
Murió, a los 82 años, el pintor argentino Jorge Nigro, quien vivía en Copenhague, Dinamarca, desde la década de los ‘80 y que en su obra abarcó desde el constructivismo universal a las tradiciones culturales de América Latina y Europa.
El artista, hermano gemelo del también pintor Adolfo Nigro, llegó al país europeo como exiliado político. Su funeral se llevará a cabo el próximo viernes en la capital danesa, donde también serán enterrados sus restos.
“Adiós mi hermoso y querido papá Jorge Nigro. Tú me enseñaste todo lo que sé sobre arte, sobre colores, composición, símbolos, narración. Me mostraste a todos los maestros y desde pequeña me presentaste museos, galerías y estudios de arte. Tu estudio era mi patio de recreo. Juntos visitamos Ámsterdam, donde conocí a tus mejores amigos: Rembrandt, Vermeer y Van Gogh. Siempre serás mi Maestro, pero sobre todo mi Papo, que me ha querido como sólo tú puedes hacerlo. Dejaste este mundo y ahora estás con las estrellas - pero vives en mí y para siempre en tu arte. Gracias por todo tu amor y tu arte”, escribió su hija Natalia Nigro, también artista, en Instagram.
La vida de Jorge Nigro (Rosario, 1942) estuvo marcada por una formación artística rigurosa y una búsqueda constante de significado en su obra. A los catorce años ingresó en la Escuela de Artes Visuales de Buenos Aires, donde se formó bajo los principios de la Bauhaus, explorando disciplinas como dibujo, escultura, pintura, historia del arte y filosofía.
Posteriormente, entre 1966 y 1969, vivió en Montevideo, donde se unió a la Escuela del Sur, fundada por el reconocido artista Joaquín Torres García. Allí, bajo la tutela de José Gurvich, discípulo de Torres García, Nigro profundizó en el constructivismo universal, una corriente que busca integrar el arte con la vida cotidiana y las tradiciones populares.
El exilio marcó un punto de inflexión en la vida de Nigro: tras abandonar Uruguay debido a la dictadura, el artista vivió en Río de Janeiro entre 1982 y 1983, donde incorporó nuevas influencias culturales a su obra. En 1983 se trasladó a Dinamarca, un país que, aunque le ofreció refugio, nunca llegó a sentir como propio.

Sin embargo, este cambio geográfico y cultural dio lugar a lo que se conoce como su “estilo tardío”, caracterizado por un enfoque simbólico y una conexión con los ciclos de la naturaleza. Desde los años 2000, Nigro estructuró su trabajo en torno a doce símbolos básicos, inspirados en las estaciones del año y las tradiciones precolombinas y europeas.
En una entrevista con Patricia Koleniscov, Nigro comentó sobre su obra: “Tomo la pintura como un lenguaje universal. Cuento historias con imágenes. Qué quieren decir esas historias, hay un mensaje de amor, de armonía, de universalidad. El mundo en que vivimos tiene una tendencia nihilista y fragmentaria. Trato de unir. Unir, no mezclar. Unir es sintetizar alrededor de una idea”.
Y agregó: “En la armonía las cosas están alrededor de un todo. En una mezcla, las partes no tienen relación entre sí. Pero la pintura es un lenguaje de veinte mil años, que consiste en elementos que se ven. Como decía Cezanne: el contenido de la pintura es lo que piensan nuestros ojos”.

Su vida estuvo profundamente ligada a la de su hermano gemelo, Adolfo, quien falleció en 2018 a los 75 años. Según recordó la investigadora y ensayista Andrea Giunta en una publicación en Instagram, los hermanos compartieron una relación única, marcada por una conexión artística y personal que trascendió la distancia geográfica.
Giunta también destacó el impacto del arte en la vida de los hermanos, quienes encontraron en él una vía de escape de las dificultades económicas de su infancia en Rosario: “Cuando llegaron a Buenos Aires vivían en un conventillo, los tres hermanos y sus padres en un cuarto. Para los gemelos, el arte fue una salida de ese mundo”.
“Los hermanos eran idénticos. No podía diferenciarse la voz de uno de la del otro. Sus historias son parte de una época que estaría llegando a su fin: la de los artistas e intelectuales que pensaban un mundo distinto y que entendían su arte como configurador de un futuro utópico, justo, comprometido”, escribió Giunta, quien fue pareja de Adolfo Nigro durante catorce años.
A pesar de la distancia, Jorge y Adolfo mantuvieron una relación cercana, intercambiando cartas diariamente, lo que refleja la profundidad de su vínculo.
Por su parte, el marchante Daniel Briozzo, también lo recordó en redes sociales: “Fue un artista exquisito que nos lega una obra bella, sensible mística y universal”
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