como lo han hecho en muchas oportunidades, y en las cuales se destacaron.
La Argentina no es una generadora de políticas internacionales, sino que es un país "tomador" de políticas internacionales —dentro de sus pocas posibilidades de opción. Asimismo, es un país completamente dependiente de su inserción en el mundo. De allí la necesidad de leer y comprender muy bien el tablero internacional, ya que las movidas de sus humildes peones pueden hacer una diferencia muy importante.
El país necesita de inversiones, y mientras ellas no vengan en el volumen que necesitamos, tenemos que tomar deuda. Diferente fue el juego de la década pasada, en donde los precios y el volumen demandado de nuestras commodities permitía un cierto aislamiento internacional, la utilización del conflicto como herramienta habitual de política externa y una postura díscola frente al establishment mundial. Lujos aislacionistas que pagamos caros, aparte de alejarnos de la idiosincrasia ética de nuestra política internacional.
¿Qué hacemos con nuestras Fuerzas Armadas? no es, de este modo, una pregunta aislada de la más general e imperiosa que se interroga sobre qué hacemos con nuestro país. Cuestión que ciertamente está sujeta a urgencias coyunturales, pero de todos modos, las Fuerzas Armadas deben estar en sintonía con una visión de largo aliento, estratégica, solo posible cuando se haya exorcizado esa gran enfermedad nacional que es la recurrencia de nuestras crisis catastróficas.
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*El autor, Luis Tonelli, es analista político y profesor universitario.
**La versión original de esta nota fue publicada en DEF N.119