Pilar del Río: “Saramago abre puertas para entrar a un lugar y allí, está todo”

En el año del centenario del Nobel de Literatura, su esposa, traductora y albacea concedió una entrevista exclusiva a Infobae Cultura para presentar su libro “La intuición de la isla” y evocar al escritor portugués como “un gran humanista” y “un feminista radical”

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Pilar del Río, viuda del escritor portugués José Saramago y presidenta de la Fundación que lleva su nombre. EFE/Fernando Alvarado
Pilar del Río, viuda del escritor portugués José Saramago y presidenta de la Fundación que lleva su nombre. EFE/Fernando Alvarado

La periodista y traductora española, que enviudó del Nobel en 2010, adelanta en esta entrevista que su libro repasa las “anécdotas que sostienen una vida”. Como la curiosa situación que vivió cuando Saramago se enteró en Fráncfort de que había ganado el galardón de la Academia Sueca: debía regresar a su casa porque “no tenía camisas”. Asimismo aparecen los relatos de momentos junto a Ernesto Sabato y María Kodama, quienes se hospedaron en la vivienda en Tías, el pueblo de la isla de Lanzarote (Las Palmas) donde el escritor pasó gran parte de sus últimos 18 años. También Pilar del Río, quien compartió 24 años junto a Saramago, apunta por videollamada desde la casa de la isla de Lanzarote (Las Palmas), que los tres escritores fundamentales del autor de El Evangelio según Jesucristo y Ensayo sobre la ceguera “en el siglo XX eran Kafka, Pessoa y Borges”.

La intuición de la isla, editado por Itineraria -un pequeño sello de Lanzarote-, se publicará a fines de marzo o principios de abril. Y, además del texto, “también lleva ilustraciones, fotografías y la Declaración de Deberes Humanos que propuso José Saramago en el discurso del Nobel”, informaron desde la casa editorial. Es uno de los hitos en un año muy especial para la historia del escritor luso. La publicación por primera vez en español de la novela debut de Saramago, La viuda (Alfaguara), marcó el inicio de la celebración del centenario del hijo de campesinos pobres, nacido en Azinhaga el 16 de noviembre de 1922. A sus jóvenes 24 años, el escritor que unió literatura y compromiso social “ya sabía que las mujeres eran sus semejantes, semejantes a los hombres en derechos y en obligaciones”, afirma Pilar del Río.

La presidenta de la Fundación José Saramago destacó la participación argentina en el calendario de actividades, con el escritor Alberto Manguel y el fotógrafo Daniel Mordzinski. El ex director de la Biblioteca Nacional es el curador del ciclo de cinco encuentros Conferencias Nobel: emergencias saramaguianas, que tiene prevista su sesión inaugural el 11 de abril en Lisboa. Y la exposición Navegantes de la balsa de piedra de Mordzinski presenta una selección de imágenes de Saramago, así como de otros escritores de lengua portuguesa y española.

Pilar del Río también ahondó en el vínculo de Saramago con Argentina: el entusiasmo que le provocó su contacto con los niños durante el III Congreso Internacional de la Lengua Española en Rosario, el acercamiento a “los resistentes y las resistentes” a su paso por el Parque de la Memoria y su fascinación por el universo literario de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.

En exclusiva para Infobae Cultura, Pilar del Río muestra el escritorio de José Saramago: intacto y con un detalle pleno de romanticismo

Poco antes de que culmine la entrevista, la periodista y traductora mostró el gabinete de Saramago, con el sencillo escritorio de pino donde escribía, sobre el que reposan flores frescas junto a libros recientes (“para que la mesa tenga continuidad”), así como su colección de piedras, plumas que le fueron obsequiando y diversas fotografías de su familia y de otros escritores. “Los últimos libros los escribió en la biblioteca, que está al lado”, explica. Y, por último, reveló cuál podría ser el secreto de la vigencia del único autor portugués galardonado con el Nobel: “No es que Saramago cuente: es que abre puertas para entrar en un lugar y en ese lugar, insisto, está todo”.

–¿Cuáles son las metas de la conmemoración del centenario de Saramago?

–La idea de la celebración del centenario era, tal como dijo José Saramago en su discurso del Nobel, de alguna manera celebrar la cultura portuguesa y ponerla en diálogo con otras culturas. Y ese era el objetivo que teníamos en la Fundación. Ese objetivo con la pandemia se ha agudizado. En los meses que estuvimos de confinamiento absoluto, la cultura nos ayudó y nos mantuvo. Y entonces cuando salimos en la Fundación dijimos “tenemos la obligación y el deber de ayudar a la cultura”. Es decir, ayudar a músicos, poetas, escritores. La cultura que nos sostuvo no se sostiene. Salvo que nosotros, seres humanos, lectores, oyentes, la sostengamos.

–¿En qué medida los complicó la pandemia?

–Llevamos dos años dedicados a programar y posponer, programamos, posponemos (…). Una complicación, pero no importa. Porque lo importante es que los seres humanos están deseosos de atender, de oír. Y que tenemos que superar la pandemia, superarla con responsabilidad.

–¿Qué características tiene la participación argentina en este centenario?

–Dentro del programa portugués, las conferencias del Nobel son fundamentales. Participación de Argentina, toda, dado que la primera conferencia es de Manguel y él es además quien está organizando el ciclo de autores y autoras. Algunos tienen el Premio Nobel y otros quién sabe si no lo podrán tener en un futuro próximo. Y las conferencias van a tener toda la solemnidad, por decisión del anterior Ayuntamiento de Lisboa, que era del Partido Socialista, y propuso que se hicieran dentro de la sala del pleno del Ayuntamiento, que es donde se hizo el funeral de José Saramago.

Entonces Argentina va a estar presente de momento ya con Manguel, pero independientemente de eso hay una exposición en el Cervantes que luego se amplifica y viene a Lanzarote de Daniel Mordzinski, Navegantes de la balsa de piedra. Gente que va de un lado a otro del océano, escritores a los cuales a muchos queremos oír, queremos que vengan o que vayan, o que intervengan. Argentina va a tener una importancia capital en el centenario.

El escritor argentino Alberto Manguel participará activamente en las celebraciones del centenario de Saramago. EFE/CATI CLADERA/ Archivo
El escritor argentino Alberto Manguel participará activamente en las celebraciones del centenario de Saramago. EFE/CATI CLADERA/ Archivo

–¿Cómo se están desarrollando actualmente las actividades?

–El centenario tiene un comisario, que es el profesor Carlos Reis, que es quien realmente y con toda precisión puede contarlo todo. Porque tiene varios aspectos, el académico, el literario, el cultural y hay otro que es más de calle, que es donde estoy más involucrada. Más de calle significa que son intervenciones de otros escritores, que son conciertos de música culta o de rock, que son actividades en barrios. También en universidades que se han venido sumando, ferias del libro, y todo eso está marchando. Está muy bien llevado y tengo que decir que tiene repercusión en distintas partes del mundo.

–Saramago estuvo en Argentina varias veces. ¿Qué recuerda en especial de esas visitas?

–Cuando Saramago ya no podía tenerse en pie, cómo se levantó (ante el muro del Parque de la Memoria en 2007) para acariciar a Madres o Abuelas de Plaza de Mayo que le dijeron “mira, Saramago, aquí está mi hijo, o esta es mi hija, era un nombre”. Y Saramago se puso de pie de la silla de ruedas, casi no podía, para acariciar; el contacto con los resistentes y las resistentes de Argentina. El contacto con el mundo de las letras, su fascinación permanente con Borges, el haber podido estar horas en la casa de la Fundación con María Kodama, allí sentado sin necesidad de hablar ni decir nada. La fascinación que tenía por Cortázar y la posibilidad que tuvo de estar tantas veces con Aurora Bernárdez. La amistad con los escritores jóvenes. Por supuesto, con Tomás Eloy (Martínez), con quien recorrió varios países, y con las escritoras jóvenes como Claudia Piñeiro. Formó parte del jurado del Premio Clarín incluso cuando no estaba bien de salud, pero decía “me he comprometido y voy a ir”. Tenía una presencia en Argentina y, por supuesto, también políticamente, pues tenía relación con algunas personas de la vida política que le trataron con mucho respeto y José lo devolvió, independientemente de que compartieran o no ideología.

José Saramago con Ernesto Sábado, a quién hospedó en la casa de Lanzarote (AP)
José Saramago con Ernesto Sábado, a quién hospedó en la casa de Lanzarote (AP)

–¿En qué aspectos se enfoca su nuevo libro sobre Saramago?

–Voy a publicar en unos días un libro que se llama La intuición de la isla. Son crónicas periodísticas, breves, de momentos de la casa. Por supuesto, momentos de la vida en Lanzarote, pero también de cuando Saramago partía y se iba a otro sitio o luego volvía y contaba. Esta escena por ejemplo de Argentina, del muro de la memoria, y algunas otras, porque cuando Saramago venía cargado de experiencias y de emotividad, las contaba en la casa. Son todos nuevos (textos) y tienen que ver con la casa, con la construcción, con el estudio, con los desayunos de tostadas con aceite, con los perros, con el jardín, con los viajes, con los amigos que llegan; por ejemplo, con la semana que pasó Sabato aquí.

–¿Cómo es su recuerdo de la estancia de Sabato en la casa? ¿Y qué otros recuerdos aparecen en el libro?

–De Sabato pues cuento su enorme timidez y que, en la mesa, durante las comidas, él observaba más de lo que hablaba, pero en cuanto se retiraba José… cogía la palabra y era estupendo. Entonces normalmente Elvira (González Fraga) se retiraba también a descansar un poco. Y quienes nos quedábamos, yo me quedaba recogiendo la cocina y él allí, conmigo y con otra amiga o con mi hermana, es que nos contaba la historia de la literatura, de todas las cosas. Pero además con un sentido del humor, con una memoria, una capacidad....

Pilar del Río revela la admiración que sentía José Saramago por la obra de Jorge Luis Borges

Cuando José salió del hospital, salía muy mal, pero ya se estaba recuperando. Y la primera visita fue la de María Kodama, que se quedó aquí en casa también. E hicieron una charla maravillosa. Fue el reencuentro de José con los lectores de aquí, de Lanzarote, en la biblioteca. Había muchos profesores, mucha gente, y José empezó preguntándole “María, ¿cómo era el amor con Borges?” A partir de ahí entraron por otros vericuetos completamente distintos. Fue maravilloso, muy humano, muy divertido, ella completamente entregada, José también. Acabaron leyendo a Borges; ella con acento argentino, José con acento portugués o en portugués. Los asistentes llorábamos, porque Saramago, redivivo, había traído a Borges. De hecho, en la biblioteca, cuando entras, hay una foto de Borges.

Nada de lo que cuento es importante. Son momentos, pero son anécdotas que sostienen una vida. Lo importante es el trabajo, la intervención social, pero también las pequeñas cosas de afecto van llenando y dándole sentido.

–¿Hay alguna anécdota que pinte a Saramago de cuerpo entero?

–En el libro cuento que cuando le dieron el Nobel y Saramago estaba en el aeropuerto de Fráncfort, el editor portugués le decía “tienes que volver, tienes que volver (a esa ciudad), no puedes tomar el avión” y el otro, “que no, que yo me vuelvo a casa”. “Que no, que te están esperando aquí todos los medios. Y él dijo: “tengo que volver a casa, no tengo camisas”. Y entonces el editor le dice: “te vuelves y te compras mil”. El conflicto de las camisas es uno de los capítulos del libro, me parece divertido. Estamos hablando del Nobel, de que lo están esperando los medios, y el tío dice “no tengo camisas”.

Yo pasaba muy mal en los aviones, lo paso fatal. Y él decía que no, porque él no tenía imaginación. Y decíamos “hostias, vives escribiendo, escribes libros de 400 páginas y dices que no tienes imaginación”. O sea que queda demostrado con la excusa tan pobre que puso, “no tengo camisas”.

–¿Qué aporta a su criterio la publicación de La viuda? ¿Qué elementos aparecen allí que luego tuvieron continuidad en la obra saramaguiana?

–Es sorprendente, yo la había leído hacía 30 años o más. Luego, cuando se cumplían 50 años de su publicación, el actual comisario del centenario, Carlos Reis, convenció a José para que se reeditara. Y se reeditó con el título original, Terra de pecado. Pero Saramago no hizo nada por el libro. Creo que viendo la lejanía que tenía José con el libro, no lo volví a leer, no lo acariñé. Cuando Pilar Reyes, editora de Alfaguara, me dice “hay que reeditarlo”, yo “mmm, pero puede confundir”. Y ella dijo “no, he pedido que lo lean, tiene interés. Pero sobre todo es muy importante que recupere el título”.

Y ahí de repente me cayó la venda. Y dije “es que a Saramago no le gustaba ese libro y de alguna manera yo tampoco lo suscribí, porque no le gustaba el título. Porque Saramago no tenía nada que ver con pecado”. Terra de pecado, esos no son conceptos que formen parte de la vida de Saramago. Entonces volvió a ser La viuda, y al ser La viuda, lo leí de otra manera. Y cuando empecé a leerlo, iba gritando en cada página. Decía, “no es posible, tenía 24 años, no había ido a la universidad. Como es posible este nivel de comprensión, de conocimiento, incluso cultural”. Se nota que es una persona que ha leído a los grandes clásicos del siglo XIX y de principios del XX, de una riqueza vocabularia extraordinaria. Me quedé fascinada.

Pilar del Río cuenta detalles y circunstancias del primer libro que publicó José Saramago, a los 24 años

Luego descubrí que hay una parte de militancia feminista. La viuda reivindica un lugar para la mujer en el mundo, no le llamen más “la viuda”. Ella es ella y tiene derecho. El chico de 24 años que escribió ese libro tenía una clara aceptación del mundo. Ya sabía que las mujeres eran sus semejantes, semejantes a los hombres en derechos y en obligaciones. Un segundo paso: creo que en el año ‘47 ese libro no podía llamarse La viuda. No porque Saramago no supiera de viudas, como le dijo el editor, sino porque había muchas viudas en Europa en ese momento, había terminado la (Segunda) Guerra Mundial.

–¿Cuál era la postura de Saramago respecto del feminismo?

–Era un feminista radical. El papel de María Magdalena en El Evangelio según Jesucristo, el papel de Blimunda en Memorial del convento, el papel de Lidia en El año de la muerte de Ricardo Reis. En todos los libros el papel de quien sabe, de quien tiene el único poder que la vida le ha dejado, pero cómo lo tiene, (es) el poder de observación. En el mundo que no ve, hay una mujer que ve. Y Blimunda ve por dentro, es el poder de observación que Saramago atribuía a las mujeres. Y, por supuesto, igualdad absoluta en todo. Cuando en Portugal decían que presidente no tenía femenino, Saramago decía “si no tenía hasta ahora, pidamos perdón y pongámoslo”. Y decía que muchas peticiones de disculpas había que decir por cómo el patriarcado, el poder y la tradición habían tratado a las mujeres.

–¿Y, hablando del término “viuda”, qué opina cuando se dirigen a usted de esa manera?

–El lenguaje no ha evolucionado y la gente tampoco. Ningún periodista tiene la obligación de entrevistarme. Si me entrevistan, no es porque sea mujer o viuda, es porque quizás tal vez tenga algo que decir en tanto y cuanto presidenta de la Fundación. Pues no, sigo siendo para los medios “la mujer” o “la viuda”. Y ya el colmo es que algunos me ponen “la ex mujer”. ¿Cuándo dejé de ser “mujer”, para ser “ex”? Se entrevista a determinadas personas porque están realizando una función. Estoy en un proyecto común y presido una fundación que lleva el nombre de esa persona, con la que, con más personas, formaba equipo. El destino quiso que yo fuera quien presidiera en este tiempo. Tiempo que evidentemente está limitado, esto no es indefinido.

AP
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–En el documental José y Pilar, Saramago comenta que quisiera que usted continúe su obra...

–Ahí me mató.

–... ¿cómo es llevar esa responsabilidad?

–Cumplo esta función. Pero tal vez yo no sea tan fuerte para separar trabajo de vida, de día o de noche. Y entonces lo que puedo decir es que estoy involucrada 24 horas al día en esto, porque no consigo deslindar. Efectivamente, no encuentro nada más que sea más interesante. Me comprometí a continuar, afortunadamente pudiendo ser una piedrecita en el camino, para que puedan pasar lectores o para que personas puedan acercarse a la obra y el pensamiento de José Saramago. Entonces esa es la única cosa que puedo hacer y es la que hago. También es un privilegio, es trabajar en una obra que te entusiasma y en una persona por la que tienes todo el respeto y todo el cariño.

–¿Por qué Saramago tuvo esa conexión tan especial con sus lectores?

–Esto me parece importante: lo he leído y se lo oí a José numerosas veces. Él decía que la novela no era un género, era un lugar donde puede estar la historia, donde puede estar la poesía, donde puede estar el ensayo, y desde luego donde caben los seres humanos todos, con todas sus inquietudes. O sea, es un lugar.

O por lo menos eso es lo que me pasó. Cuando empecé a leer a José Saramago -sin saber nada, ni siquiera sabía si estaba vivo- sentí que era un mundo nuevo que me abarcaba, en el que entraba y, por cierto, donde era respetada. En ese mundo de Memorial del convento entré y me sentí respetada. Y cuando me fui a la librería y dije “todo lo que haya de este señor, que lo quiero leer todo”, y “todo” era un libro más, leí El año de la muerte de Ricardo Reis, y me pareció ya que no es que me sentía respetada, es que además era protagonista de la historia.

Entonces no es que Saramago cuente: es que abre puertas para entrar en un lugar y en ese lugar, insisto, está todo. Está el pasado, está el presente, están las inquietudes, están los sueños, está la mujer que ve más allá, Blismunda, o la mujer del médico, está la ceguera de los demás. Pero están también las ansias de los jóvenes que se levantan en Ensayo sobre la lucidez. Es un lugar donde pasan cosas y en ese lugar cabemos los lectores.

–¿Esa podría ser la clave de su vigencia?

–Yo creo que sí. Porque es el lugar de los lectores, no es el lugar de Saramago.

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