
¿Para qué sirve la música? Nadie sabe bien, pero todos la necesitamos. “Es una revelación mayor que toda la sabiduría y la filosofía”, escribió Beethoven, fascinado, convencido. ¿Quién podría decirle que estaba equivocado? Sin imágenes, sin letras, la música nos conmueve. Algunos intentaron retratar esa magia en un lienzo.
En esta nota, un breve pero intenso recorrido por una serie de obras que, cada cual, a la manera que cada uno encuentre, le pondrá una música particular: solo hay que mirar por varias segundos cada pintura y dejar que el sonido emerja. Empecemos.
Compañía y medicina

Empecemos por un piano, pulcro, magnánimo, en el fondo de la sala.
Gentilhombre y dama tocando la espineta, también conocido como La lección de música. Un óleo sobre lienzo del holandés Johannes Vermeer pintado hacia 1660. Pertenece a la Royal Collection de la Casa Real británica y se conserva en el Palacio de Buckingham, Londres.
Una joven alumna, de espaldas, su maestro al lado, de pie. Escena de interior, iluminación solar en gran perspectiva. Hay letra: en la tapa del piano se lee: “La música es compañera de la alegría y medicina para los dolores”.
Vemos también una mesa enmantelada, un jarrón encima, la silla aristocrática. En el suelo, la viola da gamba, y arriba, contra la pared, un espejo que refleja a la muchacha concentrada en su instrumento que a nosotros, espectadores, nos maravilla, nos conmueve.
Un pífano español

Un pífano es un instrumento, una especie de flauta pequeña de tono muy agudo que se toca atravesada. Se cree que los suizos lo introdujeron en sus regimientos después de la batalla de Marignano. Édouard Manet la pintó en 1866: un músico adolescente de la banda de la Guardia Imperial.
El pífano, que hoy está en el Museo de Orsay, en París, fue realizada en un viaje a España, en 1865, donde descubrió la obra de Velázquez. Los especialistas aseguran que aquí se ve con claridad la influencia de la pintura española, motivo por el cual el cuadro fue rechazado por el jurado del Salón de París de 1866. Tras este rechazo, al escritor Émile Zola publicó una serie de artículos en defensa del pintor.
Finalmente se expuso en 1867 en una muestra en el propio taller de Manet y casi veinte años después, en 1884, estuvo presente en la gran exposición retrospectiva de su obra que se organizó como homenaje. El pintor murió en 1883.
En la obra el fondo desaparece y solo queda el muchacho tocando en la poderosa soledad de su música.
Lira de oro

Gustav Klimt, con su estilo ostentoso, dorado, algo gótico pero sobre todo bellísimo, tiene su postal dedicada a la música. No es la única, pero sí una muy singular. El título es, valga la redundancia, Música I.
El cuadro, pintado en 1895, que hoy se puede ver en la Neue Pinakothek en Alemania, tiene algo del Art Nouveau de Klimt.
Es una representación alegórica. Una mujer vestida con túnica sostiene una lira. Vemos, además, una esfinge, motivos florales, formas geométricas. Además de colores y formas, hay texturas. Y el oro, por supuesto, el toque característico del artista, su belleza.
Pintar una voz

Dicen que cada vez que cantaba Weda Cook el mundo se volvía diferente, se teñía de otro color, de otro tono, como si todo fuera sensibilidad, como si el simple hecho de existir fuera algo conmovedor.
La noche del 22 de febrero de 1889 en la Art Students League de Filadelfia, el pintor Thomas Eakins la oyó cantar por primera vez. Ella tenía veintitantos años. Él era un retratista ya experto con una carrera sólida, una búsqueda personal y casi cincuenta.
En esa época, la crítica decía de Cook que tenía una “poderosa voz de contralto”. El público era más directo: decía que escucharla cantar era como sacarse el corazón y sostenerlo un rato entre las manos.
Un día la convenció para que vaya a su estudio a posar. Necesitaba, le dijo, pintar su voz. Que sabía cómo hacerlo. Sólo necesitaba tiempo. Comenzaron en 1890 y las arduas sesiones duraron dos años. En 1892 estuvo terminada. La tituló La cantante de conciertos.
Luego intentó venderla pero no pudo, hasta que Cook le dijo que quería comprársela ella misma. Él se negó. Finalmente terminó, en 1929, en el Museo de Arte de Filadelfia, donde está ahora.
Música cubista

No es un solo músico, tampoco una sola pintura. Hay dos collages y varios óleos similares a este. Una versión se encuentra en la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA); otra está en el Museo de Arte de Filadelfia. Pero hablemos de los músicos.
En Tres músicos hay un Arlequín, un Pierrot y un monje. Algunos dicen que representan a Picasso, Guillaume Apollinaire y Max Jacob. La forma recta, dura, cuadrada, parece quitarle el sonido a la obra. ¿O será que cada cual le pone el que está en su propia cabeza?
“Picasso hace una intrincada composición, similar a un puzzle. Es decir, pinta con un estilo de cubismo sintético, como recortes de papel pegados para crear a estos extrañísimos y fascinantes personajes”, escribió Miguel Calvo Santos en el portal historia-arte.com.
Picasso hizo esta obra en 1921 en Fontainebleau, cerca de París, Francia, en su clásico estilo cubista.
Todo está en armonía

Durante la década de 1860, Edgar Degas se dedicó a recorrer el ambiente de la ópera y retratarlo en su aspecto más mundano. Dos ejemplos célebres son La Source y El centro de danza en la Ópera. A finales de esa década, entre 1868 y 1869, pintó La orquesta de la Ópera, centrándose en los músicos.
En el centro de la escena, un músico, que además era su amigo: D. Dihau, que tocaba el fagot. A su alrededor, los compañeros, todos dentro del foso, vestidos de negro, ensombrecidos. A lo lejos se ven las bailarinas.
La orquesta de la Ópera se encuentra en el Museo de Orsay, de París, Francia. También se lo conoce con el título de Los músicos de la orquesta. El encuadre es prácticamente fotográfico. La dedicación del pintor se amalgama con la de los músicos retratados. Todo combina, todo está en armonía.
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